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Madrid, 28 ene (EFE).- La politóloga Margaret Levi, catedrática de la Universidad de Stanford (EEUU), considera que el servicio de taxi y el de vehículos de transporte con conductor (VTC) “no tienen que ser excluyentes” y aboga por un modelo de convivencia en el que “cada conductor reciba un pago y unos beneficios sociales decentes, ya sea taxista o trabaje para Uber", porque hay que "proteger al trabajador".
En entrevista con Efe, también ha hablado de la pérdida de empleos por la llegada de los robots, que será “terriblemente disruptiva a corto plazo", y pide responsabilidad social para "preparar a las personas" ante la mayor "flexibilidad" en el empleo, durante su visita a Madrid para su investidura como doctora honoris causa por la Universidad Carlos III.
"La irrupción de Uber es un tema muy complicado. No es cierto que en EEUU se considere un asunto fácil y allí tenemos la misma discusión. Europa ha sido más fuerte en el intento de impedir la entrada del servicio de carrera compartida y al intentar regularlo”, explica esta experta de la universidad californiana.
La ventaja de los VTC “es su flexibilidad, porque en función de la ciudad sirven a muchos usuarios mejor que los taxis; sobre todo en lugares que no existe un buen servicio de taxi”. Además, permiten “una cierta competitividad que, bajo las circunstancias correctas, puede producir innovación y mejoras respecto al servicio ya existente”, indica.
“Un servicio no tiene que excluir al otro. Hay que buscar un modelo donde la persona que está dando un servicio reciba un pago decente y tenga beneficios decentes. Hay que proteger al trabajador, porque tanto aquí como en EEUU muchos taxistas y conductores de Uber no trabajan para si, sino para otros que poseen las licencias y los explotan”, agrega.
"No es que los conductores de VTC estén haciendo menos dinero, sino que reciben menos beneficios sociales y debemos ocuparnos de que todos, independientemente del modelo, reciban prestaciones sociales por su trabajo. Me preocupa que en Estados Unidos eso no ocurre”, continúa.
A su juicio, los cambios tecnológicos producen inicialmente "pérdida de empleo que luego se convierte en incremento. La pregunta ahora es qué va a pasar con la llegada masiva de los robots, si al final generará o no nuevas oportunidades de trabajo".
"Sí sabemos es que será terriblemente disruptiva. Habrá ganadores y perdedores a corto plazo. Sabemos que los empleos serán muy distintos en el futuro, con mucha más flexibilidad que antes y tenemos la responsabilidad de preparar a las personas para hacer los nuevos tipos de trabajo y adquirir habilidades para adaptarse", asevera.
Además de dotarles de "seguro social, prestaciones por desempleo, recursos educativos, pensiones, para que puedan sobrevivir en un entorno de trabajo flexible", también habrá que "dar dignidad a los trabajos de cuidado de niños, mayores, enfermos", que serán siempre demandados.
Otra posibilidad para reciclar a las personas es el mantenimiento de infraestructuras públicas, como ocurrió en el gobierno de Roosevelt, con "la reconstrucción de puentes, carreteras y parques. Hay múltiples posibilidades de enfrentarse a las disrupciones venideras", considera.
Sobre la hipótesis de que los ingresos generados por los robots se redistribuyan mediante una renta básica universal, cree que "no hay que enfocar en esto como única solución, porque las evidencias no están claras. Hay opiniones a favor y en contra. Lo importante es hallar nuevos mecanismos para repartir más" la riqueza y el trabajo y asegurar que todos estén mínimamente protegidos.
"Cómo crear un nuevo marco económico político moral es la gran tarea del Centro de Estudios Avanzados sobre Ciencias del Comportamiento, que dirijo en Stanford. Nos encontramos en el proceso de construir una red capaz de crear la clase de pensamiento y política que necesitamos para un futuro en el que nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos podamos sobrevivir y prosperar", indica.
Se trata de "una empresa colectiva en la que deben comprometerse estudiosos y pensadores a través de las disciplinas académicas y desde distintos sectores de la sociedad", concluye la investigadora que ha visitado España varias veces invitada por la UC3M y por el Instituto Juan March.
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