Contra la lepra no basta el tratamiento, debemos superar la discriminación

El Día Mundial de la Lepra se celebra desde 1954 cada último domingo de enero con la intención denunciar la preocupante presencia que esta enfermedad milenaria tiene aún en países de Asia, América Latina y África y sensibilizar a la sociedad en la lucha contra ella.

Día Mundial contra la Lepra: Generar conciencia y reducir el estigma

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la lepra es una enfermedad infecciosa crónica causada por Mycobacterium leprae, un bacilo acidorresistente con forma de curva. Afecta fundamentalmente a la piel y al sistema nervioso y es conocida también como enfermedad o mal de Hansen, en honor al doctor noruego Armauer Hansen (1841-1912), quien descubrió en 1876 el bacilo que la origina. 

La lepra avanza muy lentamente, lo que dificulta determinar el momento y lugar donde se contrajo. Las primeras lesiones no se manifiestan hasta transcurridos entre tres y diez años desde el momento del contagio. Los síntomas iniciales consisten en una pérdida evolutiva de la sensibilidad y dolor espontáneo en el recorrido del nervio, así como la aparición de manchas o nódulos localizados de color pálido o rojizo y sequedad en diversas zonas de la piel. 

Afecta principalmente a la piel, los nervios periféricos, la mucosa de las vías respiratorias altas y los ojos. Esta enfermedad es curable si se trata en las primeras fases y, en algunas casos, se puede evitar la discapacidad que puede conllevar.

La lepra es curable con un tratamiento

Asimismo, como consecuencia de las lesiones en el sistema nervioso, los músculos sufren parálisis y pérdida de sensibilidad. Las glándulas que lubrican la piel no funcionan con normalidad, lo que puede ocasionar infecciones secundarias, la sustitución de tejidos sanos por tejidos muertos y la destrucción del hueso.

En fases más avanzadas se producen entumecimientos en las extremidades, debilidad muscular, aparecen nódulos o tumores por todo el cuerpo, la piel se arruga, se hincha y muestra una total insensibilidad al dolor y a cambios de temperatura, lo cual hace que el enfermo sufra heridas o quemaduras sin percatarse de ello.

Las manos pueden adormecerse y los músculos pequeños se paralizan

Todavía existen más de siete millones de enfermos en el mundo. Esto es debido a que esta enfermedad está intrínsecamente relacionada con factores propios de los países de menor desarrollo, donde la miseria y la pobreza dificultan el acceso de los enfermos al tratamiento de cura y propician que perdure la dolencia.

Por otro lado, no se ha erradicado tampoco por la continua marginación a la que se ven expuestos los afectados. Generalmente, se aíslan de la sociedad para ocultar su enfermedad o son obligados a permanecer en lugares de difícil acceso debido a un irracional miedo al contagio.

¿Cómo se contagia?

La Organización Panamericana de la Salud ha explicado que la lepra se transmite a través del tracto respiratorio superior, de una persona no tratada a otra, a través del contacto directo y frecuente. Una persona no se puede enfermar con un simple contacto con una persona que la tiene.

Aunque no es muy contagiosa, se transmite por gotículas nasales y orales cuando hay un contacto estrecho y frecuente con enfermos no tratados. Los síntomas suelen comenzar con manchas en la piel, que posteriormente se convierten en lesiones cutáneas con una coloración más clara que la piel normal y con pérdida de la sensibilidad.

Datos importantes sobre esta afección

• En algunos casos los síntomas pueden aparecer en 1 año, pero también pueden tardar hasta 20 años.
• Más de 40 casos son diagnosticados en niños a diario en todo el mundo.
• Se puede curar con un tratamiento multimedicamentoso.
• Si no se trata, puede causar lesiones progresivas y permanentes en la piel, los nervios, las extremidades y los ojos.
• En 2017, se registraron 211.009 nuevos casos a nivel mundial.
• Es curable con un tratamiento que mata al agente patógeno, cura al paciente y detiene la transmisión.
• Si no se trata la lepra, las manos pueden adormecerse y los músculos pequeños se paralizan, lo que provoca que los dedos se curven.