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Cuando hablamos de violencia de género, solemos atribuirla a violencia física, psicológica o sexual, pero nunca pensamos en la violencia económica. Sin embargo, se estima que esta última afecta a un 11,5 % de las mujeres en España, siendo la tercera forma más frecuente de violencia de género en el país. Así lo desprende la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, realizada por el Ministerio de Igualdad.
Además, existe una estrecha relación entre la violencia económica y otras formas de maltrato contra la mujer. En este contexto, según la encuesta mencionada anteriormente, el 91,2 % de las víctimas de violencia económica ha experimentado violencia psicológica de control, el 87,1 % violencia psicológica emocional, el 57,9 % violencia física y el 48,2 % violencia sexual.
Las causas más comunes de violencia económica
La definición de violencia económica es muy amplia, ya que este tipo de abuso cuenta con varias formas que pueden tener un impacto muy negativo en la vida de las víctimas. Algunas de las causas más comunes son:
- Control económico: cuando el agresor ejerce un dominio del dinero de la víctima, impidiéndole acceder o conocer sus propios recursos financieros y tomar sus propias decisiones económicas. Por lo general, le niega el acceso a una cuenta bancaria propia o, en el caso de ser la pareja, le engaña respecto a los bienes que tienen en común.
- Privar de recursos básicos: además de tener un control económico del poder adquisitivo de la víctima, le limita el acceso a necesidades básicas como alimentos, ropa y medicamentos y le priva de servicios y oportunidades que mejorarían su bienestar y autonomía.
- Prohibir trabajar o estudiar: sucede cuando el agresor intenta evitar que la mujer estudie o trabaje para que no obtenga beneficios económicos o progrese profesionalmente. Por ejemplo, le prohíbe o interfiere en su empleo, no le deja descansar por la noche, dificulta su transporte o se presenta en su lugar de trabajo para causar problemas. Esto suele resultar en la pérdida de días laborales, salario e incluso en el despido de la víctima. Lo mismo sucede cuando interfiere en sus oportunidades educativas.
- Apropiación financiera: la persona retiene o roba el dinero que la víctima gana, incluso puede llegar a abrir créditos a su nombre sin su permiso. Además, el agresor puede acumular deudas a nombre de la persona afectada o realizar apuestas con el dinero compartido. También sucede cuando roba sus posesiones o de personas cercanas a ella como una forma de control económico.
- Manipulación emocional: el factor psicológico también es muy común y preocupante a la vez. Este fenómeno se da cuando la persona abusiva ejerce presión emocional sobre la víctima para que gaste dinero de manera que beneficie a la otra parte, incluso si eso significa poner en peligro su propia estabilidad financiera.
Un abuso silencioso, pero muy frecuente
Para combatir contra esta violencia silenciosa, la Fundación Nantik Lum ofrece el programa Violencias Económicas, que tiene como objetivo sensibilizar, concienciar y prevenir esta situación en las mujeres que enfrentan dificultades sociales, laborales y financieras, especialmente en aquellas con descendientes, donde la violencia económica impacta en la vida de los hijos.
A través de este programa, la Fundación Nantik Lum capacita a profesionales que trabajan con este colectivo, para que puedan reconocer y abordar situaciones relacionadas con la violencia económica. Además, brindan asesoramiento y acompañamiento integral a mujeres para evitar que sean víctimas del acoso.
El proyecto es de ámbito nacional y está financiado por el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030. Gracias a la colaboración de Fundación Maimona (Extremadura), Dones pel Futur (Catalunya), Asociación Alanna (Comunidad Valenciana), Aprofem (Castilla La Mancha) y Fundación Érguete (Galicia) aumentan su impacto alcanzando gran parte del territorio nacional.
“El objetivo principal del programa es garantizar que las mujeres vivan en condiciones dignas y libres de violencia de género. Además, buscamos promover su capacidad para tomar decisiones y tener el control sobre su propia vida. La autonomía y el poder de decisión de las mujeres están estrechamente relacionados con su independencia económica, lo que les permite decidir libremente sobre su futuro y el de sus hijos”, sigue Lucía Medina.
De los trabajadores sociales que han participado ya en estos programas, un 92 % aseguran que el programa ha cumplido con las expectativas que tenían, y el 100 % afirma estar concienciado sobre la detección de violencias económicas.
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