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Seguro que en alguna ocasión has oído hablar sobre el síndrome del impostor, conocido como “complejo del impostor”. Consiste en una incapacidad que suele manifestarse a la hora de reconocer o asimilar el propio éxito laboral y que puede llegar a ser muy perjudicial para el desarrollo del trabajador.
El síndrome del impostor fue identificado por primera vez en 1978
Este tipo de síndrome es más común de lo que pensamos, y puede causar problemas graves en el desarrollo profesional de quienes lo sufren. Actualmente, el porcentaje de población que lo padece recae en el 20 % de la población, y en muchas ocasiones, puede durar toda la vida.
Las psicólogas Pauline Rose Clance y Suzanne Ament Imes fueron las encargadas de identificar por primera vez el síndrome del impostor en 1978. A pesar de ser conocidos por muchos, es importante tener en cuenta algunos puntos clave a la hora de reconocerlo:
- El individuo tiene la impresión de que el entorno que le rodea le está engañando en cuanto a sus habilidades y competencias, considerándose así un impostor.
- El sentimiento de engaño hacia esa persona hace que sufra escenas de miedo y ansiedad ante la idea de verse desenmascarada.
- El “impostor” sufre un sesgo cognitivo que le lleva a desacreditarse ante un logro positivo. En vez de atribuir sus éxitos a causas internas, el impostor considera que las causas externas son las responsables de su éxito. Entre las causas está la suerte, la opinión errónea de los demás o la simpatía que sienten hacia él.
En este caso, los “impostores” son considerados en su entorno profesional y personas como personas competentes y hábiles de su carrera, lo que suele provocar un aumento en la sensación de engaño y con ello, aumentar la intensidad del síndrome del impostor.
Los principales efectos del impostor en su puesto de trabajo
El síndrome del impostor suele causar consecuencias negativas en el puesto de trabajo. Por ejemplo:
- Un perfeccionismo excesivo: es una de las principales causas de este síndrome. Las personas que son muy exigentes nunca quedan satisfechas con el resultado final de su rendimiento profesional, a pesar de que este sea positivo. Esto puede causar episodios de ansiedad y estrés.
- Déficit de autoestima: las personas que se consideran impostores suelen estar pendientes del rendimiento de otros compañeros, lo que los lleva a compararse constantemente con otros empleados.
- Problemas de autoatribución, un proceso por el que atribuimos nuestros éxitos y fracasos a causas internas o externas.
- Déficits motivacionales: falta de motivación, negativismo…
- Aumento de la rumiación psicológica: la persona no para de darle vueltas a un mismo tema o pensamiento, normalmente experimentando la angustia.
- Evitación de retos y la creencia de que fracasarán en las actividades que realicen.
- Afectación en las relaciones sociales.
- Falta de asertividad, en la capacidad para expresar ideas o emociones con la otra persona.
- Afectación psicológica e inseguridad.
No es una enfermedad mental, pero puede llevar a pensamientos negativos y causar ansiedad
A pesar de que el síndrome del impostor no se considera una enfermedad, este puede conllevar a pensamientos negativos en forma de autocrítica constante y desconfianza, lo que lleva a niveles extremos de ansiedad para las personas que lo sufren.
Por otro lado, las mujeres son más propensas a sentirse unas impostoras que los hombres. Según un informe del Reino Unido, los hombres tienen un 18 % menos de posibilidades de sufrir el síndrome. Los jóvenes también reconocen no sentir que merecían su puesto de trabajo.
Para poder superar el síndrome del impostor, es importante aceptarse a uno mismo, aprender de los errores y asumir que nadie es perfecto. Comparte todo lo que sientas con tu familia y amigos, o escríbelo en un diario junto a varios logros, así te sentirás más libre. Pero, sin duda alguna, no te compares con otros, cada persona es un mundo totalmente distinto.
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