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Vanessa Almeida estuvo durante más de 20 años como regatista profesional de vela, llegando incluso a participar en los Juegos Paralímpicos de Londres como Jefa de Equipo y Entrenadora del Equipo Paralímpico Español en clase Skud 18. En 2021 se le diagnosticó un Trastorno del Espectro Autista (TEA), justo en el año en el que se convirtió en alpinista aficionada. Ahora aspira a ser la primera persona con autismo en conquistar un 8000.
La deportista ha sido entrevistada en el programa SER Aventureros, donde ha hablado con José Antonio Ponseti acerca de su cambio de deporte y su trastorno, que ha explicado que le permite tener "una sensibilidad especial", lo que le permite "dar más datos" a su equipo que otro deportista.
Almeida ha soltado en el programa de la SER un dato muy curioso acerca de las mujeres que seguro que mucha gente desconoce. La deportista ha asegurado que el médico le ha indicado que lo dijera en antena porque es significativo. "Las mujeres siempre se ha dicho que nos aclimatamos bien y hay una razón, porque nosotras tenemos la capacidad de crear vida, de albergar otro cuerpo dentro nuestro", ha explicado la exregatista.
"Solo por ese motivo tenemos más capacidad de aclimatación, más facilidad de estar en altura que los hombres", ha apuntado Almeida, que apunta este 2025 a ascender el Manaslu, uno de los 8.000 más exigentes. Para ello trabajará con una serie de científicos que van a controlar su entrenamiento, nutrición y suplementación.
Sobre la cima de una montaña, efectivamente, estamos más cerca del Sol pero está tan lejos que la diferencia entre la radiación que llega a la cima y la base de la montaña es despreciable. Aunque las mujeres soportan mejor las altas temperaturas a la hora de subir una montaña, el ambiente sea más frío en la cima. Intervienen varios factores: el calentamiento de la superficie terrestre, la presión atmosférica y, algo que seguro que les suena familiar, el efecto invernadero.
Al subir a la cima de una montaña, la presión es menor, es decir, el aire es más escaso y, al haber bastante menos aire, la cantidad de gases de efecto invernadero también es menor. En esos puntos parte de la radiación que emite la Tierra al calentarse escapa con más facilidad al espacio y, como consecuencia, el ambiente es más frío.
Durante años, se ha observado que las mujeres tienden a resistir mejor las altas temperaturas que los hombres
Esta diferencia no es casualidad, sino que tiene una explicación científica relacionada con la biología y el metabolismo.
El cuerpo humano cuenta con mecanismos naturales para regular la temperatura y evitar el sobrecalentamiento. Sin embargo, la forma en que hombres y mujeres responden al calor varía debido a diferencias fisiológicas clave, como la cantidad de masa muscular, el metabolismo y la manera en que cada género disipa el calor.
Diferencias en la regulación térmica
Uno de los principales factores que explican esta diferencia de tolerancia a las altas temperaturas es la composición corporal. En general, los hombres tienen una mayor proporción de masa muscular que las mujeres, lo que genera más calor metabólico. Esto significa que, en igualdad de condiciones, el cuerpo masculino tiende a sobrecalentarse más rápidamente.
Además, las mujeres suelen tener una mayor proporción de grasa subcutánea, que actúa como aislante térmico y ayuda a mantener una temperatura corporal más estable. Aunque este aislamiento puede parecer una desventaja en ambientes calurosos, también contribuye a una disipación del calor más eficiente.
Otro aspecto clave es la sudoración. Los hombres suelen sudar más y con mayor rapidez que las mujeres, lo que les permite enfriarse de manera inmediata. Sin embargo, las mujeres compensan esta menor sudoración con una mejor circulación periférica, lo que les ayuda a disipar el calor sin necesidad de perder tantos líquidos.
La ciencia detrás de la adaptación a las altas temperaturas
Estudios han demostrado que las mujeres pueden mantener una temperatura corporal estable durante más tiempo en ambientes cálidos con altas temperaturas, mientras que los hombres tienden a aumentar su temperatura central con mayor rapidez. Este fenómeno se debe en parte a que las mujeres tienen un metabolismo basal más bajo, lo que genera menos calor interno.
Además, las hormonas femeninas, como el estrógeno, también juegan un papel en la regulación térmica. Se ha descubierto que el estrógeno mejora la capacidad del cuerpo para dilatar los vasos sanguíneos y facilitar la pérdida de calor.
En situaciones extremas, como olas de calor, esta ventaja puede ser crucial. Mientras que los hombres pueden experimentar un sobrecalentamiento más rápido y sufrir golpes de calor con mayor facilidad, las mujeres tienen un sistema más eficiente para mantener una temperatura equilibrada y sobrellevar las altas temperaturas.
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