Al igual que los animales necesitan de la vegetación, también ocurre a la inversa. La falta de fauna en los ecosistemas vegetales pueden provocar daños en la flora, e incluso provocar la redistribución vegetal.
Existen áreas geográficas que se convierten en zonas protegidas desde un punto medioambiental debido a su fauna y flora, lo que les convierte en espacios aislados de la actividad humana para evitar su deterioro biológico y ecológico.
Los bosques tropicales intactos son bien conocidos como un crucial sumidero de carbono global, ya que ralentizan el cambio climático al eliminar el carbono de la atmósfera y almacenarlo en los árboles.