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El nombre de un fenómeno meteorológico puede parecer meramente decorativo, pero en realidad cumple una función crucial en la comunicación y la concienciación pública. Huracanes como 'Ernesto' y borrascas como 'Filomena' no solo tienen nombres para diferenciarlos, sino también para facilitar la atención y las respuestas ante estos eventos.
En Europa, aunque solo se nombran borrascas de gran impacto oficialmente, la práctica ha mostrado ser efectiva en alertar al público y en fomentar una mayor atención hacia las advertencias meteorológicas.
El propósito de los nombres
Nombrar fenómenos meteorológicos tiene como objetivo hacer que la información sea más accesible y memorable para el público. Según Jesús Barroso, representante de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en el grupo de trabajo Storm Naming, es mucho más sencillo recordar un nombre de persona que siglas o códigos.
Este enfoque tiene la intención de aumentar la concienciación sobre las previsiones meteorológicas y las recomendaciones de las autoridades de Protección Civil. De esta manera, los ciudadanos pueden tomar medidas de autoprotección más efectivas. Aunque en Europa se ha nombrado ocasionalmente a fenómenos como olas de calor de manera no oficial, la práctica principal se centra en borrascas y eventos de gran impacto.
El proceso de nominación
La tradición de nombrar fenómenos meteorológicos comenzó con los huracanes en el Atlántico, un sistema que se formalizó en 1953. Los nombres son asignados por el Centro Nacional de Huracanes (NHC) de Estados Unidos y siguen una lista preestablecida de 21 nombres que alternan entre masculinos y femeninos.
En Europa, el proceso es gestionado por el grupo Storm Naming, bajo el marco de EUMETNET, la Asociación de Servicios Meteorológicos Europeos. Este grupo está compuesto por los servicios meteorológicos nacionales de varios países, incluidos Portugal, Francia, Bélgica, Luxemburgo y España. Cada año, se confecciona una nueva lista de nombres siguiendo un orden alfabético para facilitar la identificación continua a lo largo de la trayectoria del fenómeno.
En 2015, se llevó a cabo un proyecto piloto en Gran Bretaña e Irlanda que mostró que hasta un 55 % de las personas cambiaron su comportamiento ante la advertencia de una borrasca cuando se usaba un nombre propio. Esto subraya la importancia de nombrar estos fenómenos no solo para la claridad en la comunicación, sino también para la efectividad en la respuesta del público. La selección de nombres, cuidadosamente diseñada para ser fácil de pronunciar en varios idiomas, asegura que los fenómenos meteorológicos sean reconocidos y recordados a través de sus trayectorias, mejorando así la eficacia de las advertencias meteorológicas a nivel internacional.
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