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De las 171 explotaciones salineras naturales que llegaron a haber censadas en la Cuenta del Mediterráneo se mantienen apenas una treintena. Estas instalaciones han ido desapareciendo por presiones medioambientales y económicas.
La ONG Salarte reflexiona para EL PAÍS desde Marambay, una antigua infraestructura salinera de 4,5 hectáreas recién restaurada por una iniciativa privada. El proyecto, apoyado con fondos europeos, llena de esperanza a una Bahía en la que languidecen 5.000 hectáreas más de salinas que, durante milenios, fueron origen de riqueza y trabajo.
Marambay, el pulmón azul y verde de Cádiz en pleno Parque Natural de la Bahía
Hubo un tiempo en el que, de tan evidente y esencial, no hacía falta explicarle a un gaditano cómo se cosechaba la sal. Veía los saleros apostadas a los lados de las carreteras o en los puertos a la espera de ser embarcados con destino a medio mundo y, probablemente, no tenía que escarbar mucho en su entorno para encontrar a alguien que viviese de ello.
"Los gaditanos han perdido la memoria y vinculación con las salinas”, como reconoce Macarena Castro, profesora de la Universidad de Cádiz y coordinadora en España del proyecto MedArtSal, una iniciativa internacional con fondos europeos para recuperar estas explotaciones artesanales del Mediterráneo.
Donde solo quedaban las ruinas de una casa salinera con una nave anexa que amenazaba con desplomarse, los restos de un molino de mareas del siglo XVIII y un sucio lodazal con basura y chatarra acumulada después de cincuenta años de abandono, hoy se alzan en el corazón de las salinas de Roqueta y Preciosa, en la zona conocida también como Santibáñez, dos edificaciones bajas, blancas de cal, que desde el lunes estarán disponibles para uso y disfrute de los ciudadanos de Cádiz, de toda la Bahía, y de sus visitantes.
Los dos edificios se levantan junto a un estero completamente recuperado donde se criarán doradas, lubinas, camarones y hasta langostinos, que se podrán degustar en la terraza de la cafetería, que dispone de unas espectaculares vistas.
Todo eso será Marambay, un centro de ocio ambiental que con muchísimos esfuerzos y trabas ha conseguido poner en pie el ingeniero isleño Héctor Bouzo a partir de que adquiriese por tan solo 10.000 euros más de 40 hectáreas de terrenos abandonados durante medio siglo.
En las costas hay más de 170 áreas salinas en declive, de las cuales 90 todavía están en funcionamiento
De este modo queda patente en el programa europeo MedArtSal. De ahí que surgiese esta iniciativa internacional a finales de 2019, con la idea de invertir 3,2 millones de euros (un 90 %, procedente de fondos europeos) para rescatar hasta 34 iniciativas salineras en España, Italia, Túnez y Líbano que recibirán hasta 480.000 euros en forma de ayudas directas a iniciativas emprendedoras.
Los 60.000 euros que ha recibido España se distribuirán en cuatro salinas, tres en Cádiz y una en Murcia. Las salinas San Vicente de San Fernando destinará su parte de la ayuda a adecuar el entorno para actividades turísticas. La salina Santa María de Jesús, en Chiclana, pretende emplear recursos naturales para crear una línea de cosméticos.
La sal de esta Bahía de Cádiz es la sal de siempre
El hombre debe volver a las salinas. Hay que hacer pedagogía de la sal. Del estero nacen muchas cosas, pero nada como aprovechar las aguas de alta salinidad y sus fangos para cuidar la piel, los músculos... y la mente.
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