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El dióxido de azufre es un gas incoloro, por lo que el ojo humano no puede detectarlo. No obstante, el cuerpo sí puede percibirlo, ya que es tóxico: causa irritación al entrar en contacto con la piel, ojos y membrana mucosa, aunque solo causará daños significativos en la salud si se inhala en concentraciones muy elevadas durante un tiempo prolongado.
De carácter principalmente antropogénico, este gas es liberado, en su gran mayoría, en los procesos industriales a alta temperatura y en los de generación de electricidad, aunque algunos procesos naturales, como la erupción de un volcán, pueden también originar este gas. Esto es lo que ha pasado en La Palma.
La nube tóxica del volcán de Cumbre Vieja se dirige a América
El dióxido de azufre (SO2) es un gas que se expulsa a la atmósfera a partir de la combustión de carburantes fósiles, como pueden ser el petróleo u otros combustibles sólidos.
Es un gas a alta presión, que está considerado como tóxico y corrosivo, por lo que está regulado en la normativa, tal y como indican desde el Ministerio para la Transición Ecológica, a causa de su potencial efecto sobre la salud y los ecosistemas.
La columna de dióxido de azufre y cenizas ya alcanzó la isla de Puerto Rico, según muestran las imágenes de satélite y análisis de meteorólogos.
Cómo están afectando los gases nocivos que expulsa el volcán a la calidad del aire
La cámara magmática del volcán de La Palma contiene, según cálculos indirectos, cerca de 11 millones de metros cúbicos de material incandescente. Desde la ladera de Cumbre Vieja tan solo se pueden apreciar la lava y el humo, pero durante el período de actividad volcánica se expulsarán venenos invisibles en forma de gases tóxicos.
Se calcula que diariamente continuarán liberándose entre 6.000 y 9.000 toneladas de estos gases, que afectarán al ecosistema pero también a la salud humana.
¿Cuáles son los riesgos del dióxido de azufre para las personas?
Tal y como advierten los expertos, el dióxido de azufre puede tener consecuencias para la salud de las personas, incluso, a grandes distancias del foco emisor.
Entre los problemas que afectan al cuerpo humano se encuentran:
- Irritación e inflamación del sistema respiratorio.
- Afecciones e insuficiencias pulmonares.
- Alteración del metabolismo de las proteínas.
- Dolor de cabeza.
- Ansiedad.
Por otro lado, hay que añadir que, además de los problemas de salud que causa en las personas, este gas también tiene repercusión sobre la biodiversidad, los suelos y los ecosistemas acuáticos y forestales, causando daños a la vegetación, degradando la clorofila, reduciendo la fotosíntesis y llevando a la pérdida de especies.
Por último, las edificaciones construidas son otro de los puntos que pueden verse afectados por el dióxido de azufre debido a los procesos de acidificación, pues una vez emitido, reacciona con el vapor de agua y con otros elementos presentes en la atmósfera, de modo que su oxidación en el aire da lugar a la formación de ácido sulfúrico.
Los gases y partículas obligan a usar mascarillas específicas y vigilar el agua potable
Las cenizas y fragmentos más pequeños de roca constituyen uno de los primeros riesgos para humanos, por su capacidad abrasiva para piel ojos y mucosas.
Los restos de cenizas y partículas más grandes afectan a nuestras vías respiratorias superiores e inferiores. El cuerpo reacciona con tos, estornudos y secreciones y molestias en faringe y nariz. Las inferiores a 2 milímetros pueden llegar a los bronquios, provocando dificultad respiratoria y dolor de cabeza, que suele ser leve en personas sanas.
Para evitar la inhalación de esas cenizas y polvo, una mascarilla bien ajustada, tipo FFP2, puede resultar útil, aunque las hay diseñadas especialmente para polvo.
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