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La Comisión de Salud Pública debate si a partir del 28 de febrero los alumnos de seis y siete años pueden quitarse las mascarillas en las aulas.
Los pediatras y los docentes avalan esta posible decisión por dos motivos principales. El primero: el descenso de contagios. El segundo: que los niños pierden facultades comunicativas.
El uso de la mascarilla les ha afectado sobre todo al aprendizaje, al lenguaje, a la vocalización y también, y muy importante, a la socialización y a la interpretación de las emociones.
La semana pasada el uso de la mascarilla ya dejó de ser obligatorio en los espacios al aire libre de los centros educativos. Y Cataluña ya ha anunciado su intención de quitarlas también en las aulas este mes.
El desarrollo emocional, el desarrollo comunicativo no es igual si llevas media cara tapada
La comunicación no verbal es la forma más antigua de comunicación de los seres humanos. Ahora, tras dos años de pandemia en los que las mascarillas han pasado a ser el principal complemento facial, están saliendo a relucir los efectos que está provocando en el aprendizaje de los más pequeños el hecho de interactuar con media cara cubierta.
Un niño imita las acciones, los gestos e incluso las emociones que ve en los demás. Lo que se está viendo en estos dos últimos años es que la mascarilla supone un obstáculo en ese canal que se extiende entre dos personas, en este caso entre un niño y un adulto, lo que a su vez implica el riesgo de retrasar el aprendizaje o el desarrollo del lenguaje en una edad clave.
Las mascarillas impiden que los niños vean la boca de la otra persona. Aunque ellos no la lleven, porque si son menores de seis años no es necesario, les falta el modelaje del adulto. Lo normal es que ellos copien el movimiento de los labios o de la lengua al hablar, y ahora todo eso no lo ven. Entonces, copian las palabras de lo que oyen, pero no de lo que ven.
Además, hay que tener en cuenta que los niños más pequeños solo han visto a la mayoría de adultos con mascarillas y no tienen recuerdo de otro contexto diferente.
Los profesores también han aprendido estrategias
Como vocalizar más, hablar más despacio, moverse, coger cosas o usar soportes visuales. Al principio les costaba más entenderles, pero ahora los pequeños se están empezando a adaptar al uso de las mascarillas en las aulas.
Ahora bien, no se trata de algo permanente ni irreversible. Es recuperable, tiene solución, pero hay que ser conscientes de ello.
Sí que es verdad que las mascarillas es algo que perjudica sobre todo a los que ya tienen un problema previo de aprendizaje, pero tampoco tiene que llegar el mensaje de que las mascarillas son malas o que es una generación perdida, pues eso no es verdad. Especialmente para los niños más pequeños, han supuesto una barrera adicional que no les ha ayudado en nada, por lo que defienden que retirar la mascarilla progresivamente ayudará a que recuperen la normalidad.
Los docentes deben apoyarse en las familias para que juntos reflexionemos sobre la importancia de interactuar con los niños para fomentar toda la gestualidad que en estos momentos se está perdiendo por la necesidad imperante de usar las mascarillas hasta que volvamos a una normalidad real y, al mismo tiempo, debemos tener paciencia con los niños si no evolucionan de la forma que se esperaba. No debemos olvidar que son los que mejor se han adaptado y han comprendido la situación, pero, sin embargo, los más afectados en su desarrollo.
¿Qué ha cambiado respecto a hace unos meses para que los pediatras planteen esta iniciativa? “Tenemos una variante del virus diferente, que es muy contagiosa y va a causar muchísimos casos y, por tanto, tenemos que convivir con ella. Y esto se enmarca en un cambio de paradigma más amplio, en el que hemos pasado de una situación en la que intentábamos contabilizar e impedir cada infección, a otra en la que nos dan un poco igual las infecciones que pueda haber, siempre y cuando no tengan trascendencia clínica”, responde el epidemiólogo y miembro de la Asociación Española de Pediatría Quique Bassat para EL PAÍS. Por lo que se ha comprobado con la enorme oleada de contagios de la ómicron (mayor todavía en el caso de los niños), la enfermedad en la población de edad escolar es en la gran mayoría de los casos leve y causa “poca trascendencia clínica”. A ello hay que añadir la alta tasa de vacunación general alcanzada en el país (81% de la población total, y en torno al 50 % con dosis de refuerzo).
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