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Muchas personas comenzaron su 'aventura' de vivir solas pocos días antes de el Gobierno decretase el estado de alarma en España. De todas ellas, tras los primeros días de incertidumbre, una gran parte llevó el confinamiento bastante bien. Decidieron aislarse y no saber nada del mundo, disfrutando de su nueva casa.
En España viven solas casi cinco millones de personas, según datos de la Encuesta Continua de Hogares del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2020.
Antes de la pandemia, que gustase o vivir solos, dependía de si era una situación elegida o no. En el último año, incluso los más amantes de sus hogares unipersonales han tenido sus momentos de duda.
Cuando la soledad es impuesta y se corta la posibilidad de elegir el contacto social, como en el caso del confinamiento, puede terminar generando sensaciones de pesimismo y desesperanza. Estas sensaciones pueden desembocar en síntomas de depresión o ansiedad.
No solo eso. El aislamiento social, al que es más fácil llegar si se vive solo en una época en la que no se recomienda el contacto con otras personas, aumenta en un 50 % el riesgo de morir por cualquier causa, según un estudio realizado a lo largo de 13 años en el Hospital Universitario de Essen (Alemania) y presentado en mayo de 2020. Todo esto puede tener un impacto negativo sobre la salud mental, muy dañada en muchos grupos de la población durante la pandemia.
Vivir solo es una opción residencial más a lo largo del curso de vida
Tener en cuenta a las personas que viven solas en las restricciones que se van imponiendo y relajando en las distintas comunidades autónomas es algo adecuado, pero habría que ir más allá de permitir el contacto con una burbuja familiar concreta.
Para asegurar su bienestar mental sería necesario también contar con unidades multidisciplinares para atender a quien vive solo (psicólogos, servicios sociales, etcétera).
A pesar de la intensidad del crecimiento de los hogares unipersonales en España, éstos tienen un peso menor en comparación con el del resto de los países de la Unión Europea, también en el caso de los hogares unipersonales de mayores. Esta situación es congruente con las características de la geografía de los modelos familiares europeos del sur de Europa, con una permanencia dilatada de los jóvenes en los hogares de origen y una mayor presencia de las personas mayores en hogares extensos y, en consecuencia, con una fuerte representación de hogares familiares y menor presencia de hogares unipersonales.
Los protagonistas principales de vivir en solitario siguen siendo los mayores. Hombres y mujeres siguen pautas residenciales distintas a lo largo del curso de vida, diferencias que persisten en la vejez. La población masculina reside mayoritariamente, a partir de los 65 años con su pareja o cónyuge, sin hijos y a partir de los 90-95 años la forma de residencia mayoritaria de los varones es el hogar extenso y múltiple.
En cambio, entre las mujeres de 60 a 80 años, la forma mayoritaria de residencia es el hogar de pareja sin hijos, pero, a partir de los 75-80 y hasta los 90-95 años, la forma mayoritaria es el hogar unipersonal (de resultas de la viudedad, una situación más probable por la esperanza de vida favorable a las mujeres); por último, en la etapa final de la vida, la población femenina reside en hogares extensos o múltiples.
La soledad es una enfermedad silenciosa e invisible con gran impacto en nuestra sociedad, que cada año se lleva miles de vidas
Pese a que mucha gente disfruta de la soledad que le ofrece su vivienda, un nuevo estudio ha concluido que vivir solo está vinculado a trastornos mentales comunes como trastornos de ansiedad, del estado de ánimo o por el uso de sustancias.
Según algunos estudios, casi un tercio de las personas experimentará un trastorno de este tipo en su vida. Estas condiciones pueden tener un impacto significativo en el individuo, por supuesto, pero debido a su alta prevalencia, también afectan a la sociedad en general.
Vivir solo como factor de riesgo
La revista PLOS ONE, revisa esta posibilidad. Los autores del trabajo concluyen que existe un vínculo entre vivir solo y los trastornos mentales comunes. Además, afecta a todos los grupos de edad y sexos, y su principal conductor, es la soledad.
La cantidad de personas que viven solas está creciendo constantemente en gran parte del mundo occidental. Esto se debe a varias razones, entre ellas el envejecimiento de la población, el hecho de que las personas tienden a casarse a una edad más avanzada y al aumento de las tasas de divorcio.
Los científicos de la Universidad de Versalles Saint-Quentin-en-Yvelines (Francia) analizaron los datos de 20.503 adultos, de 16 a 74 años, que vivían en Inglaterra. Los datos provienen de tres encuestas nacionales de morbilidad psiquiátrica que los expertos realizaron en 1993, 2000 y 2007. Los participantes completaron los cuestionarios revisados de la Lista de entrevistas clínicas, que evaluaron si habían experimentado síntomas neuróticos durante la semana anterior.
Las encuestas también recopilaron datos sobre una gran variedad de variables, incluyendo altura y peso, nivel de educación, situación laboral, consumo de alcohol y drogas, apoyo social y sentimientos de soledad.
Como se esperaba, los autores encontraron que el número de personas que viven solas ha crecido constantemente. En 1993, el 8,8 % vivía solo. En el año 2000, el 9,8% y en 2007, el 10.7% vivía solo.
Su análisis también mostró que en todos los grupos de edad y sexos, había una asociación significativa entre vivir solos y tener un trastorno mental común. El tamaño de esta relación fue bastante similar en las tres encuestas.
Cuando los científicos profundizaron en la relación entre los trastornos mentales comunes y vivir solos, encontraron que la soledad explicaba el 84 % de la asociación. Estudios anteriores habían demostrado que la soledad está relacionada con la depresión y la ansiedad.
Por supuesto, no todos los que viven solos están solos o se sienten solos. Sin embargo, para aquellos que lo están, hay disponibles ciertas intervenciones para enfrentarse a la soledad, como las terapias de conversación, disposiciones de atención social e intervenciones basadas en animales.
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