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El pasado 27 de agosto fallecía a los 91 años Mijail Gorbachov, el último líder soviético, que además pasará a la historia por haber sido piza clave para la transición de la Unión Soviética a un modelo democrático. El actual presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha acudido a su despedida de estado con un ramo de rosas para presentar sus respetos. Sin embargo, ha alegado una apretada agenda para no asistir al funeral que organiza la familia del expresidente del Partido Comunista soviético.
Y es que la figura de Mijail Gorbachov despierta sentimientos contrarios entre el pueblo ruso y la comunidad internacional. Por un lado, hay quienes se mostraron siempre en contra del exdirigente por su apoyo hacia la transición de la URSS hacia un modelo democrático, dejando atrás años de estalinismo. Por otro, hay quienes aplauden su labor y señalan en él a una figura clave para acabar con la Guerra Fría y la carrera armamentística. De hecho, en 1990, después de la caída del Muro de Berlín, se le reconoció con el Nobel de la Paz.
El legado de Mijail Gorbachov
Independientemente del posicionamiento ideológico, lo cierto es que Mijail Gorbachov se ha ganado un punto de relevancia en los libros de historia y en la modelación de lo que ha sido el mapa internacional de estas últimas décadas. A pesar de lo que se pueda pensar, Gorbachov era un comunista convencido y fue un incansable defensor de la Unión Soviética. Sin embargo, la potente crisis económica por la que estaba atravesando la URSS y el desgaste militar y de poder, tenían un único camino.
Los esfuerzos de Mijail Gorbachov por salvar la URSS fueron en balde. Entre sus principales políticas destacan la Perestroika, una reforma política que permitía una cierta apertura al libre mercado para hacer frente a la crisis, de la que el exdirigente no se arrepintió, a pesar de ser el primer punto de inflexión. "Estoy completamente convencido de que era necesaria y de que nos movimos en la dirección correcta", comentó en una entrevista a la agencia TASS.
Un Muro y un Telón de Acero
Ya solo su nombre impone respeto. El Telón de Acero dividió el mundo en dos fuerzas en pugna por el control internacional. Sus fronteras se extendían más allá de Moscú, abarcando gran parte de los países de Europa del Este, China y Berlín. Mijail Gorbachov dirigió la URSS en los difíciles momentos en los que este telón iba perdiendo fuerza y control. Sin poder hacer nada para evitarlo, decidió dejarlo caer optando por políticas más pacifistas.
Poco después, con esta fuerza agonizante, los ciudadanos de Berlín acudían con picos, palas y cualquier otra herramienta que les fuese útil contra el hormigón armado, para derribar uno de los muros más famosos de la historia contemporánea. El Muro de Berlín terminó de caer una noche de noviembre de 1989 y con él, los últimos restos de las fronteras soviéticas. Todo el mundo permanecía expectante ante aquel suceso que marcó el fin de una era, incluido Mijail Gorbachov, quien acabó firmando la disolución de la Unión soviética 3 años más tarde, en 1991.
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