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Para casi todos los humanos, la mucosidad y la flema no tienen una buena fama, y es que tendemos a pensar que es algo que nos sobra, que si aparece debemos expulsarlo a toda costa, porque es algo malo, pero la realidad es otra.
El organismo es el que la produce, y hemos de decir que juega un papel importantísimo con la protección, ya que se encarga de filtrar el polvo, los alérgenos y otros microorganismos perjudiciales.
La encontramos recubriendo parte de las superficies húmedas del cuerpo, y sirve como lubricante para evitar que los tejidos se sequen.
Mucosidad, mucho más que una secreción nasal
La mucosidad se mueve de forma constante pero lenta por todo nuestro cuerpo. Gracias a su actividad, se veta la entrada de bacterias, polvo y virus que inhalamos al respirar. Esto no lo sentiremos si contamos con un organismo saludable, y ni siquiera nos daremos cuenta de esta acción.
Todo esto pasa a nuestro estómago, y finalmente se elimina mediante las heces. En su mayor parte se trata de agua, pero contiene azúcares, proteínas y moléculas especiales que contribuyen al control de los gérmenes dañinos.
La mucosidad se nota cuando se da un cambio de consistencia o se produce demasiada, y esto se da por inflamaciones en las membranas mucosas de la nariz y en las vías respiratorias.
El caso es que se da ese exceso de mucosidad no solo por las bacterias sino por la llegada de las células que combaten la infección. Además, las alergias también son causantes de un exceso, y es que el sistema inmunitario reacciona de esta forma ante el polen, el polvo o la caspa de animales, y las células de las vías respiratorias liberan sustancias como la histamina, que da lugar a los estornudos.
Hay dos tipos de mucosidad general:
- Alergias, comer alimentos picantes y estar expuesto al frío causan una descarga nasal acuosa.
- Los resfriados o una infección sinusal, causados por virus los primeros y por bacterias la segunda, la producen más espesa.
Conozcamos los colores que puede presentar el moco
- Mucosidad clara, turbia o amarillenta: surge de un resfriado y son las proteínas que liberan las células las que causan la inflamación que se atascan en el propio moco adaptando esta tonalidad.
- Color marrón o negro: Los fumadores crónicos son los que presentan este tipo de color en el moco, y en personas con enfermedades pulmonares.
- Moco verdoso, pardo o sangriento: pueden indicar la presencia de una infección bacteriana.
Está claro que ante la duda, lo adecuado es ponerse en contacto con el médico de cabecera, pues ellos son los que nos diagnosticarán y nos darán la tranquilidad y el tratamiento necesario.
Por otro lado, en la época que nos encontramos, la mucosidad por resfriados nos puede estar acompañando, y se hace muy molesta para poder descansar por las noches o el día a día. Por eso te dejamos unos cuantos consejos que los médicos comparten para hacernos más llevadero este procesos fisiológico de nuestros organismo hasta que vuelva a la normalidad:
- Utilizar humidificador o vaporizador para mantener la nariz y la garganta húmedas reduciendo la producción de mucosidad y flema.
- Colocar una toalla tibia y húmeda sobre el rostro.
- Usar aerosol nasal o realizar lavados nasales salinos, que nos ayudan a limpiar y a respirar mejor.
- Medicamentos de venta libre. Los expectorantes pueden diluir el moco para ayudar a despejar el pecho. Los descongestionantes contraen los vasos sanguíneos, de modo que produce menos moco. (Tenga cuidado con su uso excesivo, ya que pueden empeorar el problema.) Los antihistamínicos pueden ayudar si el moco se debe a las alergias.
- Hablar con el médico si su secreción nasal o congestión dura más de tres semanas o si tiene fiebre.
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