Lectura fácil
Un reciente estudio publicado en la prestigiosa revista Nature Sustainability revela que al menos 81 mujeres han perdido la vida desde la década de 1970 debido a su activismo en defensa del medio ambiente.
Estos trágicos casos de asesinatos contra mujeres activistas han ocurrido en diversas partes del mundo, aunque se observa una concentración en el sur global, sin descartar episodios en Europa y Estados Unidos.
Las mujeres activistas enfrentan una violencia alarmante en todo el mundo
La investigación, liderada por Dalena Tran del Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals en la Universitat Autònoma de Barcelona (ICTA-UAB), utilizó datos recopilados por el Mapa Mundial de Justicia Ambiental para analizar la violencia contra las activistas activistas. Según Tran, existe una clara conexión entre la represión, la criminalización y los ataques violentos en situaciones relacionadas con la minería, la agroindustria y otras industrias.
El estudio examinó un total de 523 casos de violencia registrados contra mujeres activistas defensoras del medio ambiente, de los cuales 81 correspondían a asesinatos.
Aunque algunos de los casos más antiguos datan de la década de 1970, la mayoría de ellos se produjeron en los últimos veinte años.
Filipinas encabeza la lista con 19 casos, entre ellos el de Mia Manuelita Mascarinas-Green, miembro del Centro de Asistencia Legal Ambiental, quien fue asesinada en 2017.
Otros países latinoamericanos como Brasil y Colombia también presentan un alto número de casos, con siete asesinatos en cada país.
En España, el trágico caso de Gladys del Estal destaca en esta lista. La activista fue asesinada en 1979 por el guardia civil José Martínez Salas durante su participación en una protesta contra la energía nuclear en Tudela.
Las mujeres activistas enfrentan desafíos específicos debido a su género
Además de la violencia generalizada contra los defensores del medio ambiente, las mujeres se enfrentan a formas adicionales de violencia, como el acoso sexual, las agresiones y las amenazas basadas en su género.
Estas formas de violencia reflejan desigualdades de poder y buscan socavar su participación y activismo. Las expectativas y normas sociales también pueden limitar el papel y la voz de las mujeres activistas.
Nathalie Butt, investigadora en el Centre for Biodiversity and Conservation Science de la Universidad de Queensland, destaca que el análisis presentado en el estudio es solo la punta del iceberg y señala que el género se entrecruza con otras formas de marginalización, como el indigenismo y la orientación sexual. Butt sostiene que las mujeres están sistemáticamente excluidas de la toma de decisiones, la propiedad y el control de los recursos naturales, lo que las coloca en una posición de desventaja significativa.
A pesar de la importancia de este estudio, las autoras destacan la falta de datos suficientes sobre casos de violencia contra mujeres activistas defensoras del medio ambiente. La documentación de estos casos resulta desafiante debido a la censura y la falta de información disponible. Además, a menudo los medios de comunicación tienden a enfocarse en detalles sensacionalistas de violencia, obviando los nombres de las activistas y sus causas.
Es necesario un esfuerzo conjunto para visibilizar y abordar esta problemática, así como garantizar la seguridad y el bienestar de las mujeres activistas que luchan valientemente por la justicia ambiental.
Añadir nuevo comentario