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La Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC) advierte que los niños menores de cinco años no deben comer las uvas en Nochevieja por el riesgo de atragantamiento o asfixia; y tampoco esta fruta debe sustituirse por la ingesta de frutos secos, palomitas de maíz, caramelos o grageas de chocolate para dar la bienvenida al año 2025.
Debido al tamaño, piel resbaladiza y jugo del interior, las uvas pueden ser tragadas sin masticar y provocar un taponamiento de las vías aéreas, impidiendo al niño respirar, recuerda la SEORL-CCC. Por ello, los otorrinolaringólogos recomiendan que no las ingieran menores de cinco años y cuando se les ofrezcan a los mayores sean sin piel, ni pepitas y partidas en trozos (evitando cortarlos en rodajas).
Cuidado con estos alimentos, presentan riesgo de atragantamiento en niños
Es importante tener en cuenta que ciertos alimentos pueden representar un riesgo significativo para los niños pequeños, especialmente aquellos menores de cinco años. En este sentido, se desaconseja ofrecerles frutos secos, caramelos duros, palomitas de maíz o grageas de chocolate debido a que los fragmentos duros o pequeñas piezas que se desprenden al morder estos alimentos pueden causar obstrucciones en las vías respiratorias.
En los niños pequeños, los reflejos de deglución aún no están completamente desarrollados, lo que aumenta la probabilidad de que los fragmentos de estos alimentos se deslicen accidentalmente hacia la tráquea, provocando asfixia o, en casos más graves, una obstrucción completa de las vías respiratorias.
- En el caso de los frutos secos, es recomendable triturarlos o molerlos antes de dárselos a los niños menores de cinco años. De esta manera, se reduce el riesgo de que una pieza grande quede atrapada en la garganta del niño. También es preferible ofrecer estos alimentos en forma de pastas o cremas suaves, como la mantequilla de maní o almendra, siempre supervisando al niño mientras come.
- Los caramelos duros, por su parte, deben evitarse por completo, ya que al ser de textura dura y pegajosa, no solo pueden representar un peligro de asfixia, sino que también pueden quedar atrapados en la garganta con mayor facilidad.
- Las palomitas de maíz, aunque son un bocadillo popular, también presentan un riesgo considerable debido a los pequeños fragmentos duros que quedan después de que se revienta el grano. Estos fragmentos pueden causar daño en las vías respiratorias y dificultar la respiración del niño si no se mastican correctamente.
- Por otro lado, las grageas de chocolate y otros dulces similares, debido a su pequeño tamaño y su superficie dura, también pueden ser peligrosos si el niño no los mastica adecuadamente, ya que pueden bloquear las vías respiratorias.
¿Y en las personas mayores de 65 años?
En el caso de las personas mayores de 65 años y aquellos que padecen disfagia, el consumo de uvas puede resultar ser un riesgo significativo. Diversos estudios han señalado que la incidencia de asfixia en los adultos mayores es considerablemente mayor en comparación con los niños pequeños, siendo siete veces más frecuente en personas de la tercera edad que en niños de 1 a 4 años, según una revisión publicada en la revista Geriatrics.
Esto se debe a que, con el envejecimiento, los reflejos de deglución pueden volverse menos eficaces, lo que aumenta la probabilidad de que los alimentos, como las uvas, se deslicen por las vías respiratorias en lugar de pasar correctamente por el esófago.
Además, aquellos con disfagia, una condición que dificulta la deglución de alimentos sólidos o líquidos, enfrentan un riesgo aún mayor, ya que sus dificultades para tragar pueden empeorar en la ingestión de alimentos con formas o texturas complicadas.
Por esta razón, se recomienda cortar las uvas en trozos más pequeños o, en su caso, evitar su consumo en personas vulnerables, para reducir el riesgo de asfixia y garantizar su seguridad alimentaria.
Mientras que la disfagia es un trastorno de la deglución que afecta a más de 2,5 millones de españoles, de los que el 90 % están sin diagnosticar. Aunque afecta a personas de cualquier edad, es más frecuente a partir de los 65 años, cuando afecta a casi un tercio de la población mayor.
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