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El presidente Xi Jinping celebra la consecución de uno de los principales objetivos de su mandato: la eliminación de la pobreza extrema en China.
En una gran ceremonia en Pekín, Xi dijo que en los últimos ocho años casi 100 millones de personas han dejado la pobreza extrema
"Hemos completado la ardua tarea de erradicar la pobreza extrema", aseguró en un tono triunfalista el líder chino, que elogió al Partido Comunista y al sistema socialista como artífices del hito.
La magnitud de los logros obtenidos en la lucha por aliviar la miseria en el país es notable. Más de 850 millones de personas han dejado atrás la pobreza extrema en cuatro décadas.
En 1981, casi el 90 % de la población estaba por debajo del umbral de la pobreza absoluta fijado por el Banco Mundial. En 2019, la cifra no llegaba al 1 % y a finales de 2020, la prensa estatal china pregonaba su erradicación del país.
Un éxito propagandístico para Xi que permite consolidar su liderazgo y poner de manifiesto que China es un país próspero, con una pujante clase media, y que merece ser considerado como líder mundial.
Una meta que traspasaron al registrar la barrera de un ingreso anual de 4.000 yuanes (510 euros) o de 1,52 dólares diarios. El resultado eleva a 93 millones el número de personas que Pekín ha sacado de la pobreza extrema desde 2013.
Los críticos con el gobierno de Pekín interpretan, sin embargo, que este silencio refleja que la pobreza extrema sigue instalada en la sociedad china
El indicador que maneja el régimen chino (1,52 dólares diarios) es mucho más bajo que el umbral de 1,9 dólares fijado por el Banco Mundial, lo que sugiere que aún subsisten bolsas de pobreza absoluta en algunas zonas rurales.
A ello se suman los colectivos que se asoman al consumismo gracias a las ayudas que reciben de Pekín y de las autoridades locales y provinciales, pero que podrían verse abocados de nuevo a unas misérrimas condiciones de vida si dejaran de percibir esos subsidios.
Desde que asumió el cargo de secretario general del Partido en 2012, el líder chino ha recorrido decenas de aldeas empobrecidas para mostrar su apoyo a una campaña que los medios oficiales destacan ahora como uno de los logros de su legado político. Sin embargo, la brecha económica entre la población urbana y rural aumenta cada año. Cada vez son más los migrantes que se desplazan a la ciudad en busca de un futuro mejor para ellos y sus familias y poco les importa instalarse en ellas de forma legal o sin papeles. Están convencidos que en las metrópolis tendrán más calidad de vida, aunque sea precaria, y unas esperanzas que en el campo son inexistentes.
La evolución de la vida rural y urbana de China explica la supuesta desaparición de la pobreza absoluta del campo.
Como parte del programa, Xi destacó que desde 2012 se rehabilitaron viviendas en las que residen más de 25 millones de personas y que más de 9,6 millones de chinos fueron reubicados desde las áreas más empobrecidas del país, en su mayoría situadas en regiones inhóspitas y montañosas.
Aunque el gobierno asegura que los realojamientos son "voluntarios" y "necesarios" para el acceso a agua, comida y techo, y para que los ciudadanos puedan progresar, varias organizaciones de defensa de los derechos humanos critican la ausencia de transparencia. También se preguntan si el gobierno consultó a las personas realojadas o si las comunidades pudieron expresar libremente sus puntos de vista sin temor a represalias.
Pese a la creciente desigualdad, el Banco Mundial dice que desde finales de la década de los 70 del siglo pasado, China ha sacado de la pobreza extrema a 800 millones de personas gracias a las reformas emprendidas tras décadas de planificación estatal que asfixiaron la economía.
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