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Estambul, 1 sep (EFE).- La caída acelerada de la lira turca, que está afectando gravemente a la economía del país, no es tanto resultado de las tensiones con Estados Unidos, sino una consecuencia de años de una gestión financiera arriesgada, según los economistas consultados por Efe.
"Estamos ahora mismo en medio del aterrizaje duro que se veía venir desde hace años", asevera a Efe el analista Emre Deliveli, que lleva tiempo advirtiendo contra el sobrecalentamiento de la economía turca.
La lira turca ha perdido cerca del 40 % de su valor desde inicios del año y casi el 25 % solo en el mes de agosto, mientras que el Gobierno turco ha hecho poco más que gestos desesperados para mantener la confianza de los mercados, pero sin tomar medidas para sanear la economía.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, incluso ha buscado respaldo en las esferas espirituales: "Si ellos tienen dólares, nosotros tenemos a Dios", es uno de sus lemas favoritos en sus discursos.
Deliveli recuerda que el alto crecimiento del producto interior bruto (PIB) de Turquía, orgullo del Gobierno, con tasas de entre el 4 % y el 11 % en la última década, se ha basado sobre todo en el consumo interno, por lo que el país necesita continuamente "dinero fresco" en forma de inversión extranjera.
El consumo y el relativamente bajo índice de desempleo -alrededor del 10 %- también se ha visto favorecido por la intensa actividad constructora fomentada por el Gobierno, tanto en el sector de la vivienda como en el de carreteras, puentes y aeropuertos.
No obstante, las empresas beneficiadas por las licitaciones públicas tuvieron que recurrir a voluminosos préstamos para cumplir su labor.
Son precisamente estos préstamos en divisas los que ahora se han encarecido enormemente por el desplome de la lira, situación que amenaza con descalabrar todo un sector, y especialmente el de las empresas cercanas al Gobierno y receptoras de los grandes encargos públicos, opina por su parte el economista Mustafa Sönmez.
La deuda pública de Turquía se disparó el año pasado hasta el 53 % del PIB, desde el 47 % registrado en 2016, según cifras oficiales.
Si bien es una proporción aún muy por debajo de la media, en torno al 100 %, de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la deuda turca tiene características específicas que la convierten en un serio problema, explica a Efe Sönmez.
"No dejan de ser 466.000 millones de dólares (lo endeudado), y el 65 % de esta suma está en el sector privado. Además, casi un 40 % corresponde a préstamos de corto plazo", indica.
"En los próximos 12 meses hay que devolver 180.000 millones de dólares. A eso se añade un déficit por cuenta corriente de 50.000 millones. En total, en el próximo año, el Gobierno debe encontrar 230.000 millones de dólares en divisas", precisa el economista.
Sönmez se muestra convencido de que Ankara tendrá que acudir finalmente al Fondo Monetario Internacional (FMI) para evitar la bancarrota, si bien hasta ahora el Gobierno ha negado su intención de hacerlo.
Recuerda además que la duplicación de los aranceles estadounidenses sobre las importaciones de acero y aluminio de Turquía, anunciada por Washington a principios del mes, no tendrá un impacto financiero grave, pero ha evidenciado las malas relaciones de Ankara con la primera potencia mundial.
Y ello bastó para disparar la prima de riesgo de Turquía.
El rifirrafe diplomático con Estados Unidos es también para Deliveli uno de los aceleradores de una crisis que tenía que llegar antes o después, y que se ha visto asimismo impulsada por la desconfianza de los mercados en el actual equipo de Gobierno turco, que subió al poder tras las elecciones de junio pasado.
"Tres momentos aceleraron la caída de la lira", analiza el experto.
"Por un lado, está la visita de Erdogan a Londres en mayo pasado, donde ante inversores hizo gala de sus teorías poco ortodoxas, como que los tipos altos de interés aceleran la inflación. Al ver que se creía de verdad sus palabras, los inversores pensaron que está mal de la cabeza y empezaron a retirar sus fondos", afirma Deliveli.
"Otro inciso fue el nombramiento de Berat Albayrak, yerno de Erdogan, como ministro de Finanzas. Y el tercero y más grave, el encontronazo con Estados Unidos", resume.
Tanto Sönmez como Deliveli estiman que la inflación, actualmente en el 16 %, llegará al 20 % a finales del año y subrayan que una drástica subida de los tipos de interés del Banco Central, ahora en el 17,75 %, es un paso imprescindible.
Pero es difícil que el banco tome esta medida, dado que Erdogan se opone públicamente a ella.
"El régimen prefiere no subir los tipos, porque sabe que entonces reducirá la demanda, y esto perjudica al sector de la construcción, el de la vivienda y al consumo en general; provocará una recesión, pero con el cambio actual, esta recesión llegará de todas formas", analiza Sönmez.
También Deliveli pinta un escenario más bien lúgubre: "Muchas empresas irán a la bancarrota porque no tendrán capacidad de pagar sus deudas, y la gente se quedará en paro", vaticina.
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