Un marco ético y político para la Inteligencia Artificial

EmailFacebookTwitterLinkedinPinterest
12/12/2021 - 18:00
La UNESCO impulsa un marco ético para la Inteligencia Artificial

Lectura fácil

En febrero de 2019 vi en la Fundación Telefónica una de las exposiciones más interesantes a la par que desasosegantes que he visitado. 'Nosotros, Robots' versaba sobre los retos a los que se enfrenta la humanidad ante el desarrollo imparable de la inteligencia artificial (IA). La muestra comenzaba con una introducción histórica en la que informaba que la palabra robot se empezó a usar de forma popular a través de la obra R.U.R. (Robots Universales Rossum) del dramaturgo checo Karel Čapek, de 1920, sobre una empresa que construye humanos artificiales con el fin de aligerar la carga de trabajo del resto de personas. De hecho, "robot" significa"trabajo" en muchas lenguas eslavas.

A lo largo de cinco ejes, sala por sala, pasaba de la evolución histórica de los primeros autómatas a otras innovaciones como, por ejemplo, una pionera máquina capaz de jugar al ajedrez, como el famoso programa 'Deep Blue', que por primera vez derrotó a un campeón mundial, Gari Kaspárov, en 1997. También tenía hueco para informar sobre la enorme inversión que está llevando a cabo China en materia robótica.

Finalmente exponía algunos de los avances más punteros de la IA. Mostraba cómo un robot es ya capaz de crear música en base a una base de datos de patrones. Para ello ponían como ejemplo una melodía creada por una máquina de composición similar a la de Los Beatles. También había espacio para el arte. Una mano con un lápiz se movía en base a un objeto que tenía delante para acercarse a la realidad lo máximo que le permitían sus algoritmos. Descubrí que un robot ya era capaz de pintar. "¿Qué sentido va a tener todo?", pensé. Traté de consolarme pensando que normalmente uno pinta si se lo propone, no si le programan. Y ahí es donde estaba la clave que los expertos decían en los vídeos de la exposición para que la creación robótica no tuviera el mérito de la humana, al no ser más que un proceso automático y no una voluntad propia. Pero hasta en eso parece estar interesada la IA, pues la muestra también desvelaba el urgente interés de algunos científicos por saber cómo funciona el cerebro para tratar de imitarlo.

Es ahí donde nace el concepto de singularidad, es decir, que las máquinas puedan llegar a ser más inteligentes que los humanos. Esta posibilidad, según Jürgen Schmidhuber, miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes y director científico de IDSIA, un instituto suizo de investigación de inteligencia artificial, podría llegar en 2030 o antes en base también a un estudio histórico en el que analiza la evolución de la humanidad. Otros autores como Ray Kurzweil, director de ingenieros de Google, la sitúan hacia 2045, curiosamente el momento en el que los países deberían lograr en conjunto las cero emisiones de carbono para alcanzar la neutralidad climática. Este científico opina que en un futuro no tan lejano fusionaremos nuestros cuerpos con las computadoras, idea que plasma la reciente serie 'Years and years', de HBO.

La Inteligencia Artificial es mucho más que los robots

Espacio Fundación Telefónica

Ya hace tiempo que la IA no se encarga solo, por tanto, de crear humanoides. También, de forma muy extensa, sirve para desarrollar soluciones en salud o en accesibilidad a través de tecnologías cloud o microchips, así como en avances que nos faciliten la vida a unos niveles que ni nosotros mismos sabemos aún, pues se adelantan a nuestros deseos y hacen que aspectos como la comunicación vayan más rápidos. Trata, por poner un ejemplo, de que la escritura se convierta en un proceso similar al habla porque nos sugieren palabras y frases mientras escribimos para que casi hablemos a golpe de pulgar.

Hoy en día hay estudios que muestran que a la gente, especialmente millenials (1981-1996) y de la generación Z (1997-2015), no le gusta hablar por teléfono porque prefiere que le escriban. Hasta el término de chatear ya resulta anticuado porque suponía un acto voluntario de usar un servicio de chat, habitualmente de escritorio, para comunicarse con alguien.

