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Pagar un bien o servicio en cuotas, ya sea un teléfono móvil, un mueble o un electrodoméstico que nos gusta, es una opción cómoda para evitar hacer un desembolso completo de inmediato. Esta alternativa es especialmente atractiva para quienes necesitan fraccionar la deuda o recurren a un crédito al consumo debido a la falta de liquidez en ese momento. Sin embargo, el lema ‘compra ahora y paga después’ puede resultar tentador pero peligroso para quienes no son conscientes del costo adicional que implica el pago en cuotas.
En España, la compra a plazos es bastante común, sobre todo en un contexto económico donde la inflación ha permanecido alta en los últimos años y el coste de vida ha aumentado mucho más que los salarios, que se han mantenido estancados. Muchas veces, no logramos ajustar nuestra verdadera capacidad económica a la urgencia de nuestros deseos, lo que puede generar problemas futuros al acumular deudas innecesarias o inasequibles. Según datos de Banqmi, más del 41 % de los españoles utiliza la tarjeta de crédito para financiar sus compras.
El riesgo de pagar más por tu tarjeta de crédito
Uno de los principales riesgos al aplazar el pago de una deuda con tarjeta de crédito, dividiendo el costo en plazos que parecen menos dolorosos (como 3, 6 o 12 meses), es el aumento del coste total del producto. Aunque las cuotas individuales pueden parecer manejables, al sumarlas, el incremento puede ser significativo.
Según el Banco de España, las tasas de interés para créditos al consumo pueden variar entre el 6 % y el 20 % anual. Por ejemplo, un móvil que inicialmente cuesta 600 euros puede acabar costándonos 720 euros si la tasa de financiación es alta y no hemos sabido gestionar la deuda a tiempo.
El impulsor principal de la ‘deuda mala’ en la educación financiera
La tarjeta de crédito suele ser el principal impulsor de la llamada ‘deuda mala’. Este concepto, fundamental en la educación financiera, se refiere a las deudas adquiridas para financiar bienes o servicios que no generan valor a largo plazo y que incluso pueden depreciarse con el tiempo, como un coche, un ordenador portátil, ropa o un viaje de vacaciones.
En contraste, la ‘deuda buena’ se utiliza para inversiones que pueden generar ingresos futuros o aumentar de valor, como una hipoteca o un préstamo estudiantil. La deuda mala, a menudo asociada con compras impulsivas y gastos innecesarios, suele tener altas tasas de interés y no contribuye al crecimiento financiero.
La facilidad para comprar a crédito revela que muchos consumidores no evalúan adecuadamente su capacidad económica. Dividir una deuda con alta tasa de interés solo oculta el impacto real en el poder adquisitivo.
Según la Encuesta de Competencias Financieras del Banco de España, aproximadamente el 11 % de los hogares destinan más del 40 % de sus ingresos al pago de deudas, lo que subraya el riesgo de usar métodos de financiación rápida como estas tarjetas, préstamos para vehículos, microcréditos y préstamos al consumo.
Un ciclo peligroso que atrapó a los hogares en 2023
El sobreendeudamiento limita nuestra capacidad para enfrentar gastos imprevistos y cubrir gastos fijos. Esto puede llevar a una ‘espiral de la deuda’, donde los consumidores quedan atrapados en un ciclo de préstamos con intereses y penalizaciones crecientes, con condiciones cada vez más desfavorables.
En 2023, la deuda de los hogares españoles en tarjetas de crédito superó los 80.000 millones de euros. Además, la Asociación Española de Micropréstamos ha alertado que las tasas de interés de los microcréditos pueden exceder el 200 % anual, bordeando la usura aunque sean legales.
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