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Alba García Falagán, de 22 años, es un faro de determinación y logros. A pesar de sufrir de amaurosis congénita de Leber desde su nacimiento, una condición genética que limita significativamente su capacidad visual, Alba ha desafiado las expectativas y ha emergido como una atleta consumada y una estudiante ejemplar en la Universidad de Alcalá de Henares, donde está a punto de graduarse en Fisioterapia.
Su historia es un testimonio vivo de perseverancia. A pesar de la barrera de su discapacidad visual, Alba se ha convertido en una atleta profesional destacada. No solo ha triunfado en el mundo del deporte adaptado, sino que también ha alcanzado logros notables, obteniendo excelentes marcas en el último campeonato mundial y ganando un codiciado diploma olímpico en los Juegos de Tokio 2020.
Ahora, se prepara intensamente para afrontar su próximo desafío: los Juegos Paralímpicos de París 2024.
Enfrentando la adversidad desde la cuna
Alba García ha tenido que superar obstáculos considerables desde el inicio. Su ceguera, causada por una condición genética, proviene del hecho de que ambos padres son portadores del gen asociado con la amaurosis congénita de Leber. A pesar de ser el único caso en su familia, sus padres tomaron la decisión de no tener más hijos por temor a que heredaran la misma condición.
Desde una edad temprana, Alba mostró un interés apasionado por el deporte, alentada por profesores de educación física dedicados a adaptar las clases para estudiantes con discapacidad en el centro de recursos educativos de la ONCE.
“ONCE tiene un profesorado que se dedica a ir a los colegios a adaptar las clases, los materiales, y el mío era profesor de educación física en un centro de recursos educativos de la ONCE. Llevaba una actividad que se llama multideporte, que era los martes por la tarde, y me animó a que participara. Empecé a ir y para mí era mi día favorito de la semana, conocí mucha gente, me lo pasaba muy bien… me hizo querer mucho el deporte”
La participación en una actividad llamada multideporte fue su trampolín hacia el mundo del atletismo adaptado, donde comenzó a destacar por su destreza y amor por el deporte.
Retos y compromiso deportivo
En su incursión en el atletismo, Alba García exploró varias disciplinas antes de especializarse en las que más le atraían: la carrera y el salto.
Con dedicación y entrenamiento intensivo, ha abordado estas disciplinas, enfrentando desafíos únicos debido a su discapacidad visual. En la carrera, corre atada a un guía, utilizando la sincronización y la comunicación constante para navegar la pista. Por otro lado, en el salto, las señales sonoras le indican cuándo desencadenar sus zancadas para realizar el salto.
¿Te encontraste con prejuicios, alguien que cuestionada que pudieras dedicarte al atletismo siendo ciega, teniendo discapacidad?
En su entrevista para 20 Minutos, Alba García afirmaba que “la verdad es que no, pero porque siempre he practicado deporte con personas con discapacidad visual, todos van a lo mismo que yo y tienen lo mismo que yo, aunque sea en mayor o menor grado. Pero sí que es cierto que fuera de ese entorno, llama la atención, y sí que me he encontrado con gente que hace comentarios del tipo ‘¡madre mía, qué superación!’, pero para mí es algo cotidiano, algo que hago todos los días. Cada uno tiene unas cualidades distintas y se le dan bien unas cosas u otras, y a mí se me da bien esto”.
Esta atleta excepcional recalca la importancia de la confianza y la coordinación con su guía, elementos esenciales para sobresalir en un campo donde la sincronización y la precisión son fundamentales.
Para la gente que no esté familiarizada, ¿cómo entrena y compite en atletismo una persona ciega? ¿Qué apoyos necesitáis?
“Eso varía un poco, porque dentro de la discapacidad visual tenemos tres categorías: C11, ciegos totales (que es en la que estoy yo), C12, que son atletas con discapacidad visual severa, y C13, con suficiente resto visual suficiente para hacer atletismo convencional.
En mi caso, yo compito con los ojos tapados, y hago salto y carrera, que requieren adaptaciones distintas. En la carrera, mi guía y yo vamos atados con una tira con un aro en cada extremo, y corremos como en espejo. Es decir, que si yo adelanto la pierna derecha, él tiene que adelantar la izquierda. Mi guía, Diego, además, se tiene que adaptar a mí, a mi ritmo, y me tiene que ir hablando todo el rato: me cuenta las curvas, las rectas, cuándo se acerca la meta…”
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