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En 2022, la UNESCO organizó Mondiacult, la mayor conferencia dedicada a la cultura en 40 años, que se llevó a cabo en Ciudad de México. Este evento histórico reunió a cerca de 2.600 participantes de 150 Estados, lo que subraya la relevancia y la necesidad de abordar el tema de la cultura a nivel global.
Uno de los resultados más significativos de esta conferencia fue la Declaración para la Cultura, que reafirma que la cultura es un derecho humano universal. Este documento no solo resalta la importancia de la cultura en nuestras vidas, sino que también denuncia las desigualdades en el acceso a la cultura, especialmente para grupos vulnerables como mujeres, jóvenes, niños, pueblos indígenas, afrodescendientes, personas con discapacidad y otros colectivos en situación de riesgo.
Los firmantes de esta declaración se comprometieron a apoyar y fomentar la diversidad cultural y a implementar políticas públicas a nivel estatal, regional y local que garanticen la accesibilidad de la cultura para todos.
Barreras estructurales y sociales
Karina Bautista Rojas, especialista en turismo sostenible de la ONG de cooperación al desarrollo CODESPA en Ecuador, explica que las barreras de acceso a la cultura están profundamente enraizadas en problemas estructurales y sociales. Estas barreras incluyen la discriminación, el racismo, el desempleo, la migración, la violencia de género y la sobreexplotación de los recursos naturales.
Bautista Rojas afirma que estas dificultades afectan "de manera desproporcionada" a las comunidades indígenas, quienes enfrentan múltiples desafíos económicos y sociales. Además, la lejanía geográfica y la falta de infraestructuras adecuadas complican no solo el acceso a la cultura, sino también a servicios y recursos esenciales, tanto financieros como técnicos. Esta situación refuerza la exclusión de estos grupos, limitando su capacidad para participar plenamente en la vida cultural.
El enfoque de CODESPA en Ecuador es un claro ejemplo de cómo la protección y el fomento cultural pueden convertirse en una palanca de cambio para el desarrollo económico.
La ONG trabaja en áreas protegidas en cinco provincias: Tungurahua y Cotopaxi (en la sierra), y Pastaza, Napo y Orellana (en la Amazonía), abarcando unas 10.000 hectáreas de biodiversidad. Esta iniciativa, financiada por la Agencia Española de Cooperación Internacional, beneficia a aproximadamente 4.500 personas, de las cuales el 60 % son mujeres, el 30 % son jóvenes y el 50 % pertenecen a comunidades indígenas de las nacionalidades Kichwa, Waorani, Zapara, Andoa, Shiwiar, Shuar y Achuar.
Uno de los pilares de este proyecto es asegurar que todos tengan igualdad de oportunidades para participar en la vida cultural, independientemente de su género, origen o situación económica. Para ello, se toman decisiones sobre accesibilidad de manera colaborativa en mesas de trabajo, lo que fomenta la inclusión y el empoderamiento de las comunidades.
La inclusión de personas con diversidad funcional
Otro aspecto crucial en la discusión sobre el acceso a la cultura es la inclusión de personas con diversidad funcional. El artículo 30 de la Convención Internacional de Derechos de las Personas con Discapacidad de Naciones Unidas reconoce su derecho a la accesibilidad en la vida cultural a través del acceso a material y actividades culturales en formatos accesibles.
Esta convención requiere que los Estados firmantes aseguren que los lugares que ofrecen representaciones o servicios culturales, como teatros, museos, cines y bibliotecas, sean accesibles para todos. Además, reconoce que las personas con diversidad funcional deben poder desarrollar y utilizar su potencial creativo, tanto en su propio beneficio como para el enriquecimiento de la sociedad en general.
Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), hay cinco ejes fundamentales para garantizar la accesibilidad en los espacios culturales y artísticos, que sean aptos para todos los públicos:
1. Espacios físicos diseñados y adaptados: Desde rampas y ascensores hasta guías podotáctiles y baños accesibles.
2. Formatos de comunicación inclusivos: Los eventos y actividades culturales deben promover la comunicación inclusiva.
3. Contenidos diversos y representativos: Es vital que los contenidos aborden temáticas y experiencias relacionadas con la inclusión desde una perspectiva amplia.
4. Profesionales capacitados: Los profesionales deben estar formados en materia de accesibilidad y sensibilización para diseñar experiencias culturales inclusivas.
5. Alianzas estratégicas: Es esencial establecer colaboraciones entre poderes públicos, instituciones culturales, ONG y colectivos de personas con diversidad funcional para identificar desafíos y buscar soluciones efectivas.
Un ejemplo reciente de esta apuesta por la accesibilidad cultural es la exposición ‘World Unseen’, organizada por Canon y que tuvo lugar en la Dirección General de la ONCE en Madrid del 25 al 27 de octubre. Esta exposición invita al público a explorar nuevas formas de percibir el mundo, diseñada específicamente para personas con discapacidad visual. A través de imágenes que trascienden lo visual y que están acompañadas de descripciones en formato braille, impresiones en relieve y una experiencia auditiva inmersiva, esta muestra resalta la importancia de crear espacios culturales que ofrezcan igualdad de oportunidades para todos.
Un compromiso global hacia la cultura
Karima Bennoune, Relatora Especial de la ONU en el ámbito de los derechos culturales, abordó en 2018 la necesidad de garantizar el derecho humano universal a acceder a la cultura.
En su intervención, enfatizó las tres P clave para una cultura accesible: protección, promoción y participación. Bennoune destacó que es fundamental que organismos internacionales, como la ONU y la UNESCO, colaboren entre sí, que los Estados asignen recursos económicos adecuados para el ámbito cultural y que los programas y políticas culturales sean participativos. Las personas afectadas por estas políticas deben ser consultadas y tener la oportunidad de aportar sus perspectivas y necesidades.
Sin embargo, según Bautista Rojas, las divisiones internas y la diversidad cultural pueden dificultar la implementación de políticas efectivas, lo que genera desconfianza hacia las instituciones y limita el acceso equitativo a la cultura. Este ciclo vicioso perpetúa la exclusión y la falta de oportunidades para las comunidades vulnerables.
La digitalización es otro tema relevante en la discusión sobre el acceso a la cultura. En el caso de la población romaní en Hungría, las zonas poco desarrolladas presentan un bajo acceso a Internet, lo que limita significativamente su participación en la vida cultural. Investigadores han definido la digitalización como una "espada de doble filo". Si bien puede democratizar el acceso a la cultura y hacerla más accesible a grupos vulnerables, también puede excluir a aquellos que no tienen acceso a la tecnología por razones económicas, falta de información o formación. Muchos se sienten desconectados de los bienes y servicios culturales digitales y carecen de conciencia sobre su derecho a la cultura.
En definitiva, para que la cultura sea verdaderamente accesible, es esencial fomentar el compromiso público en la promoción cultural y fortalecer el papel de las organizaciones no gubernamentales. La lucha por un acceso universal a la cultura es un esfuerzo colectivo que debe involucrar a todos, con el fin de garantizar un espacio inclusivo, diverso y enriquecedor para la sociedad en su conjunto.
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