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El consumo de fármacos durante la pandemia del covid-19 se redujo en todo el mundo, sobre todo de antibióticos que disminuyó un 8.5 %, y de antinflamatorios no esteroideos en un 5,9 %, según se recoge en el número de junio de la Revista Clínica de Medicina de Familia, editada por la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC).
Según informó este jueves la semFYC, estos datos se recogen en el artículo titulado ‘Impacto de la pandemia covid-19 en la prescripción de fármacos en Atención Primaria’, en el que se analiza de manera retrospectiva el impacto de la pandemia en los tratamientos farmacológicos en tres centros de salud de Atención Primaria urbanos.
Sus resultados concluyeron la evidente reducción en el porcentaje de pacientes tratados farmacológicamente en 2020, en comparación con la media de 2017-2019 en casi todos los grupos fármacológicos, y más concretamente, en antibióticos (-8,5%), antinflamatorios no esteroideos (-5,9%) y antiulcerosos (-2,8%). En cambio, los anticoagulantes orales y los antipsicóticos son los únicos grupos de medicamentos cuya prescripción no se vio reducida.
Los fármacos y su caída durante la pandemia
En este sentido, la semFYC recordó que el sistema sanitario sufrió un importante impacto, con los consiguientes cambios producidos en la organización de los centros de salud para atender a los pacientes con covid-19 y la disminución significativa en el seguimiento, control de los pacientes y en el diagnóstico de enfermedades crónicas.
Los resultados de este estudio refirieron que los grupos farmacológicos en los que se observó mayor reducción del porcentaje de pacientes tratados en 2020 en comparación con la media de 2017-2019 fueron los antibióticos para uso sistémico, prescritos un 8,5% menos que en el periodo anterior; seguido de los antinflamatorios no esteroideos sistémicos, con una reducción del 5,9%, y los antiulcerosos, con un 2,8% menos de recetas.
En términos totales, el inicio de tratamientos con antibióticos para uso sistémico pasaron de 9.833 en 2017; a 6.440, en 2020. Así como de 15.128 pacientes tratados en 2017 a 10.145, en 2020. Es decir, una diferencia de casi 5.000 pacientes (4.983).
Del mismo modo los inicios de tratamiento con antiinflamatorios no esteroides pasaron de 9.214 en 2019; a 6.217; mientras que los pacientes tratados, pasaron de 14.789, en 2019 a 11.080 en 2020, lo que significa que hubo 3.709 pacientes menos con tratamientos con estos fármacos.
En lo que se refiere a los antiulcerosos, la diferencia más llamativa es la que existe entre los inicios de tratamiento en 2018, que ascendió a 4.108; y los iniciados en 2020: 3.125. Del mismo modo, en 2018 había 14.633 pacientes que se trataban con antiulcerosos; mientras que en 2020, esa cifra apenas llegó a los 13.295.
En cuanto a los inhaladores para el asma y la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), el ‘paracetamol’ y los ansiolíticos y benzodiacepinas, se detectó una reducción más ligera: -1,9%; -1,8% y -1,6%, respectivamente. En la misma línea descendente se encuentran los antihipertensivos (-1,5%), antitrombóticos (-1,4%), opioides (-1,4%), agentes modificadores de lípidos (-1,3%) y antiagregantes plaquetarios (-1,3%). Únicamente en el grupo de los anticoagulantes orales se apreció un aumento muy modesto del porcentaje de pacientes consumidores (+0,2%).
Los autores del estudio buscaron posibles explicaciones a estos datos respecto al consumo de fármacos, por lo que explican que “Durante 2020, como consecuencia de la pandemia, se iniciaron menos tratamientos y, en general, los tratamientos crónicos ya instaurados se mantuvieron con una ligera disminución, quizás debido a un exceso de mortalidad”.
A esto añadieron que “existen diferentes factores que contribuirían a la disminución de la utilización de fármacos durante la pandemia, como la adherencia al tratamiento, la dificultad de acceso a la asistencia sanitaria o una propagación menor de otras enfermedades diferentes a la covid-19”.
Los confinamientos y las medidas tomadas tuvieron mucho que ver en el freno a la transmisión de patógenos
Además, señalaron que el confinamiento domiciliario, las restricciones a la movilidad, junto con el refuerzo de las medidas de higiene, la distancia social y el uso de mascarillas pudieron contribuir a evitar la transmisión de patógenos responsables de infecciones bacterianas en la comunidad, lo que hizo bajar el consumo de fármacos.
En cuanto a la accesibilidad al sistema sanitario, agregaron que “los cambios organizativos en los centros de salud afectaron a la relación médico-paciente. En los primeros meses de la pandemia, los centros de salud de nuestro ámbito modificaron la atención sanitaria a los pacientes, limitando su acceso, con pérdida de las visitas programadas de seguimiento, y sustituyendo las visitas presenciales por visitas virtuales y telefónicas”.
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