Lectura fácil
i te hablamos de Guijuelo, seguramente pienses en el jamón de bellota ibérico. Sin embargo, ¿sabías que este pequeño municipio de Salamanca, de poco más de 5.500 habitantes, destaca también por aplicar una tecnología para transformar los purines en combustible renovable? Lo hace gracias a un sistema innovador con el que, como veremos, el Ayuntamiento consigue dos objetivos: dar una segunda vida a los purines y evitar la contaminación que generan estos residuos.
El de Guijuelo es un ejemplo más de cómo instituciones públicas y privadas, enmarcadas dentro de una filosofía de economía circular, comienzan a apostar por la reutilización de residuos orgánicos procedentes de los cultivos, de las industrias agroalimentarias y de la basura que cualquier ciudadano genera en su casa. Las nuevas tecnologías permiten transformarlos en combustibles renovables como el biogás, el biometano o el hidrobiodiésel, que pueden reducir las emisiones netas de CO2 hasta en un 90% y se pueden usar como fuente de energía en el transporte y la industria. Hay varios tipos de residuos que ya se están utilizando para obtener estos combustibles; son algunos de los siguientes.
Purines para tractores o autobuses
a materia prima de las granjas de Guijuelo es un material cada vez más frecuente en la generación de estos combustibles renovables. Se trata de purines, los residuos de origen orgánico en el que los orines y las aguas residuales y de limpieza se mezclan con otros restos agrarios (vegetales, semillas, cosechas…) y ganaderos (excrementos, comida…).
Y estos purines son el eje central del Proyecto Advisor, impulsado por la empresa Aqualia con el apoyo del ayuntamiento de Guijuelo. En esta localidad salmantina, Aqualia recoge los residuos animales de las granjas y mataderos, los traslada a una biofactoría que ha instalado en la depuradora de aguas municipal y allí, tras extraer ácidos grasos de su materia orgánica y combinarlos con diversos microorganismos, los transforma en biofertilizantes, bioplásticos o biogás.
Los resultados de esta iniciativa se miden por sus cifras. Por cada tonelada de residuos, el Proyecto Advisor es capaz de generar el suficiente biogás para recorrer 2.000 kilómetros en un vehículo medio. Actualmente, hay dos vehículos de la flota del consistorio que ya usan este combustible, pero pronto serán más: Aqualia gestiona cerca de 3.000 toneladas de residuos cada año, así que el ayuntamiento prevé que el biogás resultante llegue a un total de 50 vehículos.
Aceite de fritura
¿Te imaginas que el aceite con el que se fríen las croquetas que te acabas de comer terminase en el depósito de tu coche? Pues deja de imaginártelo, porque es algo que ya sucede. El punto de partida son las cocinas en las que se ha usado el aceite, generalmente en establecimientos hosteleros. Tras recogerlo, la primera tarea de las empresas que van a convertirlo en combustible renovable pasa por un pretratamiento donde, entre otras cosas, se separa el agua y los metales para no dejar rastro de ningún material contaminante.
Posteriormente, el líquido resultante es trasladado a una refinería, donde se somete a un proceso de hidrotratamiento y se mezcla con gasoil. El resultado final es el hidrobiodiésel, un combustible renovable que no necesita ningún trabajo añadido para poder alimentar el motor de un coche, ya que “es apto para cualquier motor de combustión”, nos cuenta Susana Benedicto, coordinadora de Transformación en la refinería de Repsol en A Coruña, donde la compañía energética ha producido ya este tipo de combustible. El hidrobiodiésel “se puede usar en cualquier vehículo de transporte por carretera. Además, en Repsol hemos sido pioneros en fabricar biojet para aviación y estamos evaluando otras aplicaciones a partir de diferentes aceites residuales”, apunta.
Cáscaras de plátano
La búsqueda de alternativas para descarbonizar el transporte es una carrera de fondo, así que a día de hoy hay diversas investigaciones en marcha que buscan dar con nuevas formas de producción de combustibles renovables.
Una de estas alternativas son las cáscaras de plátano. En la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza), un grupo de investigadores ha conseguido generar biocarbón sólido y gas hidrógeno extrayendo la biomasa de dichas cáscaras. Algo similar está consiguiendo la Universidad de Nottingham (Reino Unido), cuyos científicos extraen la pulpa del plátano, la mezclan con serrín y cocinan dicha mezcla a 1.500 grados centígrados. Una vez secado, lo que se obtiene es biogás, que puede ser usado como combustible para vehículos, industrias o cocinas. Siguiendo dentro del ámbito académico, España tampoco se queda atrás en esta carrera por la investigación: la Universidad de Jaén propone recurrir a su bien más preciado, los olivos, para extraer la biomasa de los huesos de aceituna y convertirlos en bioetanol.
La celulosa también puede ser el punto de partida para nuevos combustibles. Concretamente, la pulpa que no es aprovechable para la fabricación de papel. La finlandesa Metsä Fibre, la mayor cooperativa forestal de Europa, ha cedido parte de sus instalaciones a Veolia, una empresa gestora de residuos, que está generando biometanol a partir de dicha pulpa. Con una inversión de 50 millones de euros, el objetivo es producir cerca de 12.000 toneladas anuales a partir de 2024 y evitar hasta 30.000 toneladas de emisiones al año.
Añadir nuevo comentario