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La ralentización del cambio climático ha provocado una menor incidencia de la malaria en algunas zonas africanas densamente pobladas, según un estudio liderado por el Instituto de Salud Global (ISGlobal) de Barcelona publicado recientemente.
La malaria se debilita por el cambio climático en determinadas zonas
Según este estudio, la ralentización del calentamiento global que se observó a fines del siglo pasado se tradujo en una disminución en la transmisión de la malaria en el altiplano etíope. Los resultados, publicados en la revista Nature Communications, subrayan la estrecha relación entre clima y salud.
A sus juicios, los investigadores que han participado en este trabajo creen que una de las regiones en las que mayor efecto podría observarse es en los altiplanos, donde las menores temperaturas limitan la abundancia del vector, provocando brotes intermitentes y estacionales de la enfermedad.
El fuerte vínculo entre clima y salud
Xavier Rodó, director del programa Clima y Salud en ISGlobal y primer autor del estudio, ha explicado que “vemos que la epidemiología de la malaria en estas zonas está fuertemente regida por el control climático, que se manifiesta a todas las escalas (meses, años y hasta décadas), lo cual zanja de una vez el debate sobre si el cambio climático está o no afectando la dinámica de la malaria en África”.
Asimismo, a fines del siglo pasado, se observó una clara disminución en la incidencia de esta enfermedad en el este de África. Esto podría ser simplemente el resultado del aumento de las medidas de control contra la enfermedad, o bien podría deberse a la ralentización temporal en el incremento de la temperatura media global de la superficie terrestre, un fenómeno que se observó entre 1998 y 2005.
Evaluar intervenciones de salud pública para controlar la enfermedad
Los estudiosos decidieron poner el foco en la región de Oromia en Etiopía, un altiplano muy poblado situado entre los 1.600 y los 2.500 metros de altitud. Usando un modelo matemático, el equipo analizó la relación entre casos de esta enfermedad, el clima regional (temperaturas y precipitación locales) y el clima global (en particular desde el océano Pacífico por el efecto del Niño y de la llamada Oscilación Pacífica Decadal).
Concretamente, los resultados de esta investigación han mostrado que la variación en los casos de malaria por ambos parásitos se correlaciona extremadamente bien con los cambios en temperaturas regionales.
“La evidencia de que el periodo de ralentización del calentamiento global tuvo un impacto sobre la transmisión de la malaria demuestra el fuerte vínculo entre clima y salud”, ha afirmado Rodó. Estas conclusiones también muestran que, en el momento de evaluar intervenciones de salud pública destinadas a controlar la enfermedad, se deben tener en cuenta e integrar las condiciones climáticas en los sistemas de alerta temprana.
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