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Las relaciones bilaterales entre Estados Unidos e Irán vuelven a estar en el centro de mira después de que esta semana el gobierno iraní haya vuelvo a amenazar a occidente con cerrar el estrecho de Ormuz.
Irán, en el punto de mira de Estados Unidos
Estas declaraciones llegan en un momento de gran tensión debido a las declaraciones de Donald Trump de la semana pasada, en las que el mandatario afirmó por Twitter que si Irán volvía a amenazara a su país sufrirían consecuencias que pocos países han sufrido a lo largo de la historia.
Estos sucesos no son casos aislados. De hecho, son una clara confirmación de la posición política que la administración Trump ha ido expresando desde el inicio de su campaña electoral. Para Donald Trump, las concesiones permitidas al gobierno del presidente iraní Hasán Rouhaní han sido un claro ejemplo de la debilidad de occidente, al pretender restablecer las relaciones diplomáticas con un país contrario a la visión estratégica occidental en Oriente Medio. Es por este motivo por lo que el presidente americano decidió en mayo romper de manera unilateral el acuerdo nuclear con Irán y restablecer al máximo nivel las sanciones contra el régimen.
Posiciones antagónicas
Irán es un país poderoso en la región. No solo cuenta con una posición estratégica en términos comerciales, sino que también es un país difícilmente expugnable debido a su poderoso ejército y a la compleja orografía de su territorio. Además, cuenta con tecnología nuclear, lo que, junto a los demás factores, le permite hacerse respetar en el plano de las relaciones internacionales.
Esta posición de fuerza ha posibilitado al régimen chií de Hasán Rouhaní hacer valer sus objetivos estratégicos en la región, confrontándose en numerosas ocasiones con el todopoderoso Estados Unidos.
En este sentido, Irán no reconoce al Estado de Israel, estableciéndose como el principal enemigo del país judío en el mundo. Además, es contraria al sunismo de Arabia Saudí y su monarquía, la cual es un gran socio comercial de EE.UU. También ha influido en el conflicto sirio, apoyando al presidente Basar Al-Assad para dificultar los intereses comerciales de Arabia Saudí en la zona. Y ha propiciado la desestabilización de gobiernos contrarios a sus intereses en la región, facilitado, por ejemplo, las revueltas populares en Yemen.
Para la administración Trump estas evidencias son suficientes como para clasificar a Irán como un país hostil y poco beneficioso para sus intereses. En este sentido, ambos países tienen motivos suficientes como para estar enemistados, los acontecimientos presentes hacen evidente la responsabilidad de Irán sobre esta mutua animadversión. Sin embargo, la historia pone de manifiesto que Estados Unidos fue el primero en comenzar las hostilidades entre ambos países.
Una relación histórica marcada por el conflicto
Durante el siglo XX, los intereses del país norteamericano sobre la región justificaron su injerencia sobre los asuntos internos de Irán, llegando a desestabilizar al país en numerosas ocasiones.
Los sucesos más destacables fueron la participación de la CIA en el golpe de Estado en Irán de 1953 y el apoyo armamentístico a Irak durante la invasión de Saddam Hussein a Irán, que pretendía acabar con la República Islámica de Ruhollah Jomeini.
Esta confrontación histórica dificulta las alianzas entre Irán y occidente. Dicho país solo encuentra afinidad con el gobierno de Vladimir Putin, el cual, al mismo tiempo, ve en Irán un aliado perfecto para recalibrar el equilibro de poder entre EE.UU. y Rusia en Oriente Medio. Y es que en esta región hay mucho en juego.
La gran abundancia de recursos petrolíferos hace inevitable la confrontación de intereses entre las potencias internacionales. La necesidad de controlar los canales de distribución del petróleo, los cuales alimentan la maquinaria industrial del mundo moderno, hace que las potencias más poderosas tiendan a apoyar a los países exportadores más afines a sus intereses estratégicos.
La importancia estratégica del estrecho de Ormuz
Irán no solo es miembro de la OPEP, sino que también se encuentra en una posición estratégica para controlar los canales de distribución del petróleo en la zona. En la actualidad, los países árabes exportan la mayor parte del petróleo a través del estrecho de Ormuz, cuyas aguas están bordeadas por Emiratos Árabes Unidos y el propio Irán.
Esto supone un gran riesgo para las relaciones comerciales mundiales, ya que si Irán decidiese cortar el tránsito de barcos en el estrecho afectaría decisivamente a la distribución de gran parte del petróleo mundial.
En concreto, bloquearía un tercio del comercio mundial de petróleo, el equivalente a 18.5 millones de barriles de petróleo al día. Esto, inevitablemente provocaría una subida drástica de los precios a nivel mundial, ya que la alternativa de reorientar la distribución a través de los oleoductos es todavía limitada y más costosa.
Irán ya ha amenazado anteriormente con llevar a cabo estas medidas. En 2011, 2012 y 2016 declaró que lo haría si las sanciones internacionales sobre el país persa continuaban, repitiendo esta amenaza esta misma semana.
La capacidad militar de Irán para llevar a cabo acciones de este tipo motivó la reactivación de las negociaciones con los países occidentales sobre el pacto nuclear y el fin de las sanciones, ambas acciones promovidas por el expresidente Barak Obama.
Sin embargo, Donald Trump ha vuelto a dejar claro que no continuará por la senda de la negociación, priorizando la desestabilización de la economía iraní a través de nuevas sanciones.
Las acciones de las últimas semanas llevadas a cabo por estos dos países son claro ejemplo de la creciente tensión entre los dos países. Es por ello que los inversores deben estar atentos a las muy probables fluctuaciones que el precio del petróleo pueda sufrir a lo largo de las próximas semanas.
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