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Al menos el 40 % de las guerras en el mundo en los últimos 60 años han tenido una relación directa con la explotación de los recursos naturales. Recursos valiosos como la madera, los diamantes, el oro, los minerales y el petróleo, así como recursos esenciales como el agua y la tierra fértil, han sido detonantes en múltiples conflictos, exacerbando las tensiones sociales y económicas en muchas regiones.
Naciones Unidas (ONU) resalta esta relación entre las guerras y medio ambiente para recordar que la preservación de la naturaleza es fundamental para alcanzar una paz duradera y prevenir crisis humanitarias.
Impacto de los recursos naturales en los conflictos
El secretario general de la ONU, António Guterres, subraya que "los recursos naturales han desempeñado un papel importante en al menos el 40 % de los conflictos dentro de los países". Además, cuando los conflictos involucran la explotación de estos recursos, el riesgo de recaída o de nuevos conflictos se duplica.
La creciente presión por el cambio climático incrementa esta vulnerabilidad, ya que el aumento de temperaturas agrava las tensiones sociales y medioambientales en muchas zonas afectadas por la inestabilidad.
Guterres también advierte que el medio ambiente suele ser una víctima olvidada en las guerras, ya sea por destrucción intencionada o como "daño colateral". Durante los conflictos, la falta de gobernanza y el colapso institucional impiden a los gobiernos asumir su rol en la gestión y protección de los recursos naturales, lo que conduce a una degradación ambiental que impacta negativamente en la vida de las comunidades. Esto, a su vez, afecta medios de vida, seguridad alimentaria y confianza en las instituciones, perpetuando el ciclo de conflicto y pobreza.
Estrategias para la paz y la conservación ambiental
Guterres destaca que una mejor gestión de los recursos y los ecosistemas puede allanar el camino hacia la paz. Este enfoque es crucial para las naciones que, después de un conflicto, buscan reconstruirse y establecer una paz duradera.
Naciones Unidas insiste en que la protección del medio ambiente debería ser parte integral de las estrategias de prevención de guerras y conflictos. Según sus proyecciones, en 2030, más del 80 % de las personas más pobres del mundo residirán en países afectados por conflictos, lo que subraya la necesidad de un enfoque que considere tanto la paz como la preservación de los recursos naturales.
Además, ONU recuerda que en conflictos recientes, como la Guerra de Vietnam, se evidenció el impacto del daño ambiental en el terreno de batalla, ya que la deforestación masiva causada por el Agente Naranja y la contaminación química derivaron en protestas internacionales y en la creación de normas legales como la Convención sobre la Prohibición de técnicas de modificación ambiental con fines militares, aprobada en 1976. Sin embargo, estas protecciones no siempre han sido suficientes; por ejemplo, en la Guerra del Golfo, la destrucción de pozos petroleros en Kuwait liberó enormes cantidades de contaminantes, lo que generó un costo ambiental y económico considerable.
Ejemplos recientes de daños ambientales en guerras
Conflictos más recientes, como los de Kosovo, Irak y el Líbano, siguen demostrando la importancia de proteger el medio ambiente en zonas de guerra. En Kosovo, la destrucción de sitios industriales durante los bombardeos resultó en contaminación química tóxica y afectó la calidad del agua en el río Danubio.
En el Líbano, la explosión de una central eléctrica durante el conflicto con Israel en 2006 liberó grandes cantidades de combustible en el mar Mediterráneo, causando un grave impacto ecológico.
En el caso de Irak, el conflicto contra Daesh dejó una devastadora huella ambiental. La quema de pozos de petróleo en su retirada causó una extensa contaminación atmosférica, llenando el aire de compuestos tóxicos como dióxido de azufre, dióxido de nitrógeno y metales pesados, los cuales representan graves riesgos para la salud de las poblaciones locales y el medio ambiente.
Estos ejemplos refuerzan el llamado de Naciones Unidas a integrar la protección del medio ambiente en la resolución de conflictos para prevenir consecuencias a largo plazo y avanzar hacia una paz estable y sostenible.
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