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En nuestros días es muy habitual saber qué es el estrés. El ritmo de trabajo actual, nuestra rutina diaria, es en general estresante. De ahí que sea tan importante aprender a gestionarlo para que no se convierta en un problema crónico.
El estrés es una respuesta adaptativa que generamos para huir de un peligro y proteger nuestra vida. Sin embargo, en ocasiones nuestro cuerpo no distingue con claridad si la amenaza es real o imaginaria.
De acuerdo con la definición del Instituto Americano del Estrés (AIS), esta dolencia se define como una “tensión física, mental o incluso emocional” que se activa cuando percibimos algún riesgo.
¿Sabemos qué es el estrés?
Ante cualquier posible amenaza, nuestro hipotálamo se activa y envía una señal a todo nuestro cuerpo para que se prepare para huir, o en el peor de los casos, para luchar. Ahí es cuando liberamos hormonas como la adrenalina, el cortisol o la noradrenalina.
Tanto la adrenalina como la noradrenalina aceleraran el ritmo cardíaco, liberan células inmunológicas y envían sangre desde el sistema digestivo hasta los músculos. De manera práctica, nuestro cuerpo se activa para salir corriendo si fuera necesario.
El cortisol es la propia hormona del estrés y, al ser liberada, se encarga de reducir la capacidad del cuerpo de sentir dolor y curar heridas, lo que genera un extra de energía para poder combatir la amenaza en cuestión.
Todo este funcionamiento del sistema no causa problemas en condiciones normales, ya que debe ser así. El problema es cuando pasamos de tener un momento puntual de estrés a vivir con estrés todos los días. Si eso ocurre, estaremos alterando nuestro sistema inmunológico, digestivo y cardiovascular.
El funcionamiento del estrés
Cuando la amenaza pasa, nuestro cuerpo ha gastado una gran cantidad de energía para combatirla y nos quedamos en un estado muy bajo. Esto significa que si activamos este mecanismo con frecuencia, el organismo puede acabar desarrollando enfermedades a consecuencia de los desequilibrios.
En este sentido, diversos estudios han demostrado la relación entre el estrés y el desarrollo de problemas cardiovasculares, diabetes, insomnio, y depresión. También se relaciona con problemas de memoria, disfunción sexual, pérdida de pelo, acné, fatiga y dolores de cabeza.
Asimismo, el estrés hace efecto anti inflamatorio, lo que significa que suprime nuestro sistema inmunitario y nos deja más expuestos a contraer todo tipo de afecciones. Por otro lado, la sangre es más propensa a coagularse cuando activamos este mecanismo de defensa, por lo que aumenta el riesgo de sufrir una enfermedad del corazón.
El estrés, la gran epidemia del siglo XXI
En relación con el estrés han surgido numerosas aplicaciones para meditar, así como cientos de libros de autoayuda. Pero siempre las recomendaciones de los expertos van en la misma línea.
Llevar una dieta equilibrada, hacer algún tipo de deporte o ejercicio, y dormir lo suficiente son tres elementos clave para tratar de mantenerlo a raya. Otra técnica muy eficaz es plantear cualquier situación amenazante como un reto.
Así, lo más importante ses no dejar que el estrés nos sobrepase durante un periodo de tiempo demasiado largo. En ese caso será necesario acudir a un especialista.
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