El silencio del mundo musulmán ante la represión en Xinjiang tiene un precio

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10/12/2018 - 10:55
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Pekín, 10 dic (EFE).- Los países de mayoría musulmana han optado por el silencio ante la represión que sufren las minorías musulmanas en China a cambio de mantener los multimillonarios lazos que los unen al gigante asiático, que ha detenido en sus centros de "reeducación" en Xinjiang a cerca de un millón de musulmanes.

Mientras el mundo musulmán mira hacia otro lado, Occidente abandera la denuncia internacional ante esta persecución religiosa, una de las peores violaciones de los derechos humanos del Gobierno de Xi Jinping, que insiste en que estas acusaciones son fruto de una conspiración occidental.

"El silencio de los estados no occidentales está ayudando a China a justificar que son críticas con un sentimiento 'antichino' fruto de los prejuicios de Occidente", explica a Efe Peter Irwin, del Congreso Mundial Uigur, que reúne en el exilio a miembros de esta minoría étnica de religión musulmana que habita principalmente en Xinjiang, en el noroeste de China.

La clave para entender este silencio, que contrasta con otras denuncias públicas durante la persecución contra la minoría musulmana rohinyá en Birmania, son los intereses económicos y geoestratégicos que China viene potenciando con Oriente Medio en los últimos años y que lo han convertido en el segundo socio de la región.

La investigadora de Human Rights Watch (HRW) Maya Wang apunta concretamente a la iniciativa conocida como Las Nuevas Rutas de la Seda, el ambicioso proyecto chino con el que Xi busca promover las relaciones con este bloque geográfico a golpe de multimillonarios préstamos.

"Denunciar violaciones de derechos humanos no es fácil y menos cuando afecta a una potencia como China", comenta Wang, una cuestión que se agrava debido a que "muchos de esos países tampoco respetan los derechos humanos" en sus territorios.

Solo Turquía se atrevió a criticar públicamente a Pekín durante el Examen Periódico Universal del Comité de Derechos Humanos de la ONU celebrado el mes pasado en Ginebra, donde el resto de países musulmanes alabaron los logros en la lucha contra la pobreza o la contaminación, sin mencionar la represión en Xinjiang.

Al igual que otros representantes occidentales en el Comité, la portavoz turca manifestó "la creciente preocupación con las prácticas administrativas que incluyen restricciones en derechos y libertades básicas como el internamiento de individuos sin base legal".

Sorprendió la reserva de Kazajistán, socio clave de China en las Nuevas Rutas de la Seda, pese a que ciudadanos con ascendencia en ese país se encuentran retenidos -sin haber cometido ningún delito- en estos campos donde exdetenidos y organizaciones de derechos humanos denuncian torturas, lavados de cerebro y muertes bajo custodia.

"El caso de Kazajistán es muy llamativo", asegura Wang, que también destaca que la Organización para la Cooperación Islámica (OIC, en inglés) no se haya pronunciado públicamente sobre estos centros de internamiento, que según el Gobierno son "de formación profesional".

"Ayudaría si alzaran la voz conjuntamente", añade, y recuerda que China interroga arbitrariamente a aquellos que mantienen algún tipo de vínculo con más de una veintena de países que integran la OIC bajo el amparo de su polémica lucha contra el terrorismo.

Preguntados por Efe sobre las violaciones que se producen en Xinjiang, ni la OIC ni las embajadas en China de Turquía, Kazajistán y Malasia quisieron hacer ningún comentario.

"Estos países no tienen ningún incentivo para realizar una declaración pública", asegura Iwin, ya que "los intereses económicos tienden a ser primordiales".

El comercio bilateral de China con Oriente Medio ha pasado de los 36.700 millones de dólares en 2004 a los 191.352 millones en 2017, lo que supone un incremento anual del 11,9 %. En 2017, la inversión directa china en estos países se situó en los 1.260 millones de dólares.

Detrás del silencio de Pakistán, por ejemplo, podría estar el multimillonario Corredor Económico China-Pakistán (CPEC), ruta comercial que proporcionará al gigante asiático una puerta al mar Arábigo para el tráfico de mercancías.

Tampoco Arabia Saudí o Irán están dispuestos a dañar sus relaciones con Pekín y poner en riesgo sus exportaciones de petróleo, ni Malasia a perder su principal fuente de inversión extranjera.

Mientras, con motivo del Día Internacional de los Derechos Humanos, la Unión Europea ha vuelto a denunciar las detenciones masivas, la falta de libertad religiosa y la intimidación que sufren las minorías musulmanas en Xinjiang.

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