El volátil año del bitcóin realza la cara y la cruz de las criptomonedas

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31/12/2017 - 17:02
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Nueva York, 31 dic (EFE).- Con una cotización que llegó a multiplicarse por 19 a lo largo del año, el bitcóin se ha convertido en una de las criptomonedas más populares, pero su volatilidad ha sacado a relucir que detrás de la cara siempre hay una cruz.

Con una capitalización de mercado de unos 220.000 millones de dólares, el bitcóin es la más exitosa entre las criptomonedas que superan los 1.000 millones, un conjunto al que se han ido sumando nuevos nombres y que hoy abarca una treintena de divisas virtuales.

Tras comenzar el año con una cotización menor a 1.000 dólares, el bitcóin está cerrando 2017 por debajo de los 14.000 dólares.

Se trata de una meteórica subida en la que este mes de diciembre casi probó las mieles de los 20.000 dólares -unas 19 veces su cotización de principios de año- en la víspera de su debut en el mercado de futuros CBOE de Chicago.

La entrada del bitcóin en ese mercado regularizado y en el CME, la principal plaza de derivados financieros de Estados Unidos, generó tal volumen de transacciones que las principales plataformas de cambio digitales tuvieron problemas de funcionamiento.

Así, impulsados por operaciones encriptadas en redes de pares (P2P), los bitcoines tienen su cruz en la volatilidad: hace unos días, cuando se apaciguaron los ánimos por su incursión en los futuros, el bitcóin perdía cerca del 20 % de su valor y caía hasta los 11.069 dólares.

Precisamente esa volatilidad es fuente de escepticismo entre pesos pesados del sector financiero, como el banco JPMorgan Chase, cuyo máximo directivo, James Dimon, lo llegó a considerar un "fraude" pese a estar a favor de la tecnología virtual "blockchain", que garantiza la veracidad de las operaciones por internet.

Asimismo, despierta reticencias la tendencia de organizaciones criminales y ciberdelincuentes a utilizar divisas como el bitcóin para el blanqueo de capitales y como sistema de pago de actividades ilícitas en la internet profunda ("Deep Web").

Pero, alentada por el bitcóin, una de las criptomonedas que más titulares acaparó en los medios en 2017, la curiosidad del público por las monedas virtuales ha incrementado la cotización de muchas otras, como Ethereum, Litecoin, IOTA o, más recientemente, Ripple.

Según la plataforma Coinmarketcap, el Ripple ha sorprendido al final de año: con un estratosférico ascenso de más del 280.000 % en 12 meses, se ha colocado a la sombra del bitcóin, con una capitalización de más de 80.000 millones y un valor de unos 2 dólares.

Ripple, lanzada en 2012, sigue la tecnología de cadena de bloques pero, a diferencia de otras monedas virtuales, no está descentralizada, por lo que debe haber un intermediario en sus transacciones, apunta el portal Marketwatch.

Aunque los movimientos bruscos de las criptomonedas hacen caducar rápidamente los análisis, queda en tercer lugar el Ethereum, otra de las monedas más populares entre los inversores, con una capitalización de unos 70.000 millones de dólares y su valor en torno a 720.

Por detrás, Coinbase sitúa al bitcóin cash, una división del bitcóin que cotiza a unos 2.300 dólares y que junto al Dash es de las pocas que superan los 1.000 dólares de valor. La otra bifurcación de la divisa, el bitcóin oro, se encuentra lejos de esas cifras, en torno a 270.

Debido al rápido incremento de su valor, los gemelos Cameron y Tyler Winklevoss, principales inversores de bitcóin, han llamado a la criptomoneda "oro 2.0", ya que consideran que en un futuro puede llegar a capitalizar por encima de materiales básicos como el oro.

No obstante, otros prefieren ser cautos y seguir apostando por esos bienes tradicionales, como el analista de PNC Asset Management, quien recordó a la cadena CNBC que ni siquiera se sabe quién es la persona real que fundó originalmente el bitcóin.

"Lo único que les puedo decir sobre el oro es que la gente realmente tiene que extraerlo de la mina, e ir a por él", subrayó, en referencia a la "minería" de bitcóin, el sistema informático que genera estas monedas y que no escapa a los fines especulativos ni a la ciberdelincuencia.

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