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Es más que frecuente en los mercados que corren que se esté constantemente aludiendo a la ralentización de la economía debido al conflicto sino-americano. Desde que Donald Trump, denunció el escandaloso desequilibrio de la balanza de pagos norteamericana con respecto a China y la imposición por su parte de gravámenes arancelarios a las importaciones de China, así como una estrecha vigilancia de las tasas de cambio para evitar efectos perniciosos en las relaciones comerciales entre ambos países, la ralentización de la economía se ha hecho más latente.
Tal preocupación es cierta y como tal se hace sentir en los mercados. No solo en Wall Street, sino que también repercute en directo sobre todos los mercados mundiales. Al margen del hecho incontestable de que la situación que E.E.U.U. denuncia es equiparable a la que sufre Europa entera, así como otras partes del mundo en vías de desarrollo (con la posible excepción de Alemania) por su particular situación en lo que se refiere a la excelencia y prestigio de sus productos industriales, y eso tampoco en forma significativa, que se refleja en los tremendos desajustes de las balanzas de pagos entre China y el resto de países. ¿Por qué dicha reclamación no se ha hecho de forma universal frente al gigante asiático? Así se podrían corregir estos desequilibrios entre los diversos estados. Perjuicios que son igual y ampliamente sufridos por todos ellos debido a una particular situación abusiva, propiciada por las excluyentes y específicas condiciones del modelo político y económico chino.
Cada uno tendrá sus razones pero si buscamos un mínimo común denominador, quizá, la razón sea que como contrapartida a esos desajustes en las balanzas de pagos, la presencia de capital chino financiando la deuda de todos ellos, es un hecho decisivo a la hora de no protestar. Desde la perspectiva norteamericana a largo plazo, quizá dicha tolerancia se debiera igualmente a la creencia de que favorecer el crecimiento económico de la economía china se acabará por traducir en una mejora sustancial del nivel de vida del pueblo chino. Así se alejaría la posibilidad de un conflicto propiciado por un país semejante en pie de guerra por una hambruna y miseria similares a las padecidas en los tiempos de Mao.
En todo caso, tal desequilibrio se viene produciendo desde hace décadas. El comportamiento “tramposo” de los chinos, obviando las normas más elementales de la organización mundial del comercio, es evidente. Incluso me atrevería a afirmar que hoy por hoy, tras algunas medidas de la nueva administración americana, se han producido mejoras notables en esas relaciones. Por ejemplo, al permitir que un inversor extranjero pueda tener la mayoría de una sociedad china (al menos sobre el papel) no como antes que era un auténtico escándalo, en que los socios chinos acababan controlando todo para expulsar luego al extranjero a la primera oportunidad.
¿Por qué entonces, precisamente ahora, surge este argumento para justificar una posible recesión en la economía mundial?
En mi opinión, cuando las verdaderas razones de una problemática son de tal naturaleza que se requeriría una reforma estructural de calado, tan profundo, que podría afectar al modelo político, económico y social de muchos estados, para alcanzar su solución verdadera, al menos temporalmente, se evita pues obligaría a tocar una serie de conceptos que se creían definitivo. Son las llamadas “conquistas irrenunciables”… como si en la naturaleza pudiera haber algo inmóvil, entonces para tapar el hecho se buscan argumentos que de alguna manera distraigan a la opinión pública, como la tinta del calamar. Suele tratarse de argumentos igualmente sólidos y razonables, lógicos, que sin necesidad de falsificar la realidad efectivamente constituyen un problema, si bien, dejémoslo claro, no son el problema con mayúsculas que aqueja a las economías de Occidente.
Hace pocos años sufrimos una recesión grave en Occidente que se reflejó en todo un mundo globalizado, en unos más en otros menos, aquellos cuyo nivel de desarrollo era mayor en proporción, padecieron sus efectos de una manera más aguda. El caso español, por ejemplo, fue una crisis muy severa. De dicha situación se nos ha vendido la idea de que fue superado aquel bache, a base de la solución taumatúrgica del BCE, la FED y demás organismos internacionales, inyectando liquidez a las economías y a los mercados, ¡recuerdo a Alan Greenspan de la FED hablando de lanzar billetes desde helicópteros, y a Mario Draghi afirmando que haría todo lo que hiciera falta! Se pensaba que así se superarían todos los problemas… Pero, eso no es así, tal como se está empezando a vislumbrar.
Una nueva crisis parece acercarse a las economías mundiales
El origen de dicha crisis, en mi opinión, puede en parte centrarse en torno a dos aspectos cruciales que afectan efectivamente a Occidente en general a Europa muy en especial e igualmente a China y su modelo económico social.
En Europa es claramente un problema de insuficiencia a la hora de proveer indefinidamente a un llamado “Estado de bienestar” y la asunción de medidas significativas que obliguen de nuevo a transferir responsabilidad a los ciudadanos en su vida que permita una reducción en el gasto público y así una reducción impositiva que a su vez incentive de nuevo la creación de riqueza. Pero este es un tema muy largo y este no es el sitio para abordarlo. El problema chino es el más singular, estos se han autoconvencido de que su modelo económico social mezclas de capitalismo en su forma más extrema y un régimen político elitista y autoritario al que denominan “el modelo político oriental” es el perfecto, que han dado con la piedra filosofal para evitar las crisis y regentar las relaciones humanas, pero…
Una crisis se avecina en China
El crecimiento acelerado de las pasadas décadas se está desacelerando, eso supone que sus planes económico sociales a largo plazo de ir incorporando cada vez más sectores y población a un bienestar colectivo que garantice la paz social y la preeminencia del actual partido comunista, está amenazado, y si se pone en riesgo su sistema se pone en riesgo la actual clase dominante, y eso para ellos y sus convicciones es un tema muy grave.
La tentación China para ahuyentar las consecuencias de una crisis económica clásica, es doble, uno: exportar la crisis, es decir mantener sus tasas de crecimiento y ocupación laboral a base de políticas de exportación agresiva, y ahí choca con Occidente y con todos sus vecinos. Y dos: fomentar el nacionalismo como medio de aglutinar a la población aprovechando el sentimiento de ofensa histórica del pueblo chino. Ambas alternativas pueden tener consecuencias muy graves para la estabilidad de la zona y mundial que influiría en los mercados de una forma decisiva.
Esta es la mayor amenaza que se cierne sobre las bolsas, la subida de tipos en Occidente y una guerra comercial. Esperemos que los chinos vayan cediendo y aclimatandose con una cierta liberalización de su sistema para acondicionar una situación de crisis clásica. Si por el contrario el partido comunista se empeña en demostrar que su sistema está a prueba de crisis y se empeña en sacar pecho en Oriente, tendremos un serio problema.
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