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Todas las personas, en algún momento de nuestra vida pensamos en independizarnos, tener nuestro propio espacio y cumplir con las obligaciones de nuestra casa: las tareas de limpieza, hacer la compra o adecuar la vivienda según nuestros gustos y necesidades.
Este paso, lo han dado desde el mes de febrero de este año 60 personas con discapacidad intelectual y grandes necesidades de 14 comunidades autónomas en el proyecto 'Mi Casa' de la Confederación Plena Inclusión España, entidad que agrupa a más de 900 asociaciones de personas con discapacidad intelectual y del desarrollo y a sus familias.
'Mi casa' persigue impulsar la transición desde el modelo de grandes residencias hacia otro de viviendas normalizadas y en comunidad favoreciendo así la vida en el barrio, la buena vecindad y la autonomía de este colectivo.
Según Berta González, coordinadora de programas y responsable del proyecto de Transformación de Plena Inclusión, "la idea es promover un sistema en el que estas personas compartan pisos con tres o cuatro compañeros, donde reciban los apoyos individualizados que precisan para llevar una vida autónoma". "Porque no es solo una cuestión de tamaño, sino de autonomía", recalca.
Desde su experiencia, "el sistema actual está muy centrado en su propia organización y gestión, y presta poca atención a las necesidades individuales de cada persona". "Hay unos horarios rígidos de comidas, de terapia, de hacer gimnasia y de ver la tele". "Todo esto es para que el centro funcione bien, pero ¿dónde quedan los usuarios?".
'Mi Casa': Una mirada distinta a al concepto de residencia para personas con discapacidad intelectual
Los profesionales ahora se desplazan a las viviendas de personas con discapacidad intelectual que demandan cierta autonomía, prestando así, una atención personalizada sin los horarios y actividades propuestas en la residencia. Ahora son los propios usuarios los que se organizan de forma independiente en sus pisos.
La coordinadora señala que: “Hemos formado ya a 195 profesionales para que sean capaces de ofrecer esta ayuda" en forma de asistencia personal, acompañamiento, apoyo al lenguaje, adaptaciones, etc.
La experiencia de los usuarios
María Luisa Estévez, con discapacidad intelectual, vive en Murcia, y cuenta a Servimedia que: "Por primera vez en la vida estaba en mi casa". Igual que María Luisa, sus compañeras Antonia y María Ascensión necesitaban ayuda para todo. Siete días después de estrenar casa, ya realizaban muchas labores cotidianas por sí solas.
Estas tres mujeres con discapacidad intelectual y otras necesidades de apoyo participan desde febrero de 2019 en una experiencia piloto para favorecer la vida 'autónoma y en comunidad' impulsada por Apcom Plena Inclusión Región de Murcia.
Antes, sus vidas estaban en una residencia a las afueras de Caravaca de la Cruz, donde habían llegado procedentes de otras instituciones.
La directora de este centro y una de las promotoras de la experiencia, Teresa Guirao, explicaron cómo empezó todo: "Quisimos dar a nuestros usuarios una oportunidad para que viviesen en comunidad y de forma autónoma".
Al mudarse al centro del pueblo, indica la directora, que dejaban así la residencia, "donde conviven más de 30 personas y donde todo está muy organizado". Señala que: "Como en todas las grandes instituciones de España, aquí la gente tiene una hora fija para levantarse y otra para acostarse, no decide qué quiere comer, apenas si puede elegir qué actividades de ocio realiza y, sobre todo, viven apartados del pueblo".
La propuesta desde la entidad fue, “irse a un piso compartido", prosigue, "donde siempre habría profesionales para supervisar y prestar los apoyos necesarios; sin embargo, las decisiones fundamentales las deberían tomar ellos".
Las tres chicas que hasta ese momento residían en la residencia, aceptaron la propuesta y de forma voluntaria abrazaron el reto para vivir de forma autónoma.
Balance de los primeros meses de vida independiente
"La maravilla que nos encontramos es que (nuestras trabajadoras) dedican una gran parte de su tiempo a supervisar, y cada vez menos a las labores mecánicas", comenta feliz Teresa. Todo porque las tres mujeres "dieron un salto abismal en sus capacidades físicas y en su desarrollo cognitivo en cuanto se mudaron".
En el barrio del centro de Caravaca ya las conocen, y no es raro que María Luisa o sus compañeras vayan algún día solas a comprar fruta o flores o que entren a la cafetería de su calle a merendar. Y aunque ellas mismas admiten tener sus "cosillas" se han hecho "muy amigas", subraya María Luisa.
Para las expertas, estas relaciones de apoyo mutuo benefician "y mucho" su capacidad cognitiva. Berta González asevera que otra de las ventajas del proyecto es que "las personas con discapacidad intelectual conocen a sus vecinos y establecen redes de apoyo".
También, realizan actividades sin que éstas sean específicas para este colectivo, como las clases de los centros municipales o culturales. Con todo, "lo más importante es que el resto de la ciudadanía vea a estas personas y se haga consciente de que existen y de que hay que integrarlas".
Y desde el punto de vista de las personas con discapacidad intelectual que participan en el proyecto, María luisa explica que: "A mí me gusta mucho ir a merendar fuera", aunque a veces también se toma el café en casa de su vecina de arriba. "Ellas nos preparan tartas y nosotras les llevamos flores", relata, "aunque ahora, con el coronavirus, nos vemos menos".
Sin embargo, lo que más aprecia de su nueva vida es haber vuelto a tocar el piano. "La música siempre me ha gustado mucho. Mi madre ponía la radio muy alta en el patio, y ella me enseñó a tocar. En la residencia yo no podía, porque se montaba mucho jaleo, pero ahora sí. Todos los días".
Continuidad del proyecto
Actualmente, seis compañeros de su misma residencia aguardan a que se les asigne casa, y "en toda España hay decenas en lista de espera". Por eso, las tres exigen apoyo y financiación a las administraciones. La más tajante es María Luisa: "Queremos que nos ayuden porque tenemos derecho a una vivienda, como dice la Constitución".
Pide para sí la libertad de quedarse un día en la cama si está cansada, de decidir qué quiere comer y, sobre todo, de tocar su piano. Las tres jóvenes coinciden en, la libertad de llevar una vida: "Como quieran, pero la suya" con cierta independencia sin que su discapacidad intelectual les impida llevar una vida propia.
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