Lectura fácil
La narrativa corta es un género cultivado también por autores de novelas, aunque algunos han pasado a la historia por desarrollarlo en especial, como por ejemplo Edgar Allan Poe, Guy de Maupassant o Jorge Luis Borges.
Son también historias con planteamiento, desarrollo y cierre, pero con una acción mucho más acotada. No obstante, un relato es diferente a los microcuentos o cuentos cortos, piezas de texto mucho más breves.
Aquí va una selección de cuentos cortos para inspirarse en la materia:
Tres cuentos cortos de Mario Benedetti
Aunque es más conocido por su faceta de poeta, Mario Benedetti también fue escritor de novelas, ensayos y cuentos, género del que llegó a publicar al menos nueve libros. Estos tres cuentos cortos son solo una pequeña muesca de su obra:
'Eso'
Al preso lo interrogaban tres veces por semana para averiguar "quién le había enseñado eso". Él siempre respondía con un digno silencio y entonces el teniente de turno arrimaba a sus testículos la horrenda picana.
Un día el preso tuvo la súbita inspiración de contestar: "Marx. Sí, ahora lo recuerdo, fue Marx". El teniente asombrado pero alerta, atinó a preguntar: "Ajá. Y a ese Marx, ¿quién se lo enseñó?". El preso, ya en disposición de hacer concesiones, agregó: "No estoy seguro, pero creo que fue Hegel". El teniente sonrió, satisfecho, y el preso, tal vez por deformación profesional, alcanzó a pensar: "Ojalá que el viejo no se haya movido de Alemania".
'Su amor no era sencillo'
Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse. En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era solo por eso que fornicaban en los umbrales.
'Persecuta'
Como en tantas y tantas de sus pesadillas, empezó a huir, despavorido. Las botas de sus perseguidores sonaban y resonaban sobre las hojas secas. Las omnipotentes zancadas se acercaban a un ritmo enloquecido y enloquecedor. Hasta no hace mucho, siempre que entraba en una pesadilla, su salvación había consistido en despertar, pero a esta altura los perseguidores habían aprendido esa estratagema y ya no se dejaban sorprender. Sin embargo, esta vez volvió a sorprenderlos. Precisamente en el instante en que los sabuesos creyeron que iba a despertar, él, sencillamente, soñó que se dormía.
'El hombre que contaba historias', de Oscar Wilde
Sin duda, Oscar Wilde es más conocido por obras como 'El retrato de Dorian Gray' o 'La importancia de llamarse Ernesto', pero también escribió cuentos cortos como el siguiente:
Había una vez un hombre muy querido de su pueblo porque contaba historias. Todas las mañanas salía del pueblo y, cuando volvía por las noches, todos los trabajadores del pueblo, tras haber bregado todo el día, se reunían a su alrededor y le decían:
- Vamos, cuenta, ¿qué has visto hoy?
Él explicaba:
- He visto en el bosque a un fauno que tenía una flauta y que obligaba a danzar a un corro de silvanos.
- Sigue contando, ¿qué más has visto? -decían los hombres.
- Al llegar a la orilla del mar he visto, al filo de las olas, a tres sirenas que peinaban sus verdes cabellos con un peine de oro.
Y los hombres lo apreciaban porque les contaba historias. Una mañana dejó su pueblo, como todas las mañanas... Mas al llegar a la orilla del mar, he aquí que vio a tres sirenas que, al filo de las olas, peinaban sus cabellos verdes con un peine de oro. Y, como continuara su paseo, en llegando cerca del bosque, vio a un fauno que tañía su flauta y a un corro de silvanos... Aquella noche, cuando regresó a su pueblo y, como los otros días, le preguntaron:
- Vamos, cuenta: ¿qué has visto?
Él respondió:
- No he visto nada.
'Cuentos de la Alhambra', de Washington Irving
El autor de 'La leyenda de Sleepy Hollow', Washington Irving, publicó 'Cuentos de la Alhambra' en 1832. Interesado por las tradiciones españolas, el escritor norteamericano vivió en la misma Alhambra de Granada mientras escribía esta obra, de la cual rescatamos uno de sus cuentos cortos:
'La casa del gallo de viento'
En la cima de la alta colina del Albaicín, la parte más elevada de Granada, que se alza desde el estrecho valle del Darro, enfrente mismo de la Alhambra, se encuentra todo cuanto queda de lo que fue un día palacio real de los moros. Ha llegado, en verdad, a tal estado, que me costó mucho trabajo encontrarlo, pese a ser ayudado en mi búsqueda por el sagaz y sábelotodo Mateo Jiménez.
Este edificio ha llevado durante siglos el nombre de 'La Casa del Gallo de Viento', por una figura de bronce colocada en otro tiempo en una de sus torrecillas, que representaba un guerrero a caballo y que giraba a todos los vientos. Esta veleta fue considerada por los musulmanes de Granada como un mágico talismán. Según algunas tradiciones, lucía la siguiente inscripción arábiga: Calet elBedici Aben Habuz Quidat ehahet Lindabuz, que ha sido traducida al español de este modo: Dice el sabio Aben Habuz que así se defiende el Andaluz. Este Aben Habuz, conforme a algunas de las viejas crónicas moriscas, fue capitán en el ejército invasor de Tarik, uno de los conquistadores de España, que lo nombró alcaide de Granada. Pretendía, según se creee, que esta efigie fuese como un aviso perpetuo para los musulmanes del Andalus, puesto que, rodeado de enemigos, su seguridad dependía de esta siempre alerta y dispuestos al combate.
