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Rosie, una pequeña pingüina africana, provoca grandes sonrisas e ilusión a grupos de niños con discapacidad que se acercan a conocerla en el acuario de Scottsdale (Arizona, EE.UU.) Y es que, las terapias con animales aportan numerosos beneficios a los niños con discapacidad.
Rosie nació en el Odysea Aquarium en 2019 con algunas dificultades físicas. No podía sentarse sola y sus pies estaban desalineados. Los rayos X confirmaron que padecía ciertas anomalías esqueléticas.
Una pingüina con discapacidad
El equipo de expertos que la atendía creó un "jump-a-roo" del tamaño de un pingüino para ayudar a fortalecer los músculos de sus piernas.
Rosie vive en la actualidad en el acuario de Scottsdale, donde hace las delicias de grupos de niños con discapacidades diversas (autismo, parálisis cerebral u otras) que se enfrentan a desafíos únicos.
Al igual que a los otros pingüinos, a Rosie le encanta comer, aprender nuevos comportamientos, acurrucarse y nadar. No es de extrañar que su vínculo con el equipo de cuidadores de animales sea fuerte y que esté ansiosa por explorar todas las áreas del acuario.
Aunque el equipo todavía practica fisioterapia con ella, le está retirando la asistencia poco a poco, con la intención de que se convierta en una pingüina totalmente independiente.
Terapias con animales para niños con discapacidad
Los expertos en el tratamiento de niños en situación de discapacidad coinciden en afirmar que la relación con animales les ayuda a sentirse valiosos.
Se dan muchos casos de niños con discapacidad que presentan dificultades para relacionarse con otros niños. Las terapias con animales les ayudan a crear vínculos especiales, y posibilitan un mayor y mejor desarrollo.
Se ha comprobado que las terapias con animales promueven la confianza y la autoestima de los niños con discapacidad, y les motivan a que interactúen y se hagan más fuertes.
Entre otros beneficios, les ayudan a vivir experiencias llenas de afecto y emoción. Jugar con los animales les lleva a forjar lazos de amistad y a conocer sus emociones. Este último aspecto resulta muy útil en el tratamiento de niños con síndromes del espectro autista, ya que les motiva no solo a conocer, sino también a transmitir sus emociones.
Autismo, parálisis cerebral y síndrome de Down
La interacción con animales permite a los niños con discapacidad mejorar sus habilidades sociales. En particular, los niños con autismo evolucionan de modo muy favorable cuando se relacionan con animales -en especial el perro o el caballo- puesto que de ellos emanan emociones como la tristeza o la alegría, de las que carecen los niños con síndromes del espectro autista.
Además del autismo, las terapias con animales son muy aconsejables en los casos de parálisis cerebral o síndrome de Down.
Los pequeños que padecen parálisis cerebral mejoran su estado de ánimo y su motivación personal. Cuando la parálisis produce espasticidad (hipertonía muscular de origen cerebral que se manifiesta por espasmos), los niños mejoran por el simple hecho de acariciar al animal, lo que contribuye a eliminar el estrés y la ansiedad.
A los niños con síndrome de Down tener un animal les beneficia en los aspectos conductuales y sociales. Las relaciones con animales contribuyen a apaciguarlos y aumentan su tolerancia a la frustración, ya que se normalizan situaciones que ellos pudieran apreciar distintas a las que experimentan el resto de los niños.
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