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Los océanos, donde las ballenas han vivido durante millones de años, la coexistencia con los humanos enfrenta uno de sus mayores retos.
Según un reciente estudio internacional publicado en la revista Science, apenas un 7 % de las áreas con mayor riesgo de colisiones entre cetáceos y barcos cuentan con medidas destinadas a proteger a estos mamíferos marinos.
Entre estas estrategias destacan la reducción de velocidad, tanto obligatoria como voluntaria, para las embarcaciones que cruzan zonas donde las rutas migratorias y áreas de alimentación de cetáceos se solapan con el tráfico marítimo.
El estudio, liderado por la Universidad de Washington en Estados Unidos, reunió a investigadores de varios países, incluyendo Australia, Brasil, Italia y Reino Unido. Se trata del primer análisis global que evalúa los riesgos de colisiones entre barcos y cuatro especies de ballenas ampliamente distribuidas y amenazadas por el tráfico marítimo: la ballena azul, la ballena de aleta, la ballena jorobada y el cachalote.
Las ballenas y otros cetáceos en peligro por el ser humano y su manía de apropiarse de todo
Las colisiones con embarcaciones son una de las principales amenazas para las grandes especies de ballenas, causando miles de muertes y lesiones graves cada año.
A pesar de la magnitud del problema, recopilar datos precisos sobre estos incidentes ha sido un desafío, dificultando los esfuerzos para proteger a las especies más vulnerables.
El análisis de los investigadores muestra que el tráfico marítimo mundial se superpone con el 92 % de los hábitats de las especies estudiadas. Esto significa que cada año, los barcos recorren distancias equivalentes a miles de viajes ida y vuelta a la Luna dentro de las áreas habitadas por estos cetáceo.
Según Briana Abrahms, profesora adjunta de biología en la Universidad de Washington, esta situación empeorará a medida que el comercio global continúe creciendo en las próximas décadas.
Un hallazgo preocupante del estudio es que solo un 7 % de las áreas con mayor riesgo de colisiones cuenta con medidas de gestión para mitigar el problema. Sin embargo, los investigadores señalan un aspecto alentador: implementar medidas en apenas un 2,6 % más del océano podría proteger todos los puntos críticos identificados como de mayor riesgo.
Entre las zonas más peligrosas para las ballenas se encuentran las costas del Mediterráneo, partes de América, el sur de África y regiones de Asia. Estas áreas coinciden con rutas marítimas clave para el comercio global.
Además de identificar zonas previamente reconocidas, como las costas del Pacífico de América del Norte, Panamá o el Mediterráneo, el análisis reveló regiones menos estudiadas pero con alto riesgo, como el sur de África, la costa atlántica de América del Sur, las Azores y el este de Asia.
La mayoría de las medidas actuales, como la reducción de velocidad o los cambios en las rutas de navegación, se implementan en áreas limitadas, principalmente en el Pacífico norteamericano y el Mediterráneo. Además, estas políticas son escasas: por ejemplo, solo un 0,54% de los puntos críticos de las ballenas azules cuentan con restricciones obligatorias, y las de aleta y los cachalotes no tienen cobertura en ninguna área.
Beneficios adicionales
Además de proteger a las ballenas, reducir la velocidad de los barcos tiene ventajas ambientales, como la disminución de la contaminación acústica submarina, la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y una mejor calidad del aire en zonas costeras, aspectos destacados por Anna Nisi, otra autora del estudio.
Este análisis global resalta la urgencia de adoptar medidas para proteger a estos cetáceos en un mundo cada vez más conectado por rutas marítimas. Pequeños ajustes en la gestión de los océanos podrían marcar una gran diferencia para la supervivencia de estos gigantes marinos.
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