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Vivimos rodeados de plástico. Miles de objetos que usamos en nuestra vida diaria, como bolsas y botes de plástico acabarán algún día en vertederos o bajo el agua si no se reciclan.
Las cifras espantan y dan la vuelta al mundo de forma constante. Según Greenpeace, cada año los mares y océanos son receptores de hasta 12 millones de toneladas de plástico, el equivalente a 1.200 veces la Torre Eiffel. Este residuo tarda cientos de años en descomponerse. Por ejemplo, una botella de plástico lo hace en 500 años. Además, en su camino hacia la descomposición o, más bien, reducción, acaba convertido en microplásticos que se infiltran en todos los ecosistemas, incluido el aire, y provocan la muerte de cientos de miles de animales en todo el mundo, por ingesta, toxicidad, asfixia y atrapamiento.
Los datos que las plantas industriales son capaces de reciclar tampoco son muy halagüeños, ya que, a grandes rasgos, se estima que solo el 30 % del plástico depositado en los cubos especiales acaba siendo realmente reciclado en España.
Ante este problema mundial, surgen medidas transnacionales para que los Gobiernos eviten o reduzcan el consumo de plástico, bien prohibiendo los plásticos de un solo uso o reclamando a los supermercados que retire los mayores envases posibles en aras de reducir residuos y alcanzar la ansiada economía circular que asegure un planeta sostenible, partiendo como base de los Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados por Naciones Unidas para 2030.
Las empresas se tienen que implicar en la reducción de plástico
Cada vez son más las compañías que optan por reducir plástico en sus productos, lo que además informan a los consumidores a modo de campañas de sensibilización, incluidas multinacionales, cuyos productos se venden de forma masiva, como por ejemplo, IKEA o Apple, por citar algunas.
Además de promover que los consumidores no compren bolsas de plástico, bien sustituyéndolas por bolsas biodegradables o fomentando el uso particular de bolsas de tela, como hizo el año pasado Carrefour, los supermercados, como importantes centros emisores de este material, han de involucrarse en esta tarea, ya que es habitual ver en ellos una gran cantidad de productos envueltos en este armazón, especialmente botes de plástico pero también perecederos como fruta y verdura. Por suerte, el plástico que envuelve estos alimentos parece tener los días contados, al menos en Francia y España, después de que el presidente Macron anunciase su fin para el año que viene y que España lo hiciese para 2023, con la Ley de residuos mediante aún sin aprobar y que llama a reducir su uso de forma considerable.
El caso de una empresa que hace champú sin botes de plástico es solo un ejemplo de lo mucho que se puede hacer
Las empresas familiares o medianas también son un importante actor social en este sentido, ya que la suma de todas ellas confiere un tejido colosal de emisión de plástico. Así, Business Insider se hizo eco del caso de Beauty and the Bees, una compañía canadiense de productos para el cuidado de la piel y el pelo cuya bandera es el uso de ingredientes naturales y envases más respetuosos con el medio ambiente que los botes de plástico, como papel, madera o vidrio.
"A lo largo del tiempo de una vida, la mayoría de personas se lava el pelo unas 12.000 veces, enviando a los ecosistemas cerca de 250 botes de plástico de champú y acondicionador. En medio de una crisis medioambiental, es hora de terminar con estos botes e incrementar el uso de las barras en el cuidado natural del pelo", explica la compañía en una de sus descripciones del champú hecho a base de aceites y cera de abeja, donde aseguran que son una de las primeras que surgieron con este método de fabricación, "décadas antes de que los 'residuos cero' fueran un asunto a tener en cuenta".
Además, las barras, que solo van envueltas en papel, están libres de químicos y duran incluso más que el champú en bote porque son "sólidos y concentrados". Uno de sus champús, por ejemplo, tiene forma de disco y dura 80 lavados, lo que equivale a tres botes convencionales.
A pesar de que sus productos biodegradables ya tienen 30 años de experiencia y de que vende 100.000 unidades al año, Jill Saunders, creadora de Beauty and the Bees, reconoce que su sistema es aún marginal frente a una industria valorada en más de 1.700 millones de euros y que sigue generando millones de botes de plástico al año.
El reportaje informa de que multinacionales como L'Oreal y Procter & Gamble comienzan a introducirse en el mercado de champú natural mientras surgen compañías como Unilever, cuyas barras de champú sin necesidad de botes de plástico se venden en más de 40 países. Este tipo de iniciativas demuestran que Innovación y ecologismo son dos palabras que pueden ir de la mano para desarrollar entre todos un planeta más sostenible.
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