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Las conductas autolesivas son cada vez más frecuentes durante la infancia y la adolescencia. Esto se conoce como Autolesiones no suicidas (ALNS).
Esta prevalencia tiene un rango entre el 22 y el 45 % de los adolescentes, y estos son el tipo de conductas que se llevan acabo:
- Cortarse o tallarse la piel
- Introducir objetos debajo de las uñas o la piel
- Hacerse quemaduras
- Rasparse o rascarse hasta hacerse sangre
- Golpearse a propósito
El riesgo a que los adolescentes o niños lleven a cabo conductas autolesivas puede darse como una respuesta que tiene que ver con la reactividad emocional.
Las conductas autolesivas pueden derivar de experiencias sociales angustiosas
Cabe destacar que algunos jóvenes son más propensos a llevar a cabo las conductas autolesivas que otros. Todas estas principales conclusiones se observan en el estudio longitudinal que aparece en la revista Biological Psychiatry, llevada a cabo por investigadores de la Universidad de Carolina del Norte.
Dichos investigadores se basaron en los datos obtenidos tras el examen de correlatos neuronales y otros factores de riesgo de las conductas autolesivas.
El objetivo era poder conocer qué tipo de vulnerabilidades emocionales y socioambientales influyen en el desarrollo de estas prácticas contra uno mismo.
De esta forma, aplicando la imagen por resonancia magnética funcional, se examino la reactividad de los adolescentes en la amígdala, que es una región cerebral que se asocia con la reactividad emocional y la sensibilidad al entorno social, donde van incluidas la recompensa y el castigo.
Con este método, se tomaron varias medidas sociométricas para predecir longitudinalmente las conductas de ALNS, o conductas autolesivas.
Participaron un total de 125 adolescentes (63 chicas y 62 chicos), a los que se les presentó una tarea de demora del incentivo social: en ella tenían que anticipar y tratar de evitar el castigo de sus compañeros (una cara con el ceño fruncido) y de anticipar y evitar obtener una recompensa social (un rostro sonriente) mientras se les realizaba IRMf.
Además, los menores tuvieron que dar una clasificación a sus iguales, cuáles eran los que más y los que menos les gustaban, algo que se conoce como preferencia social, una situación que se da en el mundo real de aceptación y rechazo por parte de unos y otros.
De esta forma, contestaron a un cuestionario cuando se realizo el estudio, y un año después contestaron otro para poder determinar ALNS en el pasado.
La sensibilidad al castigo social y la poca preferencia social muestran un riesgo alto de ALNS en un futuro
Así, los investigadores pudieron comprobar como a una mayor reactividad de la amígdala durante al anticipación del rechazo social, predice un mayor riesgo en conductas autolesivas un año más tarde en aquellos adolescentes que mostraron menor preferencia social por sus compañeros.
De esta forma, los resultados ayudan a ver la importancia de diseñar terapias centradas en enseñar como llevar a cabo la regulación emocional para aumentar las interacciones prosociales con los compañeros y proteger a los adolescentes contra el desarrollo de conductas autolesivas.
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