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La primera persona con autismo que logra la titulación más exigente en la carrera de música, en la especialidad de piano, se llama Egor Chulkov. Lleva 23 años afincado en Alicante, aunque nació en Rusia. Su madre, Larisa, escuchó allí a los médicos decir que su hijo “nunca podría andar ni hablar y que lo mejor era dejarlo encerrado en un orfanato”, por lo que abandonó el país con su bebé rumbo a España.
La realidad que vivía Larisa en su Rusia natal era bien distinta a la actual. “Egor desde bebé mostró una sensibilidad especial para la música”, recuerda en una entrevista a Servimedia. “Desde los ocho o nueve meses ya tocaba música y componía a su manera, incluso antes de hablar en un pequeño teclado que tenía”. Cuenta su madre que el pequeño pianista no aceptaba ningún juguete que no fuera musical. “Estaba predestinado para ir a estudiar al Conservatorio”.
Ante el mal pronóstico de los médicos rusos, Larisa dejó atrás a su marido, que siguió trabajando en Siberia y viajó hasta España. Esta mujer asegura que cuando se instaló en Murcia, su primer destino en España, las valoraciones de los médicos “tampoco fueron muy halagüeñas” porque no le dieron esperanzas de que su hijo pudiera mejorar.
A los cinco años llegó el diagnóstico del autismo
Larisa ya tenía nombre y apellido para lo que le sucedía a Egor. El diagnóstico del autismo, que para otros padres podría ser una ‘nota disonante’ para ella fue unas más en el pentagrama. Y continuó con su objetivo: que Egor cursara estudios musicales en un conservatorio.
Fue en el Conservatorio Profesional de Música de Torrent de Valencia donde encontró en el programa ‘Todos músicos, todos diferentes’ una iniciativa inclusiva para alumnos con discapacidad.
Allí Egor se formó musicalmente durante diez años hasta lograr el título Profesional de Música en la Especialidad de Piano. Los últimos cuatro años, que conducen a la obtención del título Superior de Música, los ha cursado en la Escuela Superior de Música de Alto Rendimiento (Esmar), cuyo coordinador de estudios y también exprofesor del joven, Juan Pablo Valero, confiesa a Servimedia que Chulkov es “un ejemplo perseverancia, éxito y superación personal porque rompe un techo de cristal muy importante para las personas con este tipo discapacidad, el autismo”.
En ocasiones, el joven ha contado con la ayuda de profesores de apoyo para explicarle algunos conceptos teóricos. “Sin embargo, cuando se trata de interpretar música tiene ‘oído absoluto’, una capacidad que le identificaron desde una edad muy temprana relacionada con la memoria auditiva”, indica Valero.
Quienes la poseen pueden identificar las notas interpretadas o reproducir una obra en un instrumento sin necesidad de leerla en una partitura, así como memorizarla escuchándola tan solo una vez.
“Egor se sabe de memoria las ocho sinfonías del compositor Antón Bruckner”, apunta con cierto orgullo su exprofesor. “Cuando era más pequeño le bastaba con echar un vistazo a un libro y era capaz de memorizar cada palabra”, añade su madre.
El joven tiene una discapacidad reconocida del 65 % donde se encuentran el autismo con problemas de movilidad reducida que en ningún ha caso ha frenado su carrera meteorítica en el ámbito de sus estudios musicales.
“Resulta paradójico ver que no sabe atarse los cordones ni comer solo con la cuchara y luego es capaz de tocar el piano de un modo brillante”, señala Larisa.
La música habla por el joven pianista
Valero subraya que “todo lo que Egor no es capaz de expresar con el lenguaje lo hace a través de la música”. De ahí la “importancia y la fuerza” de una frase, que para nosotros puede parecer un cliché, pero mucho para una personas con autismo.
Cuando al joven pianista le entregaron el diploma fue capaz de pronunciar, verbalizar: ‘Cuando toco el piano me siento feliz’. “Para una persona con autismo es toda una declaración”, asevera el docente.
Al pianista con autismo le sobran las palabras. Las teclas de su piano son sus vocales y sus consonantes. A través de la música derriba todas las barreras y encuentra “un medio de relacionarse con el mundo, con las personas. Se siente aplaudido, admirado y, por ende, se siente feliz”, confirma su exprofesor.
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