El día en que Johnny Hallyday se convirtió en Jesucristo Superstar

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15/06/2018 - 16:17
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París, 15 jun (EFE).- Napoleón I concibió en 1806 la iglesia de La Madeleine, anomalía neoclásica en el corazón de París, como una forma de rendir homenaje a sus ejércitos. Hoy, el templo sirvió para la canonización laica de Johnny Hallyday, el roquero que reivindica su lugar en la inmortalidad.

La ceremonia fue difícil de explicar, y más aún de entender, si no se es francés. Profundamente francés.

Sobre el altar, saludaba a los fans una gran foto de Hallyday, ojos penetrantes, rostro canalla, el hombre que hoy habría cumplido 75 años y cuya muerte fue llorada en Francia como pocas a lo largo de su historia.

Despojada de cualquier atisbo religioso, la iglesia, émulo del Templo de Zeus ateniense, se convirtió en una sala de conciertos kitsch y sentimental, tomada por chupas de cuero, cazadoras vaqueras, sombreros cowboy y tupés en retirada: la única similitud con un servicio dominical en La Madeleine era la edad media de los asistentes.

Muchos venían de fuera de París. La mayoría. Johnny, como lo conocen aquí, se transustanció en la Francia profunda, que siente que con su pérdida se fue uno de sus referentes, a cuyas canciones recurren para ilustrar cada una de las etapas de sus vidas.

Por eso nadie parecía extrañado por celebrar a Johnny en un templo católico, uno de los más icónicos de París. Al fin y al cabo, se oficiaba la comunión entre el difunto cantante y sus devotos.

"Johnny es lo que nos une a todos los franceses. No conseguimos decirle del todo adiós, necesitamos un poco de este fervor cada día", decía Marc, acompañado por cuatro mujeres a las que acababa de conocer a las puertas de la iglesia y con las que ya compartía canciones y palmas.

Un sosías de Johnny, el desconocido cantante Chris Evans, que se presenta a sí mismo como "el número uno de las veladas sesenteras" en su página web, se encargó desde el altar de versionar los grandes éxitos del roquero.

Aunque al gran público el nombre de Evans le diga más bien poco, los seguidores del club de fans oficial de Hallyday, Limited Access, lo conocen bien: allá donde un grupo de roqueros están reunidos en nombre de Johnny, en medio de ellos estará Evans.

Algunos fieles habían pernoctado a las puertas del templo para conseguir su entrada, a cinco euros (5,8 dólares), para la ceremonia laica. Después, comenzó la religiosa.

El párroco de La Madeleine y oficiante de la misa, Bruno Horaist, explicó a Efe que cada día pasan por la iglesia medio centenar de personas para firmar en el libro que se guarda aquí con celo. Desde el homenaje nacional que se le rindió el pasado 9 de diciembre, cuatro días después de su muerte, suman ya más de 40.000 rúbricas.

Por un euro (1,1 dólares), además, los visitantes se podían hacer con una estampa del cantante.

"Hoy tenéis muy vivo el recuerdo de Johnny, de toda la felicidad que os ha dado. Al venir aquí, habéis querido expresar la fortuna de haberlo encontrado en vuestras vidas y le queréis decir gracias, porque no ha guardado su vida para sí mismo, se ha dado a los demás", dijo el sacerdote en su homilía.

De repente, Johnny cayó del altar: fue cuando su primo Michael Ketcham Hallyday -único familiar al que se vio en el homenaje- evocó a su viuda, Laetitia, cuyo nombre fue recibido con abucheos y silbidos de los fieles por la querella familiar que mantiene con sus hijos mayores a causa de la herencia.

En ese momento, solo por unos segundos, Johnny se hizo carne.

Enrique Rubio

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