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El número de días en que los habitantes de las ciudades en todo el mundo están expuestos a combinaciones extremas de calor urbano y humedad se ha triplicado desde la década de 1980. Así se explica en un estudio realizado por investigadores de las universidades de Columbia, California en Santa Bárbara y Minnesota (Estados Unidos), y publicado este lunes en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences’.
Los autores señalan que esta tendencia, que afecta ahora a casi una cuarta parte de la población mundial, es la combinación del aumento de las temperaturas y el crecimiento de la población urbana, según recoge Servimedia.
La escasa vegetación, el asfalto y el hormigón aumentan el calor urbano
En las últimas décadas, cientos de millones de personas se han trasladado de las zonas rurales a las ciudades, que acogen actualmente a más de la mitad de la población mundial. Allí, las temperaturas son generalmente más altas que en el campo por la escasa vegetación y la abundante superficie de hormigón, asfalto y otras superficies impermeables que tienden a atrapar y concentrar el calor, lo que causan el llamado efecto ‘isla de calor urbano’.
"Esto tiene efectos amplios. Aumenta la morbilidad y la mortalidad, afecta la capacidad de las personas para trabajar, resulta en una menor producción económica y exacerba las condiciones de salud preexistentes", apunta Cascade Tuholske, del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia y autor principal del estudio.
Temperatura de bulbo húmedo
Los investigadores combinaron imágenes satelitales infrarrojas y lecturas de miles de instrumentos terrestres para determinar las lecturas diarias máximas de calor urbano y humedad en 13.115 ciudades desde 1983 hasta 2016.
Fijaron el calor extremo en 30 grados centígrados de la llamada escala de ‘temperatura del globo de bulbo húmedo’, una medida que tiene en cuenta el efecto multiplicador de la alta humedad en la fisiología humana. Una lectura de bulbo húmedo de 30 grados es el equivalente aproximado de 41 grados Celsius en el llamado índice de calor de ‘sensación real’, el punto en el que incluso a la mayoría de las personas sanas les resulta difícil permanecer en el exterior por mucho tiempo y las menos sanas pueden enfermar mucho o incluso morir.
Las temperaturas de bulbo húmedo se miden cuando se envuelve el termómetro en un paño de algodón empapado de agua con el fin de averiguar la temperatura húmeda del aire, lo que refleja la capacidad de la humedad para evaporarse. Ése es el mecanismo para que el cuerpo humano mantenga su temperatura interna con la evaporación del sudor. A una temperatura de bulbo húmedo superior a cierto límite, el cuerpo humano no puede refrescarse bastante como para sobrevivir más que algunas horas.
Los investigadores compararon datos meteorológicos con estadísticas sobre las poblaciones de las ciudades durante el mismo periodo de tiempo para establecer una medida uniforme de días en que las personas están expuestas al calor extremo.
Así, el número de días-persona con exposición al calor urbano intenso pasó de 40.000 millones en 1983 a 119.000 millones en 2016, lo que supone casi un triple incremento. En 2016, cerca de 1.700 millones de ciudadanos se expusieron a tales condiciones meteorológicas durante varios días.
El mero crecimiento de la población urbana representó dos tercios de este aumento, mientras que el calentamiento real contribuyó con otro tercio. No obstante, las proporciones variaron de una región a otra y de una ciudad a otra.
La ciudad más afectada está en La India
Las ciudades más afectadas tienden a agruparse en las latitudes bajas, pero otras áreas también se están viendo afectadas. La localidad más afectada en términos de días-persona fue Dhaka (Bangladesh), con un incremento de 575 millones de días-persona de calor extremo durante el periodo analizado.
Solo la creciente población de Dhaka (de 4 millones en 1983 a 22 millones en la actualidad) causó el 80 % del aumento de la exposición al calor extremo.
Otras grandes ciudades que muestran tendencias similares de gran densidad de población son Shanghái y Guangzhou (China), Rangún (Myanmar), Bangkok (Tailandia), Dubái (Emiratos Árabes Unidos), Hanói (Vietnam), Jartum (Sudán) y varios municipios de Pakistán, India y la Península Arábiga.
Por otro lado, el calentamiento del clima aportó al menos el doble de la exposición al calor urbano extremo respecto al crecimiento demográfico en Bagdad (Iraq), El Cairo (Egipto), Kuwait (Kuwait), Lagos (Nigeria), Bombay y Calcuta (India), y otras grandes ciudades de la India y Bangladesh.
Las poblaciones de las ciudades europeas apenas han variado, por lo que los aumentos en la exposición allí fueron impulsados casi exclusivamente por el aumento del calor urbano. Los investigadores encontraron que un 17 % de los municipios estudiados agregaron un mes entero de días de calor extremo durante el período de estudio de 34 años.
"Muchas de estas ciudades muestran el patrón de cómo la civilización humana ha evolucionado en los últimos 15.000 años", recalca Tuholske, quien señala que muchas están ubicadas en climas cálidos donde la humedad es aportada por grandes sistemas fluviales, lo que las hizo atractivas para la agricultura y, finalmente, la urbanización. "El Nilo, el Tigris y el Éufrates, el Ganges. Hay un patrón en los lugares donde queríamos estar", añade.
Otro de los estragos de la civilización moderna
El experto concluye que "esas áreas", en referencia a las regiones de África y occidente asiático, "pueden volverse inhabitables". ¿La gente realmente va a querer vivir allí?", se pregunta. Cada año, especialmente en verano, contemplamos cómo la temperatura global bate numerosos récords de forma exponencial, y ya es habitual hablar de temperaturas que rozan y hasta superan los 50º en algunos países como Canadá, Australia, India o Irak.
El Acuerdo de París de 2015 fue claro al respecto. De no reducir de forma drástica las emisiones de carbono a la atmósfera, el calor urbano extremo aumentará y mundo asistirá a un crecimiento de la temperatura global de más de 2ºC, lo que sería catastrófico para el planeta y provocaría que aumentasen la frecuencia de fenómenos extremos como, precisamente, olas de calor. Si a esto sumamos las sequías, la pobreza, el hambre y los conflictos armados que asolan naciones enteras en las regiones del mundo más desfavorecidas, el futuro para buena parte de la población mundial no es halagüeño y es responsabilidad de las naciones establecer políticas transnacionales de impacto que miren por el bien común y que se preocupen por el futuro de las próximas generaciones, para lo cual es de suma importancia cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible que marca la ONU dentro de su Agenda 2030.
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