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Desde la definición del concepto de desarrollo sostenible por la Comisión Brundtland en 1987, el mundo ha comenzado una transformación significativa del modelo economicista convencional hacia un enfoque más sostenible. Este nuevo paradigma exige un cambio profundo en cómo entendemos la empresa y la relación con las personas que trabajan en ella. Para lograr esto, es esencial que el modelo de desarrollo sostenible sea más equitativo en la distribución de la riqueza, eficiente en el uso de recursos, inclusivo socialmente, ético en su gobernanza y humano en la relación laboral.
Avances en la implementación del Desarrollo Sostenible
A lo largo de estos casi 40 años, hemos sido testigos de numerosos cambios en la forma en que las empresas abordan la sostenibilidad. Las organizaciones han comenzado a integrar principios de sostenibilidad en sus compromisos institucionales y a considerar el valor económico generado y distribuido en sus finanzas. Se han implementado políticas que abordan las exigencias ambientales y sociales, y se han elaborado informes de sostenibilidad que rinden cuentas sobre el progreso realizado.
Sin embargo, aún queda camino por recorrer. En la gestión de personas, se han implementado prácticas para atender las necesidades de bienestar de los empleados, pero los logros no han sido uniformes. Según Edgar Schein, muchas organizaciones han operado en dos de los tres niveles de cambio cultural necesarios para una transición efectiva hacia la sostenibilidad. Estos niveles incluyen los "artefactos culturales", que se relacionan con lo que la empresa dice, y las acciones que emprende en la gestión de los aspectos ESG (ambientales, sociales y de gobernanza).
La importancia del ser humano en el modelo sostenible
Uno de los aspectos más relevantes del modelo de desarrollo sostenible es cómo redefine el valor del ser humano dentro de las organizaciones. A diferencia del enfoque economicista, que trata a las personas como un recurso productivo cuyo bienestar es secundario, el modelo sostenible las concibe como agentes activos con derechos y responsabilidades. Esta visión propone un cambio radical en la concepción del trabajador, transformándolo de un mero receptor de políticas a un copropietario del proceso de cambio.
Las empresas que están adoptando esta nueva perspectiva ya están implementando cambios significativos. La participación en la toma de decisiones es una de las palancas más poderosas para fomentar este cambio. Al incluir a los empleados en la toma de decisiones, las organizaciones no solo fortalecen la creencia en el valor del ser humano, sino que también promueven un entorno laboral más equitativo y justo. Las teorías de la ética del diálogo y la justicia deliberativa subrayan que las decisiones más justas surgen de la participación activa de quienes se ven afectados por ellas.
Así las cosas, la transición hacia un modelo de desarrollo sostenible implica redefinir cómo percibimos a las personas en el contexto organizacional. Este cambio no solo es ético, sino que también es esencial para construir organizaciones más humanas y una sociedad más justa e inclusiva. A medida que seguimos avanzando en este camino, es fundamental que las empresas no solo adopten nuevas prácticas, sino que también se comprometan a un cambio cultural profundo que refleje estos valores en cada nivel de la organización. Solo así podremos construir un futuro donde todos los talentos tengan la oportunidad de brillar.
Este texto se basa en las ideas y análisis de José Antonio Lavado, Fundador de Bidea, Cofundador de Beethik y Miembro de la Comisión Consultiva de la Fundació Factor Humà. Para obtener más información, se puede consultar su trabajo en profundidad.
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