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Un informe de la ONU revela que la cantidad de alimentos desechados globalmente podría proporcionar casi dos comidas diarias a personas hambrientas. Este desperdicio no solo afecta la disponibilidad de alimentos, sino también la economía mundial, estimándose un costo de alrededor de mil millones de euros.
Un estudio de la ONU alerta sobre la malnutrición y el desperdicio de alimentos
Un reciente estudio de la ONU ha arrojado luz sobre una dolorosa paradoja social: mientras millones de personas luchan contra el hambre y la malnutrición, el mundo desperdicia enormes cantidades de alimentos. Se estima que alrededor de 690 millones de personas sufren de hambre diariamente, y sin embargo, los alimentos que podrían alimentar a estas personas se desaprovechan sistemáticamente.
Si pudiéramos eliminar este desperdicio, podríamos proporcionar casi dos comidas diarias a quienes más lo necesitan. Además del impacto humano, el desperdicio de alimentos también tiene graves implicaciones económicas, con un costo estimado de aproximadamente mil millones de euros para la economía mundial.
Los productos que más desechamos son frutas, con un promedio de 8 kg, seguidas de verduras y hortalizas con 3,8 kg, y leche con 1,3 kg. El resto de productos alcanza los 18,8 kg.
En cuanto a la distribución del desperdicio, el 12 % proviene de comercios, el 28 % de restaurantes y el 60 % se genera en nuestros propios hogares.
En términos de familias, las parejas con hijos pequeños lideran el desperdicio con un promedio de 1,88 kg por semana. Le siguen las parejas adultas sin hijos con 21,44 kg, los hogares monoparentales con 1,35 kg, los jóvenes independientes con 0,84 kg y, finalmente, las personas jubiladas con 0,81 kg por semana.
Un impacto en el hambre y en el medio ambiente
El desperdicio de alimentos no solo tiene un impacto significativo en las vidas de las personas que luchan contra el hambre, sino que también causa estragos en el medio ambiente.
Sorprendentemente, el desperdicio alimentario contribuye a casi el 10 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, una cifra alarmante que supera en casi cinco veces las emisiones del sector de la aviación. Ante esta situación, es imperativo buscar soluciones innovadoras y sostenibles.
Algunos establecimientos, como varios hoteles, han implementado medidas para transformar los restos de comida en abono. A través de un proceso eficiente, estos establecimientos introducen los desechos en una máquina especial que los tritura y convierte en abono de alta calidad, beneficiando así a las plantas y cerrando el ciclo de nutrientes de manera eficaz.
A pesar de los esfuerzos por reducir el desperdicio de alimentos, las cifras siguen siendo asombrosas. El año pasado, los españoles desperdiciaron una cantidad de alimentos equivalente a 116 veces el peso de la Torre Eiffel, o el peso que pueden transportar diez barcos cargueros. Aunque esta cifra es impactante, cabe destacar que representa la cantidad más baja de desperdicio desde que se tienen registros.
Asimismo, se ha observado una mejora en la gestión del desperdicio de alimentos en los últimos años. A pesar de un aumento inicial del 15 % entre 2017 y 2020, posteriormente se logró una reducción significativa. En 2022, se desperdiciaron 193.300 toneladas menos de alimentos en comparación con el primer año de la pandemia, y 75.400 toneladas menos que en 2021.
Es alentador ver cómo el esfuerzo colectivo está dando sus frutos. En el último año, cada individuo ha reducido su desperdicio de alimentos en un 10,3 %, pasando de 28,2 kg en 2021 a 25,3 kg. Sin embargo, el problema sigue siendo global y requiere una acción concertada en todos los niveles.
Un compromiso entre los gobiernos y las empresas
Aunque 21 países han incluido la reducción de desechos en sus planes climáticos nacionales, se necesita un compromiso aún mayor. Desde los gobiernos y las empresas hasta los consumidores individuales, todos tienen un papel que desempeñar en la lucha contra el desperdicio de alimentos.
Ante esta situación, es crucial implementar políticas que fomenten la reducción del desperdicio, mejorar las prácticas de producción y distribución, y educar al público sobre el valor de los alimentos y la importancia de reducir el desperdicio. Solo a través de una acción coordinada podemos abordar este desafío y trabajar hacia un futuro más sostenible y equitativo para todos.
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