Lectura fácil
Cualquiera da por sentado gracias a la ficción que, en situaciones excepcionales, habrá que salvar a los niños primero y ceder el asiento a las personas mayores en el transporte público. Entonces llega una pandemia como la del coronavirus y todos tenemos que volver a empezar.
Ahora no queda nada, las reglas de antes ya no sirven. Lo único que queda del pasado son sus protagonistas, las personas. Hay que adaptarse a lo que viene.
Algunas de las mejores realidades como la que nos confina hoy, obliga a sus protagonistas a encerrarse porque lo que hay fuera es peor. Bajo esta simple premisa el cine posapocalíptico ha construido algunos relatos espectaculares.
A continuación os dejamos algunos ejemplos en los que el cine ha retratado cómo es estar encerrado para protegerse del peligro exterior.
El bar
Álex de la Iglesia construye un escenario de histeria catastrofista en un bar castizo en pleno centro de Madrid, donde se sirve café en vaso de caña y pinchos de tortilla.
Dos personas abatidas en plena capital y nadie sabe nada. Tampoco los móviles tienen cobertura. Entonces surgen las dudas.
Los últimos días
Los últimos días, como la mayoría de fábulas en hay que empezar de casi cero, juega la baza de una justicia poética en que las formas de poder y las desigualdades previas al cataclismo se reconfiguran, tornándose más primitivas.
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