Otros, entre quienes se cuenta el historiador cristiano Mármol, afirman que Badis Aben Habuz fue un sultán moro de Granada, y que la veleta se interpretaba como continua advertencia de la inestabilidad del poder musulmán, al llevar las siguientes palabras en árabe: "De esta forma Ibn Habus el badise profetiza que el Andalus morirá un día y se desvanecerá". otra versión acerca de esta famosa inscripción la trae un historiador musulmán, fundándose en la autoridad de Sidi Hasan, un faquir que brilló en tiempo de Fernando e Isabel y que estuvo presente al desmontar la veleta, en unas reparaciones de la vieja Alcazaba.
"La vi -dice el venerable faquir- con mis propios ojos; tenía la forma de un heptágono y ostenta la siguiente inscripción en verso: El palacio de la bella Granada ofrece un talismán. El jinete, aunque un cuerpo sólido, gira a todos los vientos. Esto, para el sabio, revela un misterio. En breve tiempo, sobrevendrá una calamidad que destruya al palacio y a su dueño.
En efecto, no había transcurrido mucho tiempo de esta polémica en torno a la veleta portentosa, y ocurrió lo siguiente: Cuando el viejo Muley Abul Hassan, rey de Granada, estaba en cierta ocasión sentado bajo el suntuoso dosel pasando revista a las tropas que desfilaban en su presencia con sus armaduras de bruñido acero y sus vistosos uniformes de seda, montadas en veloces corceles y provistas de espadas, lanzas y escudos repujados de oro y plata, estalló de repente una tempestad que se había precipitado desde el Sudoeste. Rápidamente se oscurecieron los cielos con negras nubes que descargaron un diluvio de agua. Los torrentes bajaban rugiendo desde las montañas, arrastrando rocas y árboles; el río Darro desbordó sus orillas y los molinos fueron arrasados, destruidos los puentes y desolados los jardines; la inundación llegó a la ciudad, socavando las casas, ahogando a sus moradores y anegando, incluso, la plaza de la Gran Mezquita. La gente, aterrada, se dirigió a las mezquitas para implorar el perdón de Alá, interpretando esta conmoción de los elementos como presagio de espantosas calamidades. Efectivamente, según el historiador árbae Al Makkari, fue aquello señal y preludio de la espantosa guerra que concluyó con la caída del reino musulmán de Granada. He citado, pues, autoridades históricas suficientes par demostrar los prodigiosos misterios relacionados con la Casa del Gallo de Viento y su talismático jinete. Paso ahora a referir cosas más sorprendentes acerca de Aben Habuz y su palacio. Y si alguien dudase de su veracidad, remito al incrédulo lector a Mateo Jiménez y sus compañeros cronistas de la Alhambra.
'Las jornadas del caos', de Roberto Bolaño
A medida que pasa el tiempo Roberto Bolaño se va haciendo más grande. El autor de 'Los detectives salvajes' y '2666' dejó una magna obra a su temprana muerte con solo 50 años en 2003, y son muchas las obras póstumas que han salido. Así, en 2018 salió toda su producción de cuentos reunidos en un solo tomo: 'Cuentos completos', de los cuales, por espacio, rescatamos uno por su brevedad:
'Las Jornadas del Caos'
Cuando Arturo Belano creía que todas sus aventuras se habían acabado, su mujer, la que había sido su mujer, la que todavía era su mujer y la que probablemente iba a ser su mujer hasta el fin de sus días (al menos, legalmente hablando), lo fue a buscar a su casa junto al mar y le anunció que el hijo de ambos, el joven y apuesto Gerónimo, se había perdido en Berlín durante las Jornadas del Caos. Esto sucedió en el año 2005. Ese mismo día Arturo hizo su equipaje y por la noche tomó el primer avión con destino a Berlín. Llegó a las tres de la mañana. Desde la ventanilla del taxi pudo comprobar que la ciudad, al menos en apariencia, estaba tranquila, aunque de tanto en tanto se vislumbraban hogueras y en algunas bocacalles se veían los coches de la policía antidisturbios. Pero en general todo parecía tranquilo y la ciudad dormía narcotizada. Esto sucedió en el año 2005. Arturo Belano tenía más de cincuenta años y Gerónimo Belano tenía quince y había viajado con un grupo de amigos. Era el primer viaje que hacía sin ninguno de sus padres. La mañana en que su mujer lo fue a buscar el grupo había regresado, pero faltaban Gerónimo y uno más, un muchahcho llamado Félix, a quien Arturo recordaba como un muchacho muy alto y flaco y lleno de espinillas. Arturo conocía a Félix desde que éste tenía cinco años. A veces, cuando Arturo iba a cuscar a hu hijo al colegio, Félix y Gerónimo se quedaban a jugar un rato en el parque. De hecho, posiblemente Félix y Gerónimo se habían visto por primera vez en la guardería, cuando ninguno de los dos tenía tres años, aunque Arturo era incapaz de recordar el rostro el Félix de entonces. No era el mejor amigo de su hijo, pero entre ambos existía aquello que se suele llamar familiaridad. Esto sucedió en el año 2005. Gerónimo Belano tenía quince años. Arturo Belano tenía más de cincuenta y a veces le parecía increíble estar todavía vivo. Cuando Arturo tenía quince también hizo su primer viaje largo. Sus padres decidieron abandonar Chile e iniciar una nueva vida en México.
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