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Uno de los de sucesos más oscuros y mediáticos de la democracia española, llega a Netflix 25 años después. 'El caso Alcàsser' ya está disponible en streaming. Un documental sobre el asesinato de las tres menores valencianas, la investigación y el juicio, que contribuye a desmontar las teorías conspirativas que aún le rodean.
Dirigida por Elías León Siminiani y Ramón Campos como productor, el mismo equipo que funcionó en 'El caso Asunta' (2017). Una de las conclusiones más evidentes de sus cinco capítulos es el peligro que entraña la justicia mediática paralela, hecho inédito hasta entonces.
¿Será cierto todo lo que nos han contado hasta ahora?
Si en las primeras semanas tras la desaparición y el hallazgo de los cadáveres programas como 'Quien sabe donde' de Paco Lobatón y especialmente 'De tú a tú' de Nieves Herrero incitaran la espectacularización del dolor ajeno, años después, durante el juicio, 'Esta noche cruzamos el Mississippi' de Pepe Navarro mostró hasta dónde es capaz de llegar un padre al que no le han permitido hacer el duelo alejado de los focos.
«Hay que tener en cuenta que era la primera vez de muchas cosas», dijo Siminiani durante la conversación realizada en la Cineteca de Madrid. «Las televisiones privadas estaban recién llegadas y Alcàsser fue el primer gran ring en la batalla por la audiencia que estaba arrancando, eso explica muchos de los excesos que se cometieron».
El equipo de 'El caso Alcàsser' frente a ese sensacionalismo extremo, apostó por la neutralidad y el rigor: en el documental no hay voz en off ni opiniones de expertos, sólo testigos relacionados con el caso.
«En nuestro planteamiento narrativo teníamos claro que tampoco habría dramatización de los hechos y que no se mostrarían los cuerpos de las niñas», aseguró Ramón Campos (Bambú Producciones), que contó desde el primer minuto con el visto bueno de las familias de Miriam García, Toñi Gómez y Desiré Hernández.
El documental incluye 58 testimonios
Debemos recalcar que en realidad, se entrevistó a mas 150 personas. 'El caso Alcàsser' cuenta con más de 228 horas de entrevistas grabadas a lo largo de un año y medio de producción. Además, se han revisado más de 5.500 folios, incluidos los 4.000 del sumario, la pieza separada sobre la búsqueda del prófugo Antonio Anglés y otros informes descartados de la investigación.
Contando con toda la información recaudada, el material más valioso posiblemente sean algunas de las imágenes del juicio que no se han visto hasta ahora. Incluidas partes del testimonio del único condenado, Miguel Ricart, excarcelado en 2013 tras la derogación de la doctrina Parot por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
«Es de lo más intenso que he vivido como cineasta, porque lo encapsula todo», ha descrito Siminiani.
Sobre las distintas teorías acerca de la culpabilidad de Ricart y Anglés, también apuntaban a altas esferas del poder, que se centra en el tercer episodio. El documental deja en evidencia el carácter endeble, cuando no claramente interesado, de las acusaciones. Y lo hace fundamentalmente a través de los testimonios y contradicciones del padre de una de ellas, Fernando García, del criminólogo Juan Ignacio Blanco -ambos fueron condenados en 2009 por injurias y calumnias- y del forense encargado del segundo análisis Luis Frontela.
No obstante, el documental deja entre ver errores y falta de información en la investigación. «Hemos expuesto todo, hasta lo que no entendemos y que sea el espectador quien saque sus conclusiones», ha dicho Campos, también coguionista de la serie. «Cuando ocultas algo al público, abonas el terreno para las teorías conspirativas, pero a día de hoy eso es más complicado, porque la sociedad es más transparente», ha agregado.
Siminiani, en este sentido, ha insistido en la necesidad de contextualizar los hechos, entre los años 1992 y 1997, «entre el clímax del felipismo y el arranque del gobierno de Aznar», una época que no tenía nada que ver en cuanto a los protocolos de comunicación.
El director ha agradecido el tiempo del que ha dispuesto para llevar a cabo una investigación rigurosa, a diferencia de los programas de la época, que «tenían que generar contenido constantemente» con la presión de las audiencias.
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