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La risperidona -uno de los nombres comerciales más conocidos es el risperdal-pertenece al grupo de los llamados fármacos antipsicóticos, empleados para tratar los síntomas de la psicosis, tales como alucinaciones, delirios y demencia.
En el caso de la risperidona, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) informa de que se utiliza para tratar la esquizofrenia, la manía en trastornos bipolares, y también como tratamiento a corto plazo en personas que manifiesten agresiones persistentes debido a una demencia como el alzhéimer. También se puede emplear en niños y adolescentes, con trastornos de conducta derivados de una discapacidad.
En personas con discapacidad, el tratamiento con risperidona está indicado, en concreto, en pacientes con trastornos del neurodesarrollo, como Trastorno del Espectro Autista (TEA), Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) u otros trastornos neurológicos que presentan una alteración conductual o agresividad que limita su calidad de vida y no es posible mejorar con intervenciones no farmacológicas.
¿Qué es la risperidona?
Se trata de un medicamento antipsicótico atípico, cuya acción afecta a los neurotransmisores (mensajeros químicos que hay en el cerebro), como la dopamina y la serotonina. No cura la enfermedad, pero ayuda a mantener los síntomas bajo control.
La risperidona está indicada para tratar a corto plazo (6 semanas) la agresividad persistente, que puede aparecer en pacientes con alzhéimer, en fase moderada a grave, que no responden a otras medidas no farmacológicas, y cuando hay un riesgo de que se hagan daño a sí mismos o a los demás.
Es el único antipsicótico autorizado por las autoridades sanitaras para personas con esta enfermedad.
Los ensayos clínicos con este medicamento han mostrado una mejora modesta de las conductas agresivas y de la psicosis durante un periodo de tratamiento de 6 a 12 semanas.
¿Cómo y hasta cuándo se toma?
El fármaco se administra por vía oral, tanto en jarabe como en comprimidos, y se toma una o dos veces al día. Además, hay una presentación intramuscular pero su uso es limitado y en ámbito hospitalario. Según la ficha técnica del medicamento, se puede administrar en mayores de 5 años, aunque el médico, "siempre individualizando cada caso, podrá indicarlo antes de esta edad sí el paciente lo precisa por su situación clínica".
El médico ajusta la medicación en función del peso y la edad de la persona y hace una subida de dosis progresiva. Es importante lograr la mínima dosis eficaz para evitar efectos adversos. No obstante, la duración del tratamiento dependerá del paciente y la evolución clínica. Si la evolución es positiva no es necesario mantenerlo siempre y se puede ir ajustando la dosis de la medicación o incluso retirar.
Problemas de seguridad con la risperidona
Dado que, en pacientes con demencia, el uso de risperidona aumenta el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular (ictus) – se produce cuando un coágulo bloquea el flujo sanguíneo hacia una parte del cerebro- la duración del tratamiento debería ser lo más corta posible.
El riesgo cerebrovascular es más alto en pacientes con demencia que tienen factores de riesgo vascular mal controlados, como fibrilación auricular, diabetes, hipertensión o haber sufrido previamente un accidente cerebrovascular.
Según el documento Medicamentos utilizados para aliviar los síntomas de conducta y psicológicos de la demencia, el riesgo de sufrir un ictus o de morir es bastante bajo si se sigue el tratamiento durante un corto periodo de tiempo (hasta tres meses), pero aumenta si la medicación se toma durante periodos más largos.
El ensayo DART-AD encontró que existía un mayor riesgo de mortalidad entre los pacientes que tomaron risperidona durante 24, 26 y 48 meses.
Los adultos mayores tienen, además, una mayor predisposición a sufrir hipotensión ortostática (caída de la presión sanguínea cuando una persona se pone de pie después de estar sentada o acostada) y efectos anticolinérgicos. Estos efectos se pueden producir a nivel periférico (sequedad en la boca, ocular y cutánea, estreñimiento, retención urinaria y problemas para fijar la visión, entre otros) y a nivel central, lo que parece que podría afectar a la cognición, la funcionalidad, aumentar el riesgo de caídas, de sufrir demencia e, incluso, de morir.
Por eso, es muy importante que el médico conozca todos los medicamentos que está tomando el paciente, ya que muchos fármacos que se utilizan para tratar un amplio abanico de patologías producen esos efectos. El especialista, por tanto, tiene que tener en cuenta que esos efectos no se sumen, es decir, debe conocer las interacciones farmacológicas de los medicamentos que se han prescrito al enfermo.
Los pacientes tratados con risperidona tienen más probabilidades de experimentar síntomas extrapiramidales (temblores, movimientos incontrolables de la lengua, labios o cara, como fruncir, masticar o parpadear frecuentemente, entre otros)
Aunque la risperidona parece tener una menor tendencia que otros antipsicóticos típicos a producir efectos extrapiramidales, se aconseja observar al paciente durante el tratamiento para detectar estos signos precozmente, como también se recomienda que se vigile su función cardiaca.
Debido a que los pacientes más mayores suelen presentar mayores concentraciones en sangre de risperidona, se recomienda comenzar el tratamiento con una dosis inicial menor y proceder luego con un ajuste gradual.
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