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A mitad del plazo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), establecidos por la ONU en 2015, se enfrenta un desafío en la erradicación global del hambre. A pesar de los avances anteriores en la reducción del hambre, factores como la pandemia de COVID-19, conflictos y eventos climáticos extremos han revertido parte del progreso. La meta de eliminar la inseguridad alimentaria y malnutrición en 15 años se ve amenazada, afectando principalmente a las personas más pobres.
El futuro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible contra el hambre
Este año marca la mitad del período designado para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), una serie de objetivos globales establecidos por las Naciones Unidas en 2015. Estos 17 objetivos tienen como objetivo abordar los desafíos más urgentes y llevar al mundo hacia la sostenibilidad. Se enfocan en reducir la pobreza, mejorar el acceso a la atención médica y educación, y mitigar los impactos del cambio climático para 2030. Sin embargo, alcanzar la meta esquiva de erradicar la inseguridad alimentaria se ha vuelto problemático, revirtiendo muchos de los avances logrados en la última década.
Cuando los ODS se presentaron, eliminar la inseguridad alimentaria y la malnutrición mundial en 15 años parecía un objetivo ambicioso pero factible. En ese momento, los niveles de hambre habían estado disminuyendo durante más de 20 años, gracias al aumento de la productividad agrícola y el crecimiento económico global.
Lamentablemente, en los últimos años, una serie de crisis, como la pandemia de COVID-19 y conflictos prolongados como la guerra en Ucrania, así como fenómenos climáticos extremos, han tenido un impacto devastador. Esto ha resultado en un aumento del hambre en todo el mundo, afectando de manera desproporcionada a las personas más desfavorecidas.
Según un nuevo informe de la ONU, aproximadamente 735 millones de personas padecen inseguridad alimentaria, un aumento de 122 millones desde 2019. De manera alarmante, siete países, incluidos Somalia, Afganistán, Burkina Faso, Haití, Nigeria, Sudán del Sur y Yemen están al borde de la hambruna. No solo estamos lejos de alcanzar el objetivo de para 2030, sino que estamos peor que en 2015.
Entonces, ¿qué camino debemos tomar? Para lograr el objetivo es crucial entender quiénes conforman la mayoría de los pobres globales y de dónde proviene la mayor parte de su alimentación. La respuesta a estas preguntas es sorprendentemente directa.
La pobreza “se ceba” con los pequeños agricultores
La mayoría de las personas más empobrecidas del mundo son pequeños agricultores, quienes también son los principales productores de alimentos en numerosos países en desarrollo. Estos agricultores han sido duramente golpeados por las crisis recientes, además de enfrentar obstáculos sistémicos que los mantienen atrapados en la pobreza y la inseguridad alimentaria. Sin embargo, la situación actual puede ser una oportunidad para marcar la diferencia. Al brindar respaldo a los pequeños agricultores, la comunidad global podría dar pasos importantes hacia la erradicación del hambre global.
Hay diversas formas en que los gobiernos y las organizaciones internacionales pueden ayudar a los pequeños agricultores y abordar la inseguridad alimentaria a nivel mundial. En primer lugar, muchas de las explotaciones agrícolas pequeñas en naciones en desarrollo generan rendimientos notablemente inferiores en comparación con las de países desarrollados. Esto se debe, en gran parte, a la falta de recursos básicos como semillas mejoradas y fertilizantes orgánicos.
¿Qué objetivos son claves para ofrecer ayudas eficaces?
Esta disparidad es especialmente evidente en el África Subsahariana, donde los cultivos fundamentales rinden mucho menos que el promedio global. Por lo tanto, facilitar el acceso a insumos agrícolas de calidad, especialmente aquellos que ayudan a los agricultores a adaptarse al cambio climático, podría marcar una diferencia significativa en términos de seguridad alimentaria.
Además, el acceso limitado al crédito impide que la mayoría de los pequeños agricultores adquieran mejores insumos agrícolas o inviertan en sus tierras. Sería muy beneficioso contar con un respaldo global más amplio para programas que provean financiamiento a estos agricultores.
Otro aspecto clave es que los pequeños agricultores suelen cosechar sus cultivos solo una o dos veces al año. Esto significa que deben almacenar los alimentos durante varios meses para asegurar que haya suficiente hasta la próxima cosecha. Sin embargo, la falta de tecnología adecuada de almacenamiento conduce a daños causados por insectos, hongos y otras plagas en los granos esenciales, lo que aumenta las pérdidas posteriores a la cosecha y la falta de alimentos en los hogares.
Una solución sería brindar acceso a opciones avanzadas de almacenamiento, como bolsas herméticas de bajo costo que puedan preservar los cultivos durante periodos prolongados y eliminar la necesidad de utilizar insecticidas potencialmente dañinos.
Por último, los pequeños agricultores necesitan un mejor acceso a mercados viables para vender sus cosechas, lo que les permitiría avanzar más allá de la mera subsistencia y construir medios de vida estables. La comunidad global, junto con actores públicos y privados, debe hacer un mayor esfuerzo para fortalecer las capacidades locales y promover la inversión en cadenas de valor agrícolas. Esto permitiría a más pequeños agricultores desarrollar negocios sostenibles.
A pesar de los desafíos significativos, alcanzar el objetivo sigue siendo posible. En septiembre, los líderes mundiales se reunirán en la Asamblea General de la ONU para evaluar el progreso hacia los ODS. Si queremos lograr un mundo sin hambre, el respaldo a la agricultura y a los pequeños agricultores debe ocupar un lugar central en la agenda.
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