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La pobreza continúa siendo la principal lacra de nuestro tiempo. Aunque su reducción está contemplada en los Objetivos 1 y 2 de Desarrollo Sostenible con el horizonte de 2030 (fin de la pobreza y hambre cero), continúa afectando a una considerable parte de la humanidad: 700 millones de personas viven con menos de 2 dólares diarios. El número de los que carecen de servicios básicos, como acceso al agua limpia, educación, saneamiento… es considerablemente mayor
Esta realidad no es fruto del azar
Es una consecuencia de una injusta distribución de la riqueza en la que los países occidentales se han apropiado de los recursos del Sur global, apoyados por un comercio desigual. Situación que dista mucho de corregirse, por cuanto que, para la necesaria transición ecológica se precisan minerales valiosos y escasos, muchos de cuyos yacimientos se encuentran en África y América Latina, en donde las grandes potencias toman posiciones apropiándose de ellos a cambio de unas migajas. Una oportunidad que hubiera impulsado a muchos países del Sur a ocupar una posición digna en la economía mundial, nuevamente perdida por las actuales formas de colonialismo.
La brecha entre áreas, países y ciudadanos se amplía, observando cómo se acumula escandalosamente la riqueza en pocas manos frente a un mundo repleto de necesidades. Según OXFAM, 2.153 millonarios acumulan tanta riqueza como 4.600 millones de personas. Además del intercambio económico desigual y las prácticas coloniales, hoy debemos añadir los efectos de las guerras, esparcidas por muchas regiones y, especialmente, el genocidio cruel que Israel lleva a cabo en Gaza ante la indiferencia y pasividad del mundo. Además de las pérdidas humanas y la destrucción de infraestructuras, hay que añadir el elevado número de refugiados y migrantes para los que, según de donde procedan, se les abrirán o no las puertas llevando, de nuevo, la peor parte los que proceden de zonas tradicionalmente deprimidas.
Pero la pobreza no está solo en el Sur global, también en el Norte encontramos preocupantes realidades
En España, el riesgo de pobreza o de exclusión social alcanza al 26 % de la población, con un 9 % en carencia material severa.
Andalucía es una de las Comunidades autónomas más afectadas, con un 37,5 %. En el Día internacional para la erradicación de la pobreza manifestamos que la situación podría ser diferente si existiera suficiente voluntad política.
Es cierto que este sistema económico es un generador de pobres (a los que muchas ONG acudirán a aliviar sin cuestionar sus causas) y que se precisa una transición social hacia modelos más justos y éticos. No obstante, en el camino, deben atenderse las necesidades primordiales buscando que los Ayuntamientos fortalezcan los servicios sociales, cubriendo las necesidades vitales, y que una parte importante de las partidas económicas procedentes de los fondos europeos (y del propio Estado) destinan a las Comunidades, se ocupen prioritariamente de los más necesitados, primando las medidas estructurales sobre las asistenciales.
Y en el ámbito internacional, recordemos la entrega acordada del 0,7 % del PIB de cada país como ayuda al desarrollo o la aplicación de la Tasa Tobin (0,2 %) a las transacciones financieras, además del fomento de prácticas como el comercio justo, las comunidades energéticas o la soberanía alimentaria.
La pobreza está estrechamente vinculada con el medio ambiente, bien sabido que no es la principal responsable de los daños puesto que el mayor contaminante es la riqueza. Y no es tampoco la elevada natalidad que se produce desde estos países la responsable, pues los grandes impactos, una vez más, proceden del Norte enriquecido. Mas, aun así, hay prácticas a las que puede conducir una situación desesperada. Citaremos tres.
En primer lugar, la minería ilegal, donde los bosques son talados, el agua contaminada y el suelo arrasado a la búsqueda de unas pepitas de mineral con las que comerciar en el mercado negro, algunos de cuyos tentáculos llegarán hasta nuestros países.
Asimismo, las prácticas agrícolas o ganaderas descontroladas, punta de lanza en ocasiones de grandes propietarios, que ocupan terreno forestal de alto valor ecológico: entre 1990 y 2015 la deforestación provocada por la expansión de la agricultura alcanzó en Sudamérica el 78 %, buena parte de la cual era ilegal.
Finalmente, el tráfico ilegal de especies que se cobra la vida de millones de ejemplares cada año y que se exportarán a zonas muy distantes para lujo y capricho de una minoría.
Para todos los movimientos que luchan por un mundo mejor, la erradicación de la pobreza debe continuar siendo el objetivo prioritario, tanto por motivos éticos como prácticos. Las organizaciones ambientales también debemos involucrarnos, por cuanto que nuestro lema –nada de lo vivo me es ajeno- integra a los seres humanos y la naturaleza. Y trabajamos por la justicia, la paz y la vida de todos.
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