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La avutarda común ('Otis tarda') no pasa desapercibida en la naturaleza. Enorme, colorida e imposible de confundir, es el ave más pesada capaz de volar en la Tierra y con la mayor diferencia de tamaño entre los sexos.
En su mayoría vive en la Península Ibérica, y puede buscar dos plantas con compuestos que matan patógenos, por lo que se trata de un raro ejemplo de pájaro que usa plantas contra alguna enfermedad, es decir, de automedicación.
"Las avutardas prefieren comer plantas con compuestos químicos con efectos antiparasitarios 'in vitro'", apunta Luis M. Bautista Sopelana, del MNCN y primer autor del estudio.
El ave que practica la herbología como medicina tradicional
Azucena González Coloma, del Instituto de Ciencias Agrarias, añade que estas aves buscan "dos especies de malas hierbas que los humanos también usan en la medicina tradicional" y que contienen compuestos antiprotozoarios y nematicidas, es decir, que matan gusanos, mientras que la segunda también contiene agentes antifúngicos.
Se sospecha que la automedicación en animales ocurre, con mayor o menor grado de confianza, en primates, osos, ciervos, alces, guacamayos, abejas y moscas de la fruta, pero es complicado probarlo en animales salvajes, según Bautista Sopelana.
La avutarda, es un ave clasificada como Vulnerable en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), se reproducen en pastizales desde Europa occidental y el noroeste de África hasta Asia central y oriental. Aproximadamente el 70 % de la población mundial vive en la Península Ibérica.
Las hembras suelen permanecer fieles al área de distribución donde nacieron de por vida (de 10 a 15 años), mientras que los machos vuelven a visitar el mismo sitio de apareamiento año tras año. Al permanecer en la misma área durante periodos prolongados, corren el riesgo de infectarse. Y los machos necesitan una resistencia excepcional durante la temporada de apareamiento para que no bajen sus defensas inmunológicas.
“En teoría, ambos sexos de esta especie de ave podrían beneficiarse de la búsqueda de plantas medicinales en la temporada de apareamiento cuando las enfermedades de transmisión sexual son comunes. De esta forma los machos que usan plantas con compuestos activos contra las enfermedades pueden parecer más sanos, vigorosos y atractivos para las hembras”, recalca González Coloma.
Algunos investigadores del estudio analizaron este ave desde principios de la década de 1980, principalmente en Castilla y León y la Comunidad de Madrid.
Examinaron 623 excrementos de hembras y machos, incluidos 178 durante la temporada de apareamiento en abril. Bajo un microscopio, vieron la abundancia de restos reconocibles (tejido de tallos, hojas y flores) de 90 especies de plantas que crecen localmente y que se conocen en el menú de las avutardas.
Así es el menú previsor de enfermedades de las avutardas
Encontraron que dos especies de plantas son consumidas por las avutardas con más frecuencia de lo esperado por su abundancia: amapola común ('Papaver rhoeas') y buglosa o flor morada ('Echium plantagineum').
“Las avutardas seleccionan la amapola y la flor morada principalmente en la temporada de apareamiento, en abril, cuando su gasto de energía es mayor. Y los machos de esta especie de ave, que durante estos meses dedican gran parte de su tiempo y energía a la exhibición sexual, las prefieren más que las hembras”, apostilla Bautista Sopelana.
De estas dos especies, el ganado evita la primera y se usa en la medicina tradicional como analgésico, sedante y refuerzo inmunológico. La segunda es tóxica para humanos y ganado si se ingiere en grandes cantidades. También tienen valor nutritivo: los ácidos grasos abundan en las semillas de amapola, mientras que las de la flor morada resultan ricas en aceites comestibles.
Los resultados muestran que los extractos de ambas plantas son altamente efectivos para inhibir o matar protozoos y nematodos in vitro, mientras que la flor morada también es moderadamente activa contra los hongos.
“La prueba definitiva de la automedicación de este ave requiere protocolos experimentales desarrollados en las ciencias biomédicas, veterinarias y farmacológicas”, precisa Bautista Sopelana.
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