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Puerto Gonzalo Moreno (Bolivia), 11 feb (EFE).- La fortaleza de las amazonas, guerreras mitológicas, se ve reflejada en mujeres de la Amazonía boliviana con el triple papel de madre, esposa y trabajadora que garantiza la supervivencia de familias que subsisten de la zafra, la recogida de castañas.
Son ellas las que se trasladan con sus maridos a recoger los cocos de donde sacan las castañas, también conocidas como almendras en la zona, y las que trabajan en las fábricas, cocinan, limpian en casa y cuidan de los hijos.
La zafra o recolección de la castaña, uno de los trabajos más recurrentes en el norte amazónico de Bolivia, tiene a las mujeres como referentes del buen porvenir de la campaña.
Marta Teresa de Alarce vive en una comunidad de Puerto Gonzalo Moreno, en el Amazonas boliviano, desde hace 38 años.
Ella fue la primera de la familia en dedicarse a la cosecha de castaña, aunque la agricultura siempre había estado presente en su vida.
"Nosotras también vamos a la castaña con mi esposo, con mis hijas, recolectamos la castaña entre todos", explicó a Efe.
La mujer reconoce que las tareas domésticas se reparten entre sus hijas y ella, lo que no les impide continuar con el duro trabajo de recolección y procesamiento de la castaña.
Lo mismo sucede con Heidi Galindo, asentada en el municipio amazónico de Contravaricia desde hace 40 años, quien comparte con sus cuatro hijas el reparto de tareas y el trabajo de la zafra.
No obstante, Galindo ve complicado que la familia continúe esa senda "porque las cuatro hijas son mujeres y lo primordial para ellas es el estudio".
Como en muchos otros sectores, las mujeres permanecen en puestos bajos con sueldos inferiores a los de sus colegas masculinos, a lo que tienen que sumar el trabajo doméstico y el cuidado de los hijos.
Antaño, las mujeres de la zafra, tanto en la recolección como en las fábricas, llevaban a sus hijos al trabajo a pesar del riesgo que eso podía suponer: desde la picadura de una víbora o un mosquito con malaria, hasta la caída de un coco o enfermedades por insalubridad.
El Código Niño, Niña, Adolescente, aprobado en 2014, prohíbe 21 tipos de trabajo infantil considerados peligrosos, entre los que aparecen la zafra, la minería, los oficios en industrias y el servicio doméstico.
Este cambio, a priori muy positivo ya que frenaba por completo el trabajo infantil, repercutió negativamente en las mujeres, porque en ese momento dejaron de poder llevar a sus hijos al trabajo y no encontraban ninguna alternativa para sus cuidados.
Algunas empresas como Santa Isabel en Riberalta, considerada una de las capitales de la Amazonía boliviana, firmaron convenios con las autoridades para que las mujeres pudiesen dejar a sus hijos en una guardería cercana de la beneficiadora de castaña, aunque esta situación no se repite en todos los casos.
Las beneficiadoras son las fábricas en las que se procesa la castaña a través de varias técnicas de selección y secado para su posterior exportación, principalmente a Estados Unidos y Europa.
Sonia Tellerín, dirigente de la Federación de Trabajadores Fabriles de Riberalta, señaló a Efe que "el 80 % de trabajadores en las fábricas de procesamiento de la castaña son mujeres, especialmente en el quebrado manual".
Debido a la delicadeza del proceso de limpieza y selección, los empresarios prefieren contratar a mujeres porque "trabajan mejor y con más cuidado".
Solo en Riberalta la federación representa a casi 6.000 personas fabriles repartidos en 16 beneficiadoras.
Por el contrario, según los datos del sindicato de zafreros, solo el 10 % de los empresarios son mujeres, lo que indica que el poder continúa en manos de los hombres.
En términos generales las empleadas ganan el sueldo mínimo de Bolivia, unos 2.000 bolivianos mensuales (unos 230 euros), aunque algunas suman pluses de antigüedad.
Ellas son el sostén familiar y las que hacen números para mantener a todos sus miembros, un hecho que hasta los propios hombres reconocen en la zona: "ellas administran mejor el dinero".
Estas mujeres necesitan más apoyo para liberarse de este triple papel y poder acceder a mejores condiciones laborales, una realidad que estas 'amazonas' están todavía lejos de alcanzar.
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