Por otro lado, la inteligencia artificial, de forma inherente a su evolución, reemplaza los trabajos de las personas de una forma creciente. Ya hay proyectos de taxis que llegan al destino sin conductores a través de una app. Estas empresas disruptivas tienen el poder de extinguir empleos con cargas físicas y condiciones laborales difíciles, como ya pasó con la mecanización del campo hace décadas. ¿Quién se quejaría entonces de que sustituyesen una guadaña por una desbrozadora?

Sin embargo, al tiempo que la plantilla humana se minimiza del tejido productivo, aparecen en las noticias pleitos de algunas compañías con sus empleados como por ejemplo sucede con los repartidores, que están en la base de la pirámide a pesar de ser en buena parte la esencia del negocio.

La Unesco quiere regular la Inteligencia Artificial a nivel internacional

La IA es, por tanto, un concepto tan amplio y genérico como el de civilización que requiere no solo de programadores y empresarios sino de expertos que la estudien, de docentes que la den a conocer en las escuelas para mejorarla a futuro y, aunque parezca lógico, de una regulación ética que hasta el momento carece a nivel internacional. No obstante, ¿quién debe establecer un marco ético para la inteligencia artificial? ¿Debería depender de los políticos a voluntad de cada país? ¿O bien de un grupo masivo de expertos como los que estudian el cambio climático en Naciones Unidas?

La Unesco, órgano especializado de la ONU en materia de Educación, Ciencia y Cultura, ya ha sentado las bases de un marco ético y político regulatorio para la IA, según un texto que presentó el pasado 23 de noviembre, el primero de ámbito mundial adoptado para tal fin. Aprobada por sus 193 miembros en su 41 Asamblea General, la recomendación persigue, según recoge el portal Swissinfo citando a EFE, "garantizar la transparencia y la accesibilidad" de los algoritmos sobre los que se basan estas tecnologías.

El órgano busca evitar que Internet se interponga con los derechos humanos, garantizar la igualdad de género en un mundo esencialmente concebido por hombres, proteger la democracia de los ataques a través de la red y preservar el medio ambiente. Entre los firmantes figuran China o Irán, pero no Estados Unidos, que se salió de la Unesco en protesta por la inclusión de Palestina. "Es un triunfo del multilateralismo", aseguró la directora general de la Unesco, Audrey Azoulay, que puso de relieve la dificultad de poner de acuerdo a tantos países sobre un asunto tan delicado.

"Nosotros fijamos el marco mundial y los Estados tendrán la responsabilidad de adaptarlo a sus legislaciones", recalcó. Azoulay aseguró asimismo que "la Unesco creará un mecanismo de seguimiento sobre la transposición en los diferentes países" del texto y afirmó que dos decenas de ellos han comenzado ya a trabajar en ese sentido. La máxima mandataria de la UNESCO aboga por dar el control de los datos a quienes los proporciona y no a quienes los recibe, teniendo en cuenta que la recogida de datos personales y su uso indiscriminado puede suponer graves ataques a la privacidad.

La idea, indicó la directora general, es sacar el máximo partido a la IA, que ofrece herramientas muy útiles para el desarrollo mientras estén bajo el control humano. "Cada vez son más los asuntos de nuestras vidas cotidianas que dejamos en manos de la IA", explicó a Efe la subdirectora general de Ciencias Humanas y Sociales de la Unesco, Gabriela Ramos, quien recordó que la inteligencia artificial está presente en servicios como los GPS de los coches o en los herramientas domésticas de voz que cada vez equipan más hogares.

La IA debe respetar a los derechos humanos, proteger al medio ambiente y ser inclusiva

La recomendación persigue que estas nuevas tecnologías sigan cuatro principios: el respeto a los derechos humanos, la protección del medio ambiente, la inclusión y la diversidad y el fomento de sociedades pacíficas, justas e interdependientes. Los marcos regulatorios deben contribuir también a una mayor inclusión de género, puesto que en la actualidad solo el 20 % de los investigadores que trabajan en estas tecnologías son mujeres.

En cuanto a la dimensión medioambiental de la inteligencia artificial, la recomendación de la Unesco invita a estudiar la forma en la que el desarrollo de la IA puede contribuir a acelerar la transición energética y combatir el cambio climático. La recomendación también recoge iniciativas para que los países más desarrollados ayuden a los más pobres a no quedarse atrás en los avances que supone la IA y que además ayude a protegerlos.

Añadir nuevo comentario