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Ante la llegada de la vacuna contra el coronavirus, el mundo se divide todavía más. Por un lado se sitúan los países ricos, que ya han comprado o apalabrado dosis de vacunas suficientes para inmunizar a sus poblaciones varias veces; y por otro lado están los países pobres, el tercer mundo.
Aunque se ha creado un mecanismo internacional, el Covax, para garantizar la equidad en la distribución de la vacuna que ya ha recaudado más de 1.700 millones de euros, no está suficientemente dotado todavía para afrontar la batalla en el mercado en igualdad de condiciones.
Esa desigualdad es la que ha impulsado a la India y Sudáfrica a solicitar a la Organización Mundial del Comercio (OMC) que suspendan los derechos de propiedad intelectual sobre cualquier tecnología, medicamento o vacuna contra el coronavirus, al menos, hasta que se consiga la inmunidad de grupo global, que la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula en el 70 % de la población del planeta.
Casi 70 países del tercer mundo sólo podrán vacunar a una de cada diez personas el año que viene
Mientras, las naciones más ricas han comprado dosis suficientes para vacunar casi tres veces a toda su población antes del final de 2021.
Esta sobrecompra se ha hecho, sobre todo, ante la posibilidad de que algunas vacunas no fueran efectivas.
Canadá tendrá un ‘stock’ para vacunar cinco veces a su población
Un informe redactado por varias ONG como Amnistía Internacional y Oxfam pertenecientes a la Alianza Vacuna del Pueblo, indica que Canadá es el país que más vacunas ha comprado y, si todas las dosis salen adelante y son aceptadas por las agencias de medicamentos, podría vacunar hasta cinco veces a cada ciudadano.
Las ONG sostienen que los países ricos, que representan el 14 % de la población mundial, han comprado hasta el 53 % de las vacunas más prometedoras hasta la fecha.
Por tanto, organizaciones como Amnistía Internacional, Frontline AIDS, Global Justice Now y Oxfam reclaman una “vacuna del pueblo”. La responsable de políticas de Salud de Oxfam, Anna Marriott, declaró que “nadie debería quedarse sin una vacuna que salva vidas por el país en el que vive o por la cantidad de dinero que tiene en el bolsillo”.
Por su parte, Heidi Chow, de Global Justice Now, afirmó que “todas las grandes empresas farmacéuticas e instituciones de investigación que están trabajando en una vacuna deben compartir la ciencia, los conocimientos tecnológicos y la propiedad intelectual relativos a su vacuna para que se puedan producir suficientes dosis seguras y efectivas”.
A pesar de las medidas adoptadas para ampliar el suministro, “el año que viene sólo podrán llegar al 18 % de la población mundial como máximo”, según los cálculos de la alianza formada por las mencionadas ONG.
Hasta que la cuestión se resuelva, el choque de argumentos y cruce de declaraciones están garantizados
Se han pronunciado en contra de esta iniciativa por los países del tercer mundo, los principales países europeos (incluida España) y norteamericanos, así como Brasil, Japón y Australia
India, Pakistán, Kenia, Mozambique, Eswatini (la antigua Suazilandia) y Sudáfrica patrocinan la iniciativa.
“Los derechos de propiedad intelectual ni deben suspenderse, ni es necesario hacerlo, ya que el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio en su artículo 31 ya ofrece suficiente flexibilidad, mediante el establecimiento de un sistema de licencias obligatorias especiales, para poder hacer frente al suministro y distribución de medicamentos y productos sanitarios durante la pandemia de la covid-19″, argumentan desde el Ministerio de Industria y Comercio español. “No hay ninguna prueba de que los derechos de propiedad intelectual sean una verdadera barrera en relación con los medicamentos y tecnologías relacionados con la covid-19″.
Los países miembros de la UE consideran más útil financiar los fondos globales para la repuesta al coronavirus que la propuesta de la India y Sudáfrica que solo conseguiría desincentivar la innovación.
Todo apunta a que las naciones más prósperas no cambiarán su parecer ante el acceso a la vacuna del tercer mundo.
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