Lectura fácil
Madrid, 30 dic (EFE).- Una mantis religiosa metálica que se mueve y actúa como un guerrero humano intenta por todos los medios mantenerse en contacto con cualquier otra criatura que consiga recibir su mensaje; en mitad de un desierto de arena, crece apenas un árbol reseco del que brotan algunas extrañas y punzantes flores.
Así comienza el cortometraje "El ermitaño", un diseño de animación de los hermanos Raúl y Daniel Díez, que ha entrado a la lucha por los premios Goya; un premio, comenta con Efe Raúl, director y guionista, que podría significar empujar su sueño hacia el mercado exterior: "La difusión, que el público lo vea", anhela.
"El ermitaño" es un extraño cuento distópico que ha costado años de trabajo e investigación; unas labores que comenzaron en 2005, explica Díez, pero que hasta 2015 no logró su empujón final.
"Era un corto muy complicado de hacer, hemos trabajado muchas personas para sacarlo adelante. Sé que es una historia dura, pero lo bueno es que cada espectador lo completa con su lectura", apunta Díez.
"En el fondo -dice- es un alegato por la comunicación, es una crítica a la hecatombe que provocan las guerras y cómo un mundo casi destruido, comienza de nuevo a lanzar lazos para intentar comunicarse".
Pero no es una historia "pretenciosa", añade Díez, sino que "lo único que quería era contar físicamente cómo ese guerrero va cambiando cuando se da cuenta de que está solo".
"Es una metamorfosis a la inversa, al final -señala- el Ermitaño vuelve a la escritura tradicional para intentarlo".
Así, este extraño insecto metálico lucha por conseguir una flor, un material precioso que necesita para elaborar un papiro; en él, después de pelear hasta casi desintegrarse en un desierto imposible arrasado una y otra vez por tormentas apocalípticas, el ermitaño escribe un mensaje que lanza, como si de una botella al mar se tratara, con la esperanza de que llegue a su destino.
Pero el revés de ese desierto es sordo, y ciego, y aparentemente, no puede leer.
Desde los colores, marrones y grises, que colaboran a la sensación de "óxido" del personaje, a la música electrónica, con sonidos secos y punzantes, que se fueron "doblegando" con maderas y percusión, explica Díez, el universo de "El ermitaño" remite a mundos oníricos que también están en la evolución casi humana del bicho.
La cinta compite con "Colores", de Arly Jones y Sami Natsheh; "Un día en el parque", de Diego Porral, y Woody and Woody", de Jaume Carrió, cerrando un abanico tan variado en la técnica, como en los temas que tratan.
Los Díez, que comenzaron en la animación con el 'stop motion' hace treinta años -uno de sus trabajos fue para "Barrio Sésamo"-, también han trabajado en maquetas y construcción de decorados; en el caso de "El ermitaño", la técnica utilizada es la animación 3D, pero "implementada con texturas, porque queríamos que fuese muy físico".
El resultado es un hipnótico desierto en el que metales, vidrios y maderas retorcidas se mezclan con subsuelos líquidos que recuerdan a un mar desolado y sucio de chatarras olvidadas.
Provenientes de familia de artistas, pintores y escultores, los hermanos, que trabajan en Valencia, se complementan a la perfección, dice Raúl, puesto que su Daniel es quien se ocupa del diseño y de la dirección de arte que es lo que "le falta a él"
En quince minutos de metraje, "El ermitaño" tiene también sombras chinas y kabuki, introducido en esta ocasión por Raúl, que se declara amante del mundo oriental; de hecho, cuenta, estuvo meses trabajando con Blanca del Barrio para dar otra dimensión a sus ideas.
"Lo mejor de estos trabajos, tan difíciles de repetir, son las horas de investigación", indica el cineasta, cuya máxima ilusión sería "llevar la cinta a un circuito de festivales de cine específicos, para después 'meterlo' en las teles".
Alicia G.Arribas.